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Pumpido y la Constitución 'chicle' en la que todo cabe
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Juan Fernández-Miranda

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Pumpido y la Constitución 'chicle' en la que todo cabe

"¿Qué hace Pumpido en la herradura?", se preguntaba un consejero de Estado el pasado jueves cuando en el Pleno de esta institución apareció el presidente del TC. En el ambiente, un debate: el Derecho como límite o como instrumento del poder

Foto: Pumpido, en el centro de la herradura durante un pleno del Consejo de Estado.
Pumpido, en el centro de la herradura durante un pleno del Consejo de Estado.
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"¿Qué hace Pumpido en la herradura?", se preguntaba un consejero de Estado el pasado jueves cuando en el Pleno de esta institución apareció el presidente del Tribunal Constitucional y se sentó en medio de la sala. Era la toma de posesión como consejero permanente del jurista Luis María Cazorla, a la sazón presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, que llegaba con muchas ganas de dar coces (intelectuales, se entiende) a quienes agreden el Derecho y con el ánimo de compartir una “honda preocupación”: “El rampante desprecio al Derecho que va tomando cuerpo en ciertos sectores de nuestra sociedad y de nuestro Estado”.

¿A quién se referiría el insigne Cazorla? Estoy segurísimo de que no era a Pumpido, que le acompañaba en tan emocionante acto en calidad de amigo, pero la puesta en escena elegida por la presidenta, Carmen Calvo, daba qué pensar. Y el debate, guste o no guste, está en el aire en estos tiempos en los que crecen los poderes ejecutivos expansivos (llámese Pedro Sánchez o llámese Donald Trump).

De modo que en el solemne Pleno de una institución que el año que viene cumple 500 años, lo que centró la atención no fue la profundidad de las reflexiones siempre certeras del jurista, sino lo que estaría pensando su amigo y presidente del TC, que escuchaba atentamente sentado en lugar preferente. Seguro que ya debía conocer la ponencia sobre el recurso del PP a la Ley de amnistía firmada por su vicepresidenta, Inmaculada Montalbán, y que trascendió a la opinión pública en la noche del domingo.

Leer las 191 páginas del dictamen de Montalbán con el discurso de Cazorla aún en la retina conduce a la melancolía. En los fundamentos jurídicos, la vicepresidenta del TC argumenta por qué la amnistía es constitucional, para lo que realiza una serie de malabarismos jurídicos que se resumen en que el legislador puede hacer casi lo que considere. Sin embargo, en su discurso del jueves el jurista subrayó que no cree en lo que denominó como una Constitución “chicle” que se pueda estirar a conveniencia del poder político. ¿No es eso lo que está sucediendo con la amnistía? ¿No es eso lo que se está defendiendo desde postulados jurídicos progresistas?

Foto: claves-primera-sentencia-constitucional-ley-de-amnistia

Cómo no recordar ahora aquella entrevista en Radio Nacional de hace un par de años en la que la también magistrada progresista del TC María Luisa Balaguer hacía una defensa abierta del “constructivismo jurídico”: “Yo soy muy partidaria de un derecho constructivista, yo estoy ahí para generar nuevas posiciones en el Derecho (…). Por ejemplo, con la memoria histórica, recuerdo perfectamente que yo quería avanzar más de lo que pudiera decir en un momento determinado la ley”. Algo así como entender la ley como un trampolín, no como un marco para la convivencia.

Los límites del legislador

En ese punto está el contraste entre lo que dijo Cazorla en su discurso y lo que escribe Montalbán en su ponencia. Ella cree que el legislador casi no tiene límites. Él cree que no es posible “alterar la Constitución sin desfigurarla sustancialmente hasta hacerla formalmente la misma y materialmente otra”. Y aquí nos viene a la cabeza la advertencia de no pocos juristas sobre la posibilidad de que el TC de Pumpido esté impulsando una mutación constitucional: cambiar el sentido de la Carta Magna sin tocarla, por medio de la interpretación desde el órgano de garantías constitucionales.

Foto: conde-pumpido-semana-larga-humillacion-dolorosa

En suma, Cazorla advirtió frente a quienes aseguran que el Derecho es un obstáculo para el logro de metas políticas, por lo que es preciso relegar a su mínima expresión las exigencias de carácter jurídico. Él, sin embargo, piensa que el respeto al derecho es la mejor garantía para el mejor fin de lo que se pretenda. ¿Lo diría por Pumpido, por Montalbán o por Balaguer? No lo precisó, pues así se habla en los ambientes académicos, pero sí lamentó que “las odas del desprecio al derecho van llegando a la playa de la seguridad jurídica con consecuencias deplorables y lo hacen impulsadas por la marejada del populismo en su vertiente jurídica”.

Al final, y esta es la conclusión, el debate es uno: o el Derecho es un límite al poder, tesis de la única democracia existente, o el Derecho es un instrumento del poder (tesis de todo totalitarismo, cualquiera que sea su gestor). Y no hay mucho más, con permiso de Pumpido y de los profundos debates que se celebran en la herradura, con o sin su presencia.

"¿Qué hace Pumpido en la herradura?", se preguntaba un consejero de Estado el pasado jueves cuando en el Pleno de esta institución apareció el presidente del Tribunal Constitucional y se sentó en medio de la sala. Era la toma de posesión como consejero permanente del jurista Luis María Cazorla, a la sazón presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, que llegaba con muchas ganas de dar coces (intelectuales, se entiende) a quienes agreden el Derecho y con el ánimo de compartir una “honda preocupación”: “El rampante desprecio al Derecho que va tomando cuerpo en ciertos sectores de nuestra sociedad y de nuestro Estado”.

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