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Rastrillo Nuevo Futuro: beneficencia, matriarcado y que viva España
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Ángeles Caballero

Ideas ligeras

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Fotografía: Carmen Castellón

Rastrillo Nuevo Futuro: beneficencia, matriarcado y que viva España

Este rastrillo es esa generación de señoras permanentemente bien peinadas, esculpidas por el mismo cirujano plástico, elegantes y con expresiones como “de toda la vida” o “bueniiisssimo”

El infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras. También de señoras incansables como las que pueblan el Rastrillo de Nuevo Futuro, que se celebra esta semana en Madrid y que cumple este año el 50 aniversario. A ellas les da igual quién gobierne en el ayuntamiento (es un decir); cada mes de noviembre llenan el pabellón que sea (este año es el de Cristal de la Casa de Campo) en busca de una ganga, de flamenquito, del famoso de turno, del vino blanco bien frío, de gastar por una buena causa, de estar “tan agustito”, que diría Ortega Cano. Todo sea por los niños. Y porque muchas, para qué negarnos, no tienen necesidad de pedir un día libre en el trabajo.

El Rastrillo de Nuevo Futuro es muchas cosas, pero sobre todo es un matriarcado. Es esa generación de señoras permanentemente bien peinadas, esculpidas por el mismo cirujano plástico, elegantes y con expresiones como “de toda la vida” o “bueniiisssimo”. Mujeres divertidas a las que acompañan hijas y que se arrancan por sevillanas a la mínima. También compran cosas, claro, de toda la vida.

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Foto: Carmen Castellón.

Es el paraíso para los amantes de las batas y los camisones, las buenas familias, las joyas, pieles y cosas de casa, la gastronomía y los trajes de flamenca, los muebles que no pegan con el catálogo de Ikea. “Aquí todos somos honraos”, espeta una señora en un puesto en el que venden Lotería de Navidad. Es complicado entrar y que no se te creen necesidades. Por si acaso, hay un cajero de Bankinter y hasta peluquería.

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Foto: Carmen Castellón.

La agenda de actividades incluye una rifa “animada por Michi Primo de Rivera”, el Rey emérito ha donado cuatro chaquetas (dos de ellas son tebas) y está prevista una cena para 150 mujeres que forman parte de la Asociación Internacional de Damas Chinas. Por qué nadie me había informado de la existencia de semejante institución. También hay damas conocidas, como Natalia Figueroa, Tessa de Baviera (que lleva un bolso con sus iniciales), Simoneta Gómez-Acebo y la doctora Grajal, de nombre Mª Ángeles, que es mujer del torero Jaime Ostos. Lo que no hay es prisa. Otro lujo.

Entre los puestos más fascinantes, uno del pintor urbano Galindo con homenajes a la baronesa Carmen Thyssen y a la infanta Pilar de Borbón. En uno de los cuadros la retratada es una mezcla de Aída Nízar y María José Cantudo. Me acerco y es la jequesa de Qatar. Ok.

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Foto: Carmen Castellón.

Mi 'stand' favorito, de lejos, es uno que vende uniformes para el servicio doméstico mezclados con paraguas y delantales de la bandera de España. No hay rastro de Cristina Cifuentes, con lo que le gustaría, aunque sí hay políticos del PP. Es la hora de la comida y llegan tres tenores populares, los alcaldes de Majadahonda, Boadilla y Alcorcón. Tampoco hay rastro de Marta Higueras, teniente de alcaldía de la capital, aunque fuentes de la organización dicen que ha venido en ediciones anteriores. Ayer estuvo Ángel Garrido, presidente de la Comunidad de Madrid, y el domingo asistirá la reina Sofía a la clausura.

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Foto: Carmen Castellón.

“Llevo viniendo muchos años y esto no es lo que era. Demasiada segunda mano, por no hablar de que cualquier cosa de las que hay aquí te la encuentras en el mercadillo de Majadahonda a mitad de precio”, cuenta una mujer que ha venido con sus cinco amigas. Hay bolsos de Loewe pero más de Michael Kors, que es otra manera de decir que esto no es lo que era.

Para una primeriza como la que escribe, es un escenario que satura y requiere reposo. También mandar los prejuicios un rato a paseo (difícil hacerlo por culpa de una rumbita de fondo que destroza ‘Lágrimas negras’), por eso conviene recordar que desde su fundación, Nuevo Futuro ha atendido a más de 11.300 menores. “A veces tememos que esta semana fagocite la labor que se hace durante el año”, lamenta Pina Sánchez, su presidenta. Su hija ha venido desde Estados Unidos solo para echar una mano estos días. “¡Y tiene cuatro hijos!”, recalca.

Nieves es voluntaria de un puesto, Comala, y ronda los 40 años. Es, como muchas, de las que venían de pequeñas al Rastrillo a ayudar a sus progenitoras. “Aquí hay muchas horas de trabajo y organización, porque hay voluntarias que somos madres y profesionales”, aclara. Según datos de la organización, 1.200 voluntarios hacen posible esta fiesta y solo esta semana esperan recaudar el 25% de la financiación de los hogares que gestionan en España, Portugal, Colombia, Santo Tomé y Príncipe y Perú.

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Foto: Carmen Castellón.

Son las 15:30 de la tarde. Se escuchan aplausos a la altura de La Venta del Toro. Al alcalde de Boadilla del Monte le están imponiendo un delantal. Da las gracias a las mujeres que lo han hecho posible, alaba la labor del Rastrillo y aprovecha la ocasión que le brindan (nunca mejor dicho) para recordar que “algún ayuntamiento” no lo ha puesto del todo fácil, pero que él, Antonio González Terol, estaría encantado de albergar esta causa. Más aplausos. Grita “¡viva España!”. El 'stand' se viene abajo. Algún animador se atreve a gritar “presidente”. Es por los niños, me repito, que también son incansables. Como las señoras del Rastrillo.

El infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras. También de señoras incansables como las que pueblan el Rastrillo de Nuevo Futuro, que se celebra esta semana en Madrid y que cumple este año el 50 aniversario. A ellas les da igual quién gobierne en el ayuntamiento (es un decir); cada mes de noviembre llenan el pabellón que sea (este año es el de Cristal de la Casa de Campo) en busca de una ganga, de flamenquito, del famoso de turno, del vino blanco bien frío, de gastar por una buena causa, de estar “tan agustito”, que diría Ortega Cano. Todo sea por los niños. Y porque muchas, para qué negarnos, no tienen necesidad de pedir un día libre en el trabajo.