Es noticia
Sin novedad en el frente (popular)
  1. España
  2. Ideas ligeras
Ángeles Caballero

Ideas ligeras

Por

Sin novedad en el frente (popular)

A las tres de la tarde no cabía un alfiler en la terraza de un bar cercano al colegio Santa María del Pilar, en Retiro. Las familias disfrutan de lo votado y de la paella del aperitivo

Foto: Un hombre acude a votar a un colegio este 10-N. (EFE)
Un hombre acude a votar a un colegio este 10-N. (EFE)

Un poco antes de las diez de la mañana lucía el sol en Madrid, en una de esas preciosas mañanas que nos regala el otoño. Cruzaba el paso de cebra de la calle de Serrano un joven altísimo. Jugador de baloncesto, para más señas. Jugador del Estudiantes, concretamente. Con cara de sueño, Edgar Vicedo llegaba al instituto Ramiro de Maeztu dispuesto a calentar los músculos tirando a canasta. Cuatro horas después, su equipo perdería en el Wizink Center contra el Andorra.

Otro olor a derrota se palpaba ya a esas horas. En este caso, para la izquierda. El colegio electoral vecino al Ramiro lucía como todo lo que hay en El Viso. Limpísimo, ordenadísimo, conjuntadísimo.

[Las elecciones generales, en directo]

Un padre treintañero vestido de domingo (chaleco azul marino de plumas), vaqueros, polo de manga larga de rayas anchas rosas y azules, se dirigía con ganas a depositar su voto en la urna. Con cada una de sus manos agarraba a sus dos hijas, menores de cinco años. Vestidas iguales, de arriba a mano, desde las Merceditas grises hasta el pompón de pelo de los gorros. Solo una se distinguía de la otra por la bandera de España que sujetaba en las manos. La fiesta rojigualda de la democracia. La nuestra.

En la puerta del colegio, un par de taxis aguardaban pacientes la llegada de los pasajeros. Octogenarios, melenas blancas y tonos oscuros. Los hijos les ayudaban a entrar en el vehículo. A las once llegaba una apoderada de Vox. Melena larguísima, tacones anchos y cómodos, el orgullo por bandera. Ya estaba en las convocatorias de abril y mayo. Se nota, se siente, y que viva el verde.

placeholder Preparativos en el CEIP Ortega y Gasset de Madrid para las elecciones. (EFE)
Preparativos en el CEIP Ortega y Gasset de Madrid para las elecciones. (EFE)

A media mañana, dos apoderados de Más País caminaban algo despistados por el centro dotacional integrado de Arganzuela. Agarrados a sus carpetas con la cara del líder como se agarraba la que escribe a la suya forrada con fotos de David Summers hace varias décadas. Pidiendo atención, algo de caso. Los colegas de Unidas Podemos les daban algo de cuartelillo. Poca gente a esas horas en comparación con las anteriores generales. Claro que ahora hace más frío. Claro que ahora hay menos ganas.

“Va por rachas, antes ha venido bastante gente”, dice una de las apoderadas moradas. “Suerte”, le desea una mujer que ya ha votado. “A ver…”, dice con resignación. Hay gente haciendo tiempo con el apoderado del PSOE, otro clásico. En la puerta, un galgo gris aguanta el frío con su dueña. En una de las mesas electorales está el actor José Luis Gil. El señor Cuesta, de 'Aquí no hay quien viva'. Enrique Pastor, en 'La que se avecina'. Un político demasiado honrado que acaba siendo alcalde por su partido ACDC (Acción Ciudadana por la Democracia y la Cultura). Tiene la misma cara de sueño y hastío que el alero del Estu, así que mejor no molestarle.

“¿Has votado a Ciudadanos?”, pregunta un padre a su hijo. El niño (unos diez años) dice que sí, que son los que le gustan. “Muy bien”, responde el padre

A las tres de la tarde no cabía un alfiler en la terraza de uno de los bares cercanos al colegio Santa María del Pilar, en Retiro. Muchas familias disfrutan de lo votado y de la paella del aperitivo. “¿Has votado a Ciudadanos?”, pregunta un padre a su hijo. El niño (unos diez años) dice que sí, que son los que le gustan. “Muy bien”, responde el padre. “¡Pero si tú has votado al PP, papá!”, protesta el menor. “It’s a secret!”, bromea el progenitor con los amigos.

Qué alegría, qué alboroto. Qué olor a victoria. Y qué bien resiste el frío la derecha. Si hay terceras elecciones, aún hay tiempo de hacer ACDC realidad.

Un poco antes de las diez de la mañana lucía el sol en Madrid, en una de esas preciosas mañanas que nos regala el otoño. Cruzaba el paso de cebra de la calle de Serrano un joven altísimo. Jugador de baloncesto, para más señas. Jugador del Estudiantes, concretamente. Con cara de sueño, Edgar Vicedo llegaba al instituto Ramiro de Maeztu dispuesto a calentar los músculos tirando a canasta. Cuatro horas después, su equipo perdería en el Wizink Center contra el Andorra.

Madrid
El redactor recomienda