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12 de octubre: una fiesta y un aguafiestas
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Ángeles Caballero

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12 de octubre: una fiesta y un aguafiestas

Por el tramo de Castellana por el que discurren los Nuevos Ministerios ya hay mucha gente guardando sitio. Más España Quechua que España El Ganso, maravillosamente democrático

Foto: Público y Fuerzas Armadas, durante el tradicional desfile del 12 de octubre. (EFE)
Público y Fuerzas Armadas, durante el tradicional desfile del 12 de octubre. (EFE)

El día de la Hispanidad es la 'happy hour' de la democracia. Y desde bien temprano. La línea 27 de autobús, que sale de Embajadores y 'muere' en Plaza de Castilla, va repleta de gente a eso de las diez de la mañana. Hay pocas banderas y muchos turistas camino de la fiesta del 12 de octubre. Una familia habla en catalán y yo pego la oreja. Le van explicando al niño dónde está el jardín Botánico y el Museo del Prado, aunque el pequeño lo que busca desesperadamente con la mirada es la Cibeles. Vienen a pasar el puente y cuando acabe el desfile harán el Tour del Bernabéu. Son, como diría Rajoy, catalanes que hacen cosas.

Un señor de unos 70 años, bandera en la mano de notable tamaño, le afea a uno de los vendedores la mala calidad de su material. “Hoy los que se forran son los chinos, con esos palos de plástico”, dice. El mástil de la suya es de madera y tiene aspecto de haber tenido muchas vidas y muchas celebraciones.

placeholder Un hombre coge sitio para presenciar el desfile del 12 de octubre. (Foto: Ángeles Caballero)
Un hombre coge sitio para presenciar el desfile del 12 de octubre. (Foto: Ángeles Caballero)

Por el tramo de Castellana por el que discurren los Nuevos Ministerios ya hay mucha gente guardando sitio. Más España Quechua que España El Ganso, maravillosamente democrático. Los hay que vienen en Cercanías desde Fuenlabrada, otros andando desde apenas unas cuantas manzanas. Jóvenes y no tanto, gordos y flacos, tronistas de Mujeres y Hombres y Viceversa y fans de Taburete, latinoamericanos y castizos. Hoy se han dejado el pitufo gruñón que todos llevamos dentro en casa y vienen a disfrutar, que para eso es fiesta. El que crea que esto es un encuentro de fachas no se ha enterado de nada.

Un veterano de la Legión acude con su mujer y su hija, de unos cuatro años. Sonríen, destilan amabilidad. Él no quiere saber nada de abucheos porque dice que lo que importa es "el respeto a las instituciones". Es el primer año que acude con la niña y solo pide que la gente se comporte.

Dos jubiladas aguardan pacientes en la primera fila. Pelo corto, mucha laca y el tinte café con leche de todas las señoras de España. Detrás de mí, una familia numerosa de brasileños. Como mi portugués deja mucho que desear escucho a las señoras, que son una tribu urbana siempre aguerrida que tiene muy claro lo que hay que hacer en cada momento. "Yo lo que hacía es quitar todos los partidos y solo una persona a gobernar", como Franco.

Después de esta lección de Educación para la Ciudadanía me cambio de sitio. Desde una vivienda cercana sale el himno que compuso Pemán y que tararean algunos de los presentes. Yo me sé mejor la de Banderita porque me gustaba mucho vérsela cantar a Maruja Díaz. Ambas músicas alternarán el resto de mi desfile.

En los encuentros festivos siempre hay uno que lidera las bromas buscando el jolgorio del personal. Y siempre las dice con unos cuantos decibelios de más para que todos captemos que España ha perdido un gran humorista. "A ver si vemos a las infantas de Naranja y de Limón", dice. Ni los de su familia le ríen semejante gag de calidad. "Que nos traigan al otro, que tenía mejor cara", grita. El de mejor cara, atención, es Mariano Rajoy. Alguien, móvil en mano, nos cuenta que a Pedro Sánchez le han caído abucheos. Algo totalmente inesperado, sin duda.

La pareja que tengo al lado gasta al menos el equivalente a un Salario Mínimo Interprofesional solo en gimnasio y peluquería y hacen que me avergüence de mi pelo y mis cejas. Pero el lamento dura poco porque empieza el desfile. Porque empiezan los aplausos. "Jessi, pásame la chaqueta del niño", grita una de mis vecinas.

Foto: Pedro Sánchez saluda a los Reyes en presencia de Begoña.

Los presentes tienen ganas de pasarlo bien. Aplauden a los paracaidistas y al mismo tiempo hacen bromas sobre si son seres humanos o muñecos. "¡Un Geyperman!", grita una treintañera. Hay especial alborozo con la guardia civil, con el pastor alemán que lleva uno de los coches de la Policía Nacional, con la cabra/carnero de la Legión. Centenares de hombres (y muchas mujeres) con un Índice de Masa Corporal pluscuamperfecto. Una niña de tres años exclama: "¡Qué pibones!". Esa niña llegará lejos.

Sigue lloviendo. El hombre del tiempo que hoy es el móvil ha vuelto a confundirse. Pasan los Reyes y un veinteañero mudo hasta ese momento le grita a Felipe VI: "¡Haz algo en vez de saludar, payaso!". ¿Le pide que trabaje? ¿Qué haga algo con Cataluña? ¿Acaso quiere que se divorcie? Los abucheos casi unánimes se los lleva Pedro Sánchez a su paso. Gritos de "fuera" y pulgares hacia abajo. Normal, ¿a quién le gusta que se acabe una 'happy hour'?

El día de la Hispanidad es la 'happy hour' de la democracia. Y desde bien temprano. La línea 27 de autobús, que sale de Embajadores y 'muere' en Plaza de Castilla, va repleta de gente a eso de las diez de la mañana. Hay pocas banderas y muchos turistas camino de la fiesta del 12 de octubre. Una familia habla en catalán y yo pego la oreja. Le van explicando al niño dónde está el jardín Botánico y el Museo del Prado, aunque el pequeño lo que busca desesperadamente con la mirada es la Cibeles. Vienen a pasar el puente y cuando acabe el desfile harán el Tour del Bernabéu. Son, como diría Rajoy, catalanes que hacen cosas.

Pedro Sánchez Rey Felipe VI