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El miedo, el clasismo y los menores de Hortaleza
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Ángeles Caballero

Ideas ligeras

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El miedo, el clasismo y los menores de Hortaleza

En Getafe, como en todas partes, también hay clases y clasismo. Hay aspiraciones y expectativas truncadas. Hay algo que nos empuja a aceptar lo justo, a integrar sin pasarse

Foto: Decenas de vecinos de Hortaleza se concentran frente a la Residencia de Primera Acogida de Hortaleza. (EFE)
Decenas de vecinos de Hortaleza se concentran frente a la Residencia de Primera Acogida de Hortaleza. (EFE)

Hace muchos años, al final de mi calle se empezó a construir un centro de atención integral a drogodependientes. “Lo que nos faltaba, esto lleno de drogatas”, se escuchaba en el barrio. Se escuchaba y se decía en mi calle y en otras, todas pertenecientes al barrio getafense de La Alhóndiga, donde viví desde que vine a este mundo hasta los 19 años.

El explosivo en el centro de menores de Hortaleza pone el foco en discursos de odio

Mi barrio era y es humilde, lleno de currantes. Los había peores, como Las Margaritas, que hoy acoge la Universidad Carlos III, pero que tiempo ha fue “un nido de quinquis”. Lo decían mis vecinos, lo decían algunos de mi familia. Y mejores, como la calle Madrid, donde una vez abrieron un Benetton y fue uno de los momentos más emocionantes para los alumnos de escuela concertada como esta humilde servidora. Mis amigas me regalaron un jersey por mi cumpleaños. Me vi más guapa ese día.

En Getafe, como en todas partes, también hay clases y clasismo. Hay aspiraciones y expectativas truncadas. Hay algo que nos empuja a aceptar lo justo, a integrar sin pasarse. Donde esté una tienda de marca que se quite un vertedero, que se quite cualquier atisbo de pobreza, de precariedad, de lo feo que tiene la vida. Bastante tenemos con lo nuestro.

Foto: Granada de mano encontrada en el centro de menores ayer. (EC)

Ese centro sigue en pie. Si hubo protestas al principio, no lo recuerdo. Sí sé que mi memoria, frágil para lo importante y eficacísima para lo liviano, no registra enfrentamientos graves. Que forma parte del paisaje del barrio y que delante han puesto unas mesas para jugar al parchís y al ajedrez.

Durante un tiempo, muy cerca de ahí, en plena carretera de Toledo, un autobús suministraba metadona a los enfermos. Había que sacarles del pueblo. Hoy, ese hueco lo ocupan un Mercadona y un Lidl y un montón de pisos nuevos ocupados por antiguos votantes de Ciudadanos.

En Hortaleza, hay un par de centros de acogida a menores. Los ocupan migrantes, pero también los hay más patrios que el jamón ibérico. Laura lleva 18 años trabajando en uno de ellos. Su discurso no es apocalíptico, tampoco cursi y buenista. Dice que no es tanto que falte voluntad política, sino que la solución al problema hay que pensarla en tiempos infinitamente superiores a escribir un tuit, a rebuznar en caliente. “Cuando se piden más recursos y se anuncia que se dedican a construir un centro de acogida, el pueblo se rebela”, dice.

"Cuando se piden más recursos y se anuncia que se dedican a construir un centro de acogida, el pueblo se rebela"

El tono de Laura es pausado. Hoy, el porcentaje de migrantes es muy alto, habla de problemas de espacio. Pero hay otros síntomas. “Pertenecen a familias desestructuradas, y a muchos les cuesta la convivencia, asumir ciertas normas, ciertas responsabilidades”, explica. No habla de partidos políticos, ni de discursos xenófobos o de odio. Sabe que trata con víctimas, con menores, pero también con vidas complicadas que requieren tiempo, paciencia y un futuro.

Su trabajo, dice, consiste en enseñarles cosas básicas, que van desde normas de higiene a habilidades sociales. También se preocupan por formarles y enseñarles nuestro idioma, ya que, en su mayoría, proceden de Marruecos y de países subsaharianos. Y aunque ahora no sea tan acuciante como en otros momentos, las adicciones siguen siendo uno de los grandes caballos de batalla. “Es tan barato el pegamento…”, afirma.

“Son menores, les preocupa lo mismo que al resto. Les encantan las marcas, y aunque les damos mucha ropa, les gusta vestir de una determinada manera. No se fijan en el hijo de un cirujano, sino en los famosos, porque lo de las redes sociales lo aprenden a la primera”. Laura se ríe por primera vez en la conversación. No quiere que el impacto de la noticia dure lo que un suspiro.

Ayer tiraron una granada a un centro de primera acogida en Hortaleza. Lleno de niños marcados por la desesperanza y con una infancia de mierda

Y la noticia es que ayer tiraron una granada a un centro de primera acogida en el madrileño barrio de Hortaleza. Lleno de niños marcados por la desesperanza y con una infancia de mierda. Rodeados de vecinos que les tienen miedo. Un miedo como el que tenían mis vecinos ante los drogatas.

Pero son menores de edad, desgraciados. Ojalá nunca os toque. Ojalá alguien os abra las puertas. Ojalá tener solo miedo de nosotros mismos.

Hace muchos años, al final de mi calle se empezó a construir un centro de atención integral a drogodependientes. “Lo que nos faltaba, esto lleno de drogatas”, se escuchaba en el barrio. Se escuchaba y se decía en mi calle y en otras, todas pertenecientes al barrio getafense de La Alhóndiga, donde viví desde que vine a este mundo hasta los 19 años.

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