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Cara a cara González vs. Aznar: donde hubo fuego, ya no hay ni brasas
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Ángeles Caballero

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Cara a cara González vs. Aznar: donde hubo fuego, ya no hay ni brasas

25 años después, como en el cuento de 'Alicia en el País de las maravillas', los líderes se achicaron para hablar de la Constitución. Quizá porque se sienten viejos, o porque lo son

Foto: Los expresidentes del Gobierno Felipe González (i) y José María Aznar, junto a la presidenta de 'El País', Soledad Gallego-Díaz. (EFE)
Los expresidentes del Gobierno Felipe González (i) y José María Aznar, junto a la presidenta de 'El País', Soledad Gallego-Díaz. (EFE)

Esta mañana recordé casi cuatro minutos de infarto. Hace 25 años, Manuel Campo Vidal pedía, casi suplicaba, que Felipe González y José María Aznar hicieran una intervención final sin ataques personales en un debate electoral televisado por Antena 3. “Él ha exigido intervenir el último”, interrumpía Aznar, que ya por entonces seguía teniendo una movilidad facial extraordinariamente limitada al labio inferior y la barbilla. González replicaba con toneladas de sarcasmo: “Tiene cierto interés quién ha pedido exigencias y de qué manera”. Campo Vidal estaba desencajado y yo 25 años después me retorcía en la silla de mi salón. Qué violencia contenida. Qué dos bestias pardas. Qué lucha de gigantes.

Pero 25 años después, como en el cuento de 'Alicia en el País de las maravillas', los líderes se achicaron para hablar de la Constitución. Quizá porque se sienten viejos, o porque lo son. Una esperaba volver a vivir algo parecido a ese vídeo de YouTube que buscó para documentarse. Porque veintitantas horas después de ver a Cristiano Ronaldo llorar tras su expulsión, esperaba otro momentazo, el renacer de ese odio del que tanto se ha hablado entre estos dos seres tan pagados de sí mismos. Donde hay fuego… pues nada.

'El País' y la Cadena SER les reunieron a los dos, a los mismos que dicen que estuvieron años sin sentarse juntos, para hablar de la Constitución, que se nos ha hecho cuarentona o cuarentañera, según prefieran.

En el año del MeToo, la primera en la frente. Solo una mujer, Soledad Gallego-Díaz, en la foto de familia. La misma que recordó que cuando se firmó la Carta Magna los tres, Felipe, Aznar y ella, eran jóvenes. 'Millennials', que dicen ahora. La directora de 'El País' les dio las gracias a ambos con la amabilidad que la caracteriza, ellos asintieron sin darle importancia, aunque Aznar le ofreció el brazo para posar. Algunos habrán visto en esto un gesto paternalista. A mí se me ha ocurrido esa cosa tan castiza de: “Enhebra”.

“Que hayan accedido a conversar es signo de la vigencia de la Constitución”, comentó Gallego-Díaz. La periodista recordó las manos de Dolores Ibárruri estrechando las de Adolfo Suárez, la mirada de curiosidad de Leopoldo Calvo-Sotelo. “Yo conmemoro y celebro, porque no todos lo hacen”, dijo González, que recordó que entonces, hace ya cuatro décadas, “en Girona votó el 72,3% del censo y el 93% lo aprobó. Estoy orgulloso del régimen del 78”.

¿Y Aznar? Pues Aznar bien, gracias. Que también conmemora y celebra, aunque aquello le pilló haciendo oposiciones. Pero también se siente del régimen del 78. Orgulloso sí, aunque en 1979 dijera aquello de que “tal como está redactada la Constitución, los españoles no sabemos si nuestra economía va a ser de libre mercado o por el contrario va a deslizarse por peligrosas pendientes estatificadoras y socializantes”. Quién no ha cambiado varias veces de opinión a lo largo de su vida. A ver, que yo lo vea.

placeholder Foto: EFE.
Foto: EFE.

¿Y los 95 diputados que no reconocen el orden constitucional? González recordó a Jefferson, ese que creía que cada generación debía dictar las normas que les rigieran. “Cada generación quiere hacer su propia obra”, contó. “Los que hoy la cuestionan lo hacen gracias a ese sistema”, dijo Aznar, preocupado en esta comparecencia por ser el más simpático después del tono bronco de hace 48 horas. Le salió regular.

Citas a Churchill, menciones a la santísima trinidad de la política conservadora: nacionalismos, radicalismos, populismos. Mucha preocupación de ambos por decir frases que pasen a la Historia. A la historia de los libros de autoayuda. “La Constitución es flexible, pero no de plastilina”, dijo González. “Descentralizar no es centrifugar el poder”, añadió.

Foto: Felipe González, Soledad Gallego-Díaz y José María Aznar. (EFE)

La lealtad constitucional incluye su reforma, pero no es romper las reglas, quedarte con lo que no es tuyo, o dar un golpe de Estado. Las únicas propuestas que estoy escuchando son rupturistas, enloquecidas, o que cabe todo”, dijo Aznar, que recordó la intervención “acertadísima del rey de España”. Nada nuevo bajo el sol ni bajo el techo del Colegio de Arquitectos de Madrid, donde se celebró el acto.

González, quizá viendo que la audiencia se estaba aburriendo, recordó que “hemos pasado de un bipartidismo imperfecto a un cuatripartidismo perfecto, como todo el mundo sabe”. Aznar aprovechó la presencia de la ministra de Hacienda para pedirle que no subiera más los impuestos. Risas tímidas en la sala.

Citas a Churchill, menciones a la santísima trinidad de la política conservadora. Mucha preocupación de ambos por decir frases que pasen a la Historia

Después de marear la perdiz, uno de ellos pronunció la palabra mágica: Cataluña. “Los sentimientos no son generadores de derechos. Las reglas se respetan, el orden se respeta”, dijo Aznar. “No se dan cuenta de que toda negociación se fundamenta cuando se cree que además de ganar algo se puede perder algo. Están más cerca de perder autonomía que de ganar independencia”, dijo Felipe, tan bronceado como su eterno rival. O quizá ya no tanto. Imagino a Campo Vidal, presente en la sala, con ganas de subirse al escenario a sacudirles a ambos, a ver si espabilaban.

Después de más de dos décadas de odio, al final lo que les une es el odio a Puigdemont y a Iglesias. Y la melanina.

Esta mañana recordé casi cuatro minutos de infarto. Hace 25 años, Manuel Campo Vidal pedía, casi suplicaba, que Felipe González y José María Aznar hicieran una intervención final sin ataques personales en un debate electoral televisado por Antena 3. “Él ha exigido intervenir el último”, interrumpía Aznar, que ya por entonces seguía teniendo una movilidad facial extraordinariamente limitada al labio inferior y la barbilla. González replicaba con toneladas de sarcasmo: “Tiene cierto interés quién ha pedido exigencias y de qué manera”. Campo Vidal estaba desencajado y yo 25 años después me retorcía en la silla de mi salón. Qué violencia contenida. Qué dos bestias pardas. Qué lucha de gigantes.

José María Aznar