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Madrid Games Week: no eres tú, soy yo
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Ángeles Caballero

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Madrid Games Week: no eres tú, soy yo

Me bastaron cinco minutos para darme cuenta de que en ese ambiente yo no era más que una “Barbie de geriátrico”, como le dijo Victoria Beckham a Ana Obregón en una pelea de gimnasio

Foto: Varios jóvenes juegan en la Madrid Games Week este jueves. (EFE)
Varios jóvenes juegan en la Madrid Games Week este jueves. (EFE)

Empecemos con un ejercicio de sinceridad: en casa no hay consolas, ni siquiera iPad. Aclaremos también: no soy amish, tengo un teléfono móvil, un par de ordenadores y electricidad. Lo mío con los videojuegos no son prejuicios, sino indiferencia. No me interesa ocupar mi tiempo matando gente con un mando ni superando pruebas de supervivencia. Prefiero el vino tinto y unas gambas.

Ifema celebra Madrid Games Week, un encuentro de apasionados del sector de los videojuegos, de los que trabajan en la industria y de los que la consumen. Quise saber por qué les gusta tanto. Si los raros son ellos o soy yo. Me vestí de joven para la ocasión, vaqueros, zapatillas, jersey rosa y mochila. Me bastaron cinco minutos para darme cuenta de en ese ambiente yo no era más que una “Barbie de geriátrico”, como le dijo Victoria Beckham a Ana Obregón en una pelea de gimnasio. Y ni siquiera Barbie, porque me sobran unos cinco kilos.

No me interesa ocupar mi tiempo matando gente con un mando ni superando pruebas de supervivencia. Prefiero el vino tinto y unas gambas

Entré a la vez que una familia con carrito de bebé y una niña de la mano. Antes de meterme ahí con los míos preferiría clavarme un tenedor en la rótula, pero llego pacífica, democrática y tolerante. Me cruzo con un veinteañero que lleva pantalones de chándal con dibujo de esqueleto, otro con pantalones de MC Hammer, otro disfrazado de Keanu Reeves en 'Matrix' (estas referencias denotan mi edad), hay melenas de colores y varios gorros de lana. Verde y azul, en ellos y en ellas, algún rosa y morado por ahí. Abundan los fofisanos, el color negro, el despeinado. Estoy en familia.

placeholder Una valiente con un carrito y su bebé
Una valiente con un carrito y su bebé

El pabellón 12 se parece mucho a la película 'Rompe Ralph' pero sin olor a palomitas. Hay speakers que de tan animados denotan cierto histerismo, la música suena muy alta, regalan piruletas y todos los carteles incluyen palabras como dark, combat, fight. Como soy hipotensa perdida, lejos de ponerme nerviosa me animo.

Me recibe el stand (se sigue llamando así, ¿verdad?) de una universidad que ofrece un grado de creación y narración de videojuegos, pero me dirijo decidida a una cola de jovenzanos que esperan ansiosos a que les toque el turno para jugar. Como entiendo poco a qué se debe semejante interés pregunto: “Es un juego de percusión basado en los tambores japoneses. A la gente le gusta mucho porque incluye música de series de cuando éramos pequeños, como 'Dragon ball'”. A ver, será de tu infancia, porque la mía fue de Dartacán y Candy Candy.

placeholder  Prioridades. Unos juegan, otros descansan
Prioridades. Unos juegan, otros descansan

Están las marcas clásicas del sector y están las que han visto una oportunidad de negocio. Por eso Nintendo y XBOX son vecinos de Mapfre y Carrefour. Hay bastantes mujeres y bastantes niños, ni rastro de corbatas pero decenas de sudaderas. Hay profesionales de la cosa y meros curiosos, se venden gorras y algunos van vestidos de peluche como en Disneyland Paris. Hay un apartado en el que se venden sillas especializadas en gaming que llegan a costar 250 euros.

Hablo con Eduardo Cueto. Es licenciado en Filología Inglesa y graduado en creación de videojuegos por ESNE. Me cuenta que un gamer pata negra puede llegar a gastarse entre 3.000 y 4.000 euros en equiparse (para que luego digan que el golf es caro), que no es lo mismo hacer un videojuego que jugarlo y que por eso es una salida laboral compleja. También que la vida profesional de un jugador es más corta que la de una top model, porque con más de 23 años estás ‘muerto’. Que guionistas de cine y televisión aparecen ahora en los créditos de los mejores videojuegos del planeta, que faltan desarrolladores, que aquí también hay fuga de cerebros.

Hay speakers que de tan animados denotan cierto histerismo, regalan piruletas y todos los carteles incluyen palabras como dark, combat, fight

Empieza a dolerme la cabeza con tanto ruido. De fondo suena la canción que he bailado en verano en clase de zumba en la playa. Al salir me encuentro con dos viejos conocidos que se llaman FIFA y NBA y acelero el paso. Entonces me doy cuenta de que lo mío no son prejuicios y tampoco indiferencia, sino temor. Miedo a engancharme y que me guste casi tanto como la máquina de pinball de los recreativos de mi infancia. Cojo uno de los periódicos que permanecen intactos desde primera hora de la mañana. Necesito papel para entretenerme mientras vuelvo a casa. La rara soy yo.

placeholder Periódicos sin tocar, apilados y mi entretenimiento para la vuelta.
Periódicos sin tocar, apilados y mi entretenimiento para la vuelta.

Empecemos con un ejercicio de sinceridad: en casa no hay consolas, ni siquiera iPad. Aclaremos también: no soy amish, tengo un teléfono móvil, un par de ordenadores y electricidad. Lo mío con los videojuegos no son prejuicios, sino indiferencia. No me interesa ocupar mi tiempo matando gente con un mando ni superando pruebas de supervivencia. Prefiero el vino tinto y unas gambas.

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