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Carta de amor efímero a Oriol Junqueras
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Ángeles Caballero

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Carta de amor efímero a Oriol Junqueras

Durante unos segundos me he enamorado de Oriol Junqueras. Que tiene muchísimo mérito por su parte, porque estábamos en un interrogatorio en el Supremo, no en una cena con velas

Foto: Imagen tomada de la señal institucional del Tribunal Supremo de la declaración del exvicepresidente de la Generalitat y principal acusado, Oriol Junqueras. (EFE)
Imagen tomada de la señal institucional del Tribunal Supremo de la declaración del exvicepresidente de la Generalitat y principal acusado, Oriol Junqueras. (EFE)

Este jueves era San Valentín y durante unos segundos me he enamorado de Oriol Junqueras. Que tiene muchísimo mérito por su parte, porque estábamos en un interrogatorio en el Supremo, no en una cena con velas.

Cómo no caer rendida ante un hombre que dice que ante todo es padre, profesor universitario, que manifiesta el placer que le supone hablar en castellano. Que proclama su amor a España y a la cultura española, aunque sea esa misma España la que le somete a un juicio político por culpa de sus ideas pacifistas. Que no le deja expresarse porque lleva año y pico sin poder hablar. Con lo que le gusta.

Somos almas gemelas, Oriol, si hasta vamos a misa los domingos.

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Otra cosa es que lo de no contestar a las acusaciones se lo hemos visto, en pasadas ocasiones, a señores que se dedicaban a defender sus ideas pistola en mano. Y eso que has recurrido al humanismo cristiano, a tu educación italiana, a lo intachable de tus ideas, a tu pacifismo sin medida, a la libertad, igualdad y fraternidad que rigen tu vida, a que eres primer espada de un partido político sin casos de corrupción.

“Somos muchas cosas, además de independentistas; somos buenas personas”, has dicho con la voz entrecortada. Cómo te entiendo ahora, Soraya Sáenz de Santamaría.

Has hablado de una mesa de diálogo en la que la otra silla siempre estaba vacía, de objetivos nobles, de moral y de decencia, tan válidos para la república catalana como para la monarquía española. Válidos aquí y en la China Popular. Qué recuerdos, Josep Lluís.

Foto: Oriol Junqueras, ante el Tribunal Supremo. (EFE)

También de aquellas movilizaciones para defender las ideas que se iban superando una a una en originalidad, como las tomaduras de pelo de ARCO o las 'performances' de Marina Abramovic.

No sé si has respondido a un interrogatorio de tu abogado o estabas intentando convencer al director de una sucursal bancaria para que te concediera un crédito, pero esa parte me ha encantado. Y todo, todo, con la banda sonora de fondo de esas Jornadas Mundiales de la Juventud que nos querías hacer creer que eran las manifestaciones. Repletas de gente que solo sabía expresarse dándose la mano, con claveles y canciones como el Virolai, “un cántico dedicado a la madre de Dios”.

No sé si has respondido a un interrogatorio de tu abogado o estabas intentando convencer al director de una sucursal para que te concediera un crédito

“Como acusado, tiene todo el derecho a mentir”, me ha dicho un colega periodista catalán en el receso. Qué sabrá él. De ti y del amor.

Durante un momento no sabía si era testigo de un mitin político o de una sesión de 'mindfulness'. Pero he de confesar que los bostezos en el lado de la defensa y los resoplidos de la acusación popular me han despertado. Luego has recurrido a Churchill y he fruncido el ceño. Luego me ha parecido que decías “democratic mandate” y me he venido abajo en lo del encandilamiento.

En todo caso, he de decirte que a Elsa Artadi y a Ester Capella, presentes en la sala, todos tus argumentos les han parecido extraordinarios. Sus movimientos de cabeza, los cuchicheos y las risas de ambas no parecían adecuados para la seriedad de las acusaciones, pero estaban disfrutonas.

Foto: La declaración del exvicepresidente de la Generalitat y principal acusado, Oriol Junqueras. (EFE)

De ahí hemos pasado a mayores. Durante el interrogatorio del fiscal a Joaquim Forn, otro de los acusados, hemos escuchado las carcajadas de algunos de los asistentes ante las preguntas de Fidel Cadena. El juez Marchena, hierático y rotundo, amenazó con el desalojo de los que volvieran a optar por las risas. “Poca broma”, dijo Carles Campuzano a su compañero de banco con cara de pillo.

A las 13:35, Marchena bostezó. A las 14:05, se dejó caer en el respaldo de su silla. No es buen día, a pesar de la fecha, para dar rienda suelta a las pasiones.

Este jueves era San Valentín y durante unos segundos me he enamorado de Oriol Junqueras. Que tiene muchísimo mérito por su parte, porque estábamos en un interrogatorio en el Supremo, no en una cena con velas.

Oriol Junqueras