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¿Cuánto le queda a Sánchez? Lo que está por venir

Es la pregunta del millón. En los próximos 19 días, la presión mediática, política, judicial e internacional va a asfixiar al presidente. Nadie cree que su situación vaya a mejorar. Quedan tres semanas de morir cada día

Foto: Sánchez, en su última aparición pública, el miércoles en el Congreso. (EFE)
Sánchez, en su última aparición pública, el miércoles en el Congreso. (EFE)
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Es la pregunta del millón: ¿cuánto le queda a Sánchez? Y no, no es una pregunta que los periodistas le formulemos a los políticos, sino los políticos (especialmente los socios del Gobierno) a los periodistas. También nos lo preguntan los embajadores de la Alianza Atlántica, temerosos de que Sánchez lleve hasta el final su negativa a subir el presupuesto en defensa.

Es el mundo al revés, sí, pero la falta de información en la que viven los socios nacionales e internacionales del Gobierno es una buena muestra de la incertidumbre que se ha instalado en la política española y de la debilidad que transmite el presidente del Ejecutivo. Nadie cree ya que vaya a aguantar hasta el final de la legislatura, y por eso Gabriel Rufián animó el miércoles a "aprovechar lo que le quede" para seguir exprimiendo al Gobierno.

Sánchez está en la cuerda floja porque el caso Cerdán ha roto dos diques del sanchismo, como bien apuntó Zarzalejos en El Confidencial: la prensa internacional y la prensa más cercana ya no compran su propaganda. El artículo del Times llamándole "Don Teflón", los análisis críticos de Ferreras en La Sexta, las preguntas del Monrosi (Eldiario) en las dos ruedas de prensa de Sánchez o las portadas y algún editorial de El País, con todos los matices que usted quiera, han demostrado que el periodismo es muchas veces un amigo infiel.

A Sánchez sólo le quedan dos opciones: asumir que la fachosfera nunca existió o, lo que viene a ser lo mismo, tratar de convencer al mundo de que la fachosfera somos todos. A Moncloa le faltan dedos para señalar a tantos medios de comunicación incorporados al fin a las evidencias, y, mientras, los de siempre seguimos publicando escándalos, como la entrada de la UCO en Ferraz que ayer adelantaron Olmo y Requeijo en El Confidencial. Y con este panorama, ¿cuánto le queda a Sánchez?

Foto: Imagen de la UCO accediendo a la sede del PSOE en Ferraz. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Más allá de la pérdida de esos dos pilares del sanchismo hay un tercer elemento, que es la clave: la investigación judicial del caso Cerdán acaba de empezar. El informe de 490 páginas sobre sus andanzas no es más que el principio. El juez Leopoldo Puente lo demostró ayer enviando a la policía judicial también a las oficinas de ADIF, la Dirección General de Carreteras y el Ministerio de Transportes. Esta es la constatación de que no estamos ante un caso del partido, como ha intentado transmitir Sánchez desde su comparecencia fúnebre en Ferraz; es un caso del Gobierno.

Presión creciente

Lejos de remitir, la presión sobre Sánchez va a ir subiendo día a día. El originalmente llamado caso Koldo tiene demasiados cabos sueltos, y eso anuncia un goteo de malas noticias para el Gobierno. Todos sabemos de lo que es capaz Sánchez, pero ya nadie en círculos políticos y diplomáticos sostiene que la legislatura llegará a término. Dos años es demasiado tiempo, y la sucesión de escándalos está fuera de control.

Este fin de semana la UCO empezará a trabajar en la información obtenida en los últimos registros, y eso abrirá nuevas vías de investigación que acabarán saltando a las portadas en unas semanas. Además, el lunes prestan declaración ante el juez del Supremo los investigados Ábalos y Koldo, dos animales heridos que están enviando señales preocupantes para Sánchez. El primero se siente traicionado por Santos (y por extensión por su partido) y todo apunta a que va a tirar de la manta, y el segundo aún tiene material incriminatorio.

Foto: Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. (EFE/Mariscal)
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En origen, el caso Koldo fue doloroso para el sanchismo, pero poco, porque al fin y al cabo era un personaje a priori fácilmente extirpable; error, porque ahí quedó un cabo suelto que, de momento, se ha llevado por delante a Santos Cerdán en forma de grabaciones. Después, el escándalo evolucionó al caso Ábalos, que dolió un poco más, pero el Gobierno mantuvo el fuerte en pie con el argumento de que Sánchez lo había destituido como ministro. Pero ahí el presidente se dejó otro cabo suelto: Ábalos se volvió a presentar a las elecciones por el PSOE en 2023, y eso es como poco un error del que cabe desprender una responsabilidad política.

Y ahora ha llegado la tercera mutación del escándalo, en forma de caso Cerdán. La propaganda monclovita se agarra a que ha sido cesado de inmediato, pero ahí también hay cabos sueltos: hace siete meses el segundo secretario de Organización de Sánchez fue ratificado en el cargo cuando la opinión pública (no tanto la publicada) ya sabía que algo olía a podrido en Navarra. Así que, ¿cuánto le queda a Sánchez?

Foto: El exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. (EFE/Fernando Villar)

La vía navarra preocupa mucho en el PSOE, y por extensión en el Partido Socialista autonómico. A pesar de las lágrimas de la presidenta María Chivite cuando Cerdán fue incriminado. No hay día en el que no se estreche el círculo sobre la comunidad foral, empezando porque Cerdán era dueño del 45% de la constructora que recibió obras millonarias del Gobierno autonómico. Ya le ha costado el puesto al número dos de Chivite , y la cosa va a ir a más. Si hay alguna posibilidad de que tras las maniobras del ex secretario de Organización de Sánchez haya un caso de financiación del partido, todo apunta que ahí puede estar el germen. En todo caso, en ámbitos jurídicos se da por hecho que el PSOE no podrá esquivar la imputación.

Tensión internacional

En paralelo, el ámbito internacional: el mote que le ha impuesto el Times, y la persistencia en la crítica del Wall Street Journal, son un síntoma del despertar de la opinión pública fuera de España. Su imagen de líder apuesto, moderado y comprometido ha aguantado demasiado tiempo. Este martes empieza la cumbre de la OTAN y el presidente se está convirtiendo en protagonista —para mal— por haberse negado a incrementar el presupuesto en defensa, lo que en círculos diplomáticos se atribuye a dos motivos: la presión de sus socios anti-OTAN y la necesidad de encontrar un enemigo externo para desviar la atención doméstica. No es la única cumbre internacional.

El domingo 29 comienza en Sevilla una cumbre de la ONU sobre cooperación en la que España es el país anfitrión y participarán los Reyes. A una semana vista nadie sabe cuál será el ambiente, pero todo apunta a que se podrá cortar con un cuchillo. ¿Alguien recuerda cuál fue el elemento desencadenante de la rendición de José Luis Rodríguez Zapatero en 2010? La presión internacional? ¿Es Mark Rutte para Sánchez el Barack Obama de Zapatero?

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Jorge Zapata)

La segunda semana de pasión comienza con la declaración el lunes 30 de Santos Cerdán ante el Supremo y acaba con el PSOE celebrando el 5 de julio el comité federal en el que se supone que Sánchez va a remodelar el partido. Mientras, a escasos kilómetros, el PP celebra su congreso nacional para presentarse como alternativa. La comparación entre la desolación de Ferraz y la euforia del cónclave popular será notoria, y un nuevo elemento perjudicial para el presidente del Gobierno.

Y la traca final: dentro de diecinueve días, Pedro Sánchez comparecerá en el Congreso el 9 de julio. Lo hará sometido a una creciente presión mediática, política, judicial e internacional. Una coctelera difícil de soportar, incluso, para el coautor del Manuel de resistencia. De modo que, ¿cuánto le queda al presidente Sánchez? Hasta el día de su comparecencia faltan tres semanas de via crucis, tres semanas de morir cada día en las portadas de los periódicos.

Es la pregunta del millón: ¿cuánto le queda a Sánchez? Y no, no es una pregunta que los periodistas le formulemos a los políticos, sino los políticos (especialmente los socios del Gobierno) a los periodistas. También nos lo preguntan los embajadores de la Alianza Atlántica, temerosos de que Sánchez lleve hasta el final su negativa a subir el presupuesto en defensa.

Pedro Sánchez UCO Carles Puigdemont
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