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Rajoy: ¡Di algo (aunque sea de derechas)!
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Manuel Cruz

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Rajoy: ¡Di algo (aunque sea de derechas)!

La ausencia de respuesta por parte de Mariano Rajoy ante los graves problemas —Cataluña, Cifuentes, etc.— que rodean al Gobierno crea nerviosismo entre las filas del PP

Foto: Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (EFE)
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno. (EFE)

Probablemente haya muchos lectores de este texto que recuerden la película, de 1998, 'Aprile', dirigida por el italiano Nanni Moretti. En una de las escenas más celebradas del filme, el protagonista, encarnado por el propio director (cuarentón por aquel entonces), aparecía solo en su casa, siguiendo un debate electoral en televisión en el que, entre otros, participaban Silvio Berlusconi y el que era en aquella fechas secretario general de Demócratas de Izquierda, el excomunista Massimo D'Alema. Comoquiera que este último permanecía mudo ante la incontenible locuacidad de Il Cavaliere, en un momento dado Moretti se levantaba de la silla, notablemente irritado, e increpaba a su televisor con una frase que ha hecho fortuna: "D'Alema, ¡di algo de izquierdas!".

No he podido evitar la evocación de la escena en estas últimas semanas, a raíz sobre todo de la deriva que han tomado los acontecimientos en Cataluña tras la decisión de la Audiencia territorial de Schweslig-Holstein de no aceptar la imputación del delito de rebelión a Carles Puigdemont, por no hablar de toda la escandalera organizada alrededor de la figura de Cristina Cifuentes. Ambos episodios han tenido lugar en el peor momento, según indicaban todos los sondeos, para las expectativas del Partido Popular, lo que ha provocado, si hemos de creer al grueso de los analistas políticos, no solo una considerable preocupación respecto al futuro sino también un notable nerviosismo en las filas de dicho partido, especialmente entre sus dirigentes. Lo primero resulta de todo punto razonable, pero tal vez lo segundo merezca un poco de atención.

Los hoy nerviosos en el PP están así debido a la ausencia de respuesta por parte de Rajoy a esas situaciones que tanto les dañan como organización

Los hoy nerviosos están así debido fundamentalmente a la ausencia de respuesta por parte de Mariano Rajoy a esas situaciones que tanto les dañan como organización política. No deja de ser llamativa la reacción de tales dirigentes, porque la mencionada falta de respuesta a nadie le podía venir de nuevas: ha sido la proverbial en el actual presidente del Gobierno a lo largo de su dilatada carrera política. Es más, probablemente los hoy nerviosos sean los mismos que hasta hace no tanto alababan de su líder lo que ahora le critican, esto es, su impasible pasividad (o su pasiva impasibilidad, formúlenlo como prefieran) ante cuanto ocurría. En efecto, esa actitud era calificada como "maestría en el manejo de los tiempos" y otros elogios similares.

Foto: Rajoy en una rueda de prensa en Moncloa. (EFE) Opinión
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En el fondo, a poco que se piense, semejante asignación de cualidades casi insondables a un determinado político es una práctica intelectual, por otro lado bien frecuente, que pertenece a la misma familia que atribuir baraca a alguien (o decir que tiene una flor estratégicamente colocada en su cuerpo) o, en el otro extremo, considerarle gafe (o decir de él que si montara un circo le crecerían los enanos). Son prácticas todas ellas en la frontera misma de la superstición, que renuncian a intentar explicar las cosas a través de sus causas efectivas y sustituyen a estas, en su función de dar cuenta de lo que ocurre, por elementos, positivos o negativos, de imposible verificación.

Errores y desaciertos propios

Pero de la misma manera que la baraca no es, a fin de cuentas, otra cosa que la coincidencia más o menos articulada de circunstancias favorables y de decisiones acertadas, el gafe solo puede entenderse como consecuencia de un entramado de circunstancias desfavorables y de un cúmulo de decisiones equivocadas. Y aunque pueda resultar consolador, por desresponsabilizador, atribuir a la mala suerte los fracasos propios y a la mera fortuna los éxitos del adversario, lo cierto es que no parece que quepan muchas dudas en este caso respecto a que son los errores y desaciertos propios (y sostenidos) los que se encuentran en el origen de la complicada situación por la que atraviesa últimamente el Partido Popular. Errores y desaciertos entre los que ocupa un lugar muy destacado la actitud que de manera sistemática adopta su líder ante cualquier problema que se le presenta.

La gravedad o relevancia de dicho error es directamente proporcional a la gravedad o relevancia del problema que se deja de encarar. El caso de Cataluña es a este respecto absolutamente paradigmático. Instar al cumplimiento de la legislación vigente, como se ha dedicado a hacer Mariano Rajoy todo este tiempo, no es una propuesta política en sentido propio: es un requisito de la vida en común. El dirigente que se limita a la exhortación a cumplir con el marco legal está actuando como un entrenador de fútbol que, preguntado por cómo piensa jugar su equipo, respondiera: "respetando el reglamento" o que, en el caso de que se suscitara una polémica sobre cualquier asunto relacionado con el juego, lo zanjara diciendo: "yo, lo que decida el árbitro", sin emitir juicio alguno al respecto. Así es como parece haber funcionado siempre Mariano Rajoy cuando ha tenido que enfrentarse a serios problemas.

Quien se limita a cumplir con el marco legal actúa como un entrenador de fútbol que dijera que hay que jugar "respetando siempre el reglamento"

No estoy diciendo que en todos los ámbitos de su desempeño mantenga esa actitud de estar a verlas venir. Por supuesto que dentro de las reglas del juego (de las leyes en su caso) se pueden hacer mil cosas, pero no deja de ser llamativo que, cuando se le recuerda al líder del PP tamaña evidencia, empieza por afirmar que no hacer nada es también una forma de hacer y, si no queda más remedio que actuar, acostumbra a apelar a la instancia del sentido común como eje y guía de su actuación. "Ley y sentido común" parece ser, pues, su lema.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, saluda a Cristina Cifuentes. (EFE) Opinión
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Pero se reparará en que el sentido común es a la inteligencia lo que la legalidad a la convivencia, esto es, el marco previo en el que hemos acordado entre todos desenvolvernos. Por supuesto que un responsable político no puede proponer iniciativas insensatas o disparatadas, pero una afirmación así constituye poco menos que el grado cero de la política, no un programa de gobierno. A fin de cuentas, si a nuestra democracia la denominamos deliberativa es porque damos por descontado que, al igual que señalábamos antes respecto a la legalidad, el sentido común acoge en su seno múltiples posibilidades, todas ellas plausibles y razonables, a cuya confrontación y crítica deberíamos sentirnos obligados. Renunciar a ambas tareas no solo deteriora severamente a la democracia, sino que daña la razón de ser de la política en cuanto tal. Pues bien, es ahí donde parece que hemos venido a desembocar. Se diría que la política ha renunciado a toda pretensión de intervenir en el seno de lo real de una forma efectiva y contundente (una vez abandonada la vieja aspiración a una transformación radical de lo existente). Primero fue la derrota de la política de izquierdas, a la que ha seguido la derrota de toda forma de política, incluida la conservadora, hasta llegar a la situación actual, en la que el mundo parece por completo abandonado a su suerte.

En todo caso, no deja de ser indicativo del signo de los tiempos que nos está tocando vivir que lo que hace tan solo veinte años constituía el reproche irritado de gentes de izquierda como Nanni Moretti constituya ahora el principal motivo de enojada inquietud también entre gentes de derecha. Con el agravante de que lo que estas le reclaman hoy al presidente del Gobierno de España, mientras lo ven por televisión, apático y silente, sentado en el banco azul con la mirada perdida, es algo mucho más simple que lo que le reclamaba el director italiano a su político más afín. Es algo tan simple como esto: "Rajoy, ¡di algo!". Ni siquiera hace falta que lo que diga sea de derechas.

Probablemente haya muchos lectores de este texto que recuerden la película, de 1998, 'Aprile', dirigida por el italiano Nanni Moretti. En una de las escenas más celebradas del filme, el protagonista, encarnado por el propio director (cuarentón por aquel entonces), aparecía solo en su casa, siguiendo un debate electoral en televisión en el que, entre otros, participaban Silvio Berlusconi y el que era en aquella fechas secretario general de Demócratas de Izquierda, el excomunista Massimo D'Alema. Comoquiera que este último permanecía mudo ante la incontenible locuacidad de Il Cavaliere, en un momento dado Moretti se levantaba de la silla, notablemente irritado, e increpaba a su televisor con una frase que ha hecho fortuna: "D'Alema, ¡di algo de izquierdas!".

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