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Hay que vivir
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Hacia el cónclave del PP, ¿hace falta un revulsivo?
El presidente popular no está discutido, pero crecen las presiones para que convoque un congreso que intensifique su oposición y prepare al partido para la gran batalla final. Nadie se fía de Sánchez y todos saben de lo que es capaz
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Nadie en el PP pone en duda el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, pero en el partido crece un ruido sordo. Tiene que ver con un temor y con una sensación que beben del shock que germinó en el partido cuando Feijóo no fue investido presidente del Gobierno tras el 23J. No lo fue por el canto de un duro, es verdad, pero le permitió aprender una lección, aunque fuera tarde: Pedro Sánchez es capaz de todo, de cualquier cosa, con tal de seguir en La Moncloa. Es difícil competir con el pospopulismo sanchista con las armas que brinda la política clásica. Feijóo quiere seguir siendo el Feijóo de siempre, pero Alberto debe aprender a jugar en el terreno embarrado de Sánchez.
Aquel shock generó un estrés postraumático en el partido, según el cual ya nadie se fía de que Sánchez no vuelva a hacer una de las suyas y coja de nuevo a contrapié al PP. Y aunque Feijóo sabe bien que con Sánchez conviene no dejar cabos sueltos, él tampoco es partidario de dejarse llevar por la ansiedad. Como el mejor Rajoy. Sin embargo, esa angustia sí arrastra a algunos sectores de su partido, donde empiezan a urgir a la convocatoria de un congreso para preparar la que se entiende como la batalla final contra el sanchismo.
Ahí es donde está el temor: ¿y si Pedro Sánchez decide repentinamente adelantar las elecciones y el PP aún no ha celebrado su congreso, que está previsto oficialmente para el año 2026? Es verdad que la hipótesis principal que maneja la opinión pública es que Sánchez va a agotar la legislatura, pero no porque lo diga él, sino básicamente porque lo dicen las encuestas. Y no porque el PSOE esté bajando, que no está tan lejos de su resultado del 23 de julio, sino porque Sumar está hecho unos zorros y no tiene pinta de mejorar.
La sensación es que el tiempo pasa y el Gobierno no para de desgastarse —no hay semana sin escándalo—, pero el PP no se dispara en las encuestas. "La cuestión es que no es lo mismo 150 del PP y 30 de Vox que 130-50, y no puede ser que haya la sensación de que todavía hay partido", dice un importante dirigente del partido. El pasado 2 de mayo, en la Puerta del Sol se comentaban con preocupación las encuestas típicas del día de la Comunidad de Madrid: "Sí, muy bien el PP, pero Vox crece, y si crece aquí con Ayuso, ¿cómo crecerá en el resto de España?".
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Es exactamente en ese punto en el que surge el ruido que la dirección del PP quiere que sea sordo, pero que existe en el partido. La gente se hace preguntas. Los votantes, los militantes, los dirigentes: ¿Hace falta un revulsivo en el PP? ¿Es ese revulsivo la convocatoria de un congreso que por estatutos se debe celebrar en el año 2026? O, por afinar un poco más: ¿Es necesario convocar un congreso para relanzar ya al partido hacia esa gran batalla final para la que quedan un máximo de dos años? O dicho de otro modo: ¿la maquinaria que diseñó Feijóo en abril de 2022 es el mecanismo perfecto para esa gran disputa contra el sanchismo?
Gobierno en la sombra
Los partidarios de que se adelante el congreso defienden que el PP debe intensificar su labor de oposición, y en este sentido señalan dos objetivos: el primero es dar un "impulso a perfiles que se visibilicen como su equipo de Gobierno". Los grupos parlamentarios del PP tanto en el Congreso como en el Senado trabajan a destajo en este sentido. Las sesiones de control son diseñadas al milímetro en ambas cámaras para desgastar a los ministros, que son 22, y en eso están tanto Miguel Tellado como Alicia García, portavoces en la Carrera de San Jerónimo y en la Plaza de la Marina española. Pero siendo esto cierto, también lo es que la sociedad no reconoce ese batallón de portavoces, no visualiza lo que en la política británica se denomina un "Gobierno en la sombra". Lo que sí consiguió construir José María Aznar en la legislatura 93-96, esa con la que hay tantos paralelismos en la actualidad: ¿Quiénes son los Rato, Cascos, Trillo, Mayor Oreja que luego fueron ministros y tantos otros portavoces eficentes que finalmente no lo fueron?
En ese batallón, el 'poli bueno' es Feijóo, y el 'malo' es, sin duda, Miguel Tellado, que a pesar de que cuenta con "la contundencia que requiere el momento", dicen los que quieren un punto más de intensidad, "a veces suena demasiado prefabricado". Dicho todo esto, lejos de estar desgastado tras tres años en el frente de batalla, ejerce un papel imprescindible para cubrir el flanco más débil de Feijóo, concentrado en no perder nunca el pie centrista para no espantar al votante que huye del PSOE y en cultivar la imagen de hombre de Estado."Aunque le pese al Gobierno, Tellado está llamado a más, por eso le atacan tanto", dice otro dirigente popular. ¿Pero qué otros portavoces hay que pueden ser reconocidos a pie de calle?
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Juan Bravo se va consolidando como la voz económica en el PP, a pesar de que está muy solo en un ámbito relevante para desmontar el principal discurso triunfalista del Gobierno. Pero, ¿quién es el Manuel Pizarro que acompañará a Bravo en el eje económico? Por otro lado, Cayetana Álvarez de Toledo demuestra cada miércoles que nadie como ella para defender la democracia liberal, la separación de poderes, la Constitución, etc... y para poner ante el espejo al triministro Félix Bolaños. La duda entre quienes se muestran partidarios de dar un revolcón al partido, es "¿por qué limitarla a ese cara cara y a su condición de outsider?".
El segundo objetivo de los partidarios de convocar un congreso tiene que ver, transcurridos tres años desde el congreso de Madrid, con una "clarificación" de las funciones orgánicas. Este lunes, Feijóo reúne a su comité ejecutivo y después a la Junta Directiva nacional. En el orden del día está formalizar la designación de Esteban González Pons como nuevo jefe de la delegación española en Bruselas en sustitución de Dolors Montserrat, ahora secretaria general del Partido Popular Europeo (PPE). Precisamente el papel de Pons suscita comentarios porque bajo el paraguas de Vicesecretaría Institucional asume, desde la más absoluta confianza del presidente, los temas de Interior, Exteriores, Defensa y Justicia. Es decir: Bolaños, Margarita Robles, José Manuel Albares y Fernando Grande-Marlaska.
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Aunque Pons pueda con todo eso y con más, y dado que él no se prodiga en los medios, ¿no debería haber terceras personas, sean subalternos o no, que asuman ese liderazgo ante la opinión pública? Recientemente, y de modo excepcional en un acto en el Club Siglo XXI, González Pons dijo humildemente que "si Feijóo me mueve, lo aceptaré", pero no aclaró si dará un paso al lado: "Estaré donde el presidente considere que es mejor para el proyecto".
Desde hace unos meses, el diplomático Ildefonso Castro es secretario de Política Internacional, integrado dentro de la Vicesecretaría de Pons. "¿No debería ascender a vicesecretario llevando ese tema y Defensa?", se preguntan los partidarios de introducir cambios para ensanchar el partido. Cambios que permitan "plasmar ante la opinión pública la existencia de una alternativa de Gobierno clara", que suponga un paso atrás de algunos perfiles "que no han funcionado", como es el caso de Elías Bendodo, y que "clarifique competencias dentro del Comité de Dirección". Otro ejemplo claro es el de la vicesecretaria de Sanidad y Educación, Ester Muñoz, que ha asumido algunas ruedas de prensa de los lunes o ha tenido que preguntar en el Congreso a la ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen, sobre el apagón o al ministro de Transportes, Óscar Puente. "¿Tiene sentido?", subrayan.
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En definitiva, las demandas no van tanto de cambiar nombres como de adaptar el partido a la segunda parte de la legislatura, dure lo que dure. "Hay que ampliar", dicen, conscientes de que también hay ambiciones que buscan enredar en beneficio propio. "Hace falta que personas que están haciendo un buen trabajo", como Carmen Fúnez o Paloma Martín, adquieran una mayor presencia mediática. Desde la vuelta del verano, el Gobierno ha perdido el control absoluto sobre la agenda mediática, una de las obsesiones de Sánchez. Los escándalos se suceden y copan las portadas de los medios, lo que es bueno para el PP. La parte mala es que si al Gobierno y su inmensa capacidad propagandística le cuesta marcar los temas a la opinión pública, ¿cómo va a poder hacerlo el principal partido de la oposición?
Feijóo y Ancelotti
En el escalón de los presidentes autonómicos hay varios que entienden que hace falta un nuevo impulso. Confiesan que desde la planta séptima no les desmienten categóricamente que vaya a adelantarse el congreso, porque realmente no es una opción descabellada. "Feijóo es como Ancelotti, le cuesta hacer los cambios y siempre se apoya en su núcleo duro", describen en paralelismo futbolístico con el entrenador del Real Madrid, siempre criticado por jugar con los mismos jugadores y por hacer cambios demasiado cerca del minuto 90. "Pero no olvides", añaden, "que también como Ancelotti ha ganado muchas Champions: ha ganado todas las elecciones a las que se ha presentado".
Nadie pone en duda el liderazgo de Feijóo y el Gobierno de Sánchez pincha en hueso cuando intenta meter cizaña entre el presidente del partido y la presidenta de la Comunidad de Madrid. Las discrepancias están en los ritmos, y a Feijóo, como a la mayoría de los líderes que lo son, no le gusta que le marquen el paso. La decisión sobre cuándo va a ser el congreso, como dicen desde el entorno de Feijóo, "sólo lo sabe el presidente". Lo que es innegable, cuando la legislatura está a punto de cruzar el ecuador, es que en el PP hay un creciente anhelo de balón. No es sólo por ambición o para molestar a Feijóo, sino para lanzarlo hacia La Moncloa.
Nadie en el PP pone en duda el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, pero en el partido crece un ruido sordo. Tiene que ver con un temor y con una sensación que beben del shock que germinó en el partido cuando Feijóo no fue investido presidente del Gobierno tras el 23J. No lo fue por el canto de un duro, es verdad, pero le permitió aprender una lección, aunque fuera tarde: Pedro Sánchez es capaz de todo, de cualquier cosa, con tal de seguir en La Moncloa. Es difícil competir con el pospopulismo sanchista con las armas que brinda la política clásica. Feijóo quiere seguir siendo el Feijóo de siempre, pero Alberto debe aprender a jugar en el terreno embarrado de Sánchez.