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Ángeles Caballero

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Moncloa bien vale una mesa

Rufián se manejó dentro de lo previsible (lo malo que es el Estado español opresor) y de lo importante (la precariedad). Renunció al 'España nos roba', pero no a Alejandro Sanz

Foto: Gabriel Rufián, durante el pleno de investidura. (Reuters)
Gabriel Rufián, durante el pleno de investidura. (Reuters)

El arcángel Gabriel (Rufián) remontó una tarde llena de intervenciones con resultado desigual. Sabía el portavoz de ERC que era uno de los más esperados y tuvo un poco de todo para todos. Rechazó la violencia y los bloques, definió la resolución de la Junta Electoral Central como golpe de Estado. Felicitó a Sánchez por su cambio de opinión y su giro hacia la senda del diálogo con un sarcasmo que maneja con altura. Y que sin mesa no hay paraíso.

[La investidura de Sánchez, en directo​]

Rufián se manejó dentro de lo previsible (lo malo que es el Estado español opresor) y de lo importante (la precariedad). Renunció al 'España nos roba', pero no a Alejandro Sanz. Bien, Gabriel, bien.

Foto: El primer ministro en funciones de España, Pedro Sánchez. (Reuters) Opinión
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El candidato a presidente tenía dos o tres frases exactamente iguales para cada uno de los intervinientes. Porque en este turno vespertino Sánchez quería agradar, dada la necesidad de un puñado de votos para continuar en la Moncloa. Así que les dio las gracias a todos y les prometió el cielo. Bajó un par de tonos la voz y mostró una afabilidad algo impostada, aunque se agradece tras el griterío y lo bronco de la mañana.

No fue así con la líder de Coalición Canaria, que fue la Ana Oramas que le gusta a Jiménez Losantos. Le dijo a Pedro que no cuente con su voto. Al terminar, se acercó al presidente y a la vicepresidenta en funciones y se encogió de hombros. Ella no quería, pero...

Al principio de la sesión hubo calma. Demasiada. A la misma hora a la que Pablo Iglesias comenzaba a hablar, empezaban los telefilmes alemanes y estadounidenses en la televisión. Con sus tramas pastoriles los primeros, con sus psicópatas los segundos.

En otra de las cadenas televisivas hablaban del tema que importa más a España: la ruptura de Edmundo Arrocet y María Teresa Campos. Jugaba el Madrid. Había tan escaso interés que se ausentaron unos cuantos diputados, también algunos de los Zidanes del periodismo.

Gabriel Rufián: "Si no hay mesa no hay legislatura".

El líder de Unidas Podemos es un tipo aplicadísimo. Se pasó la mañana escuchando y tomando nota. Formal, comedido. Dio un discurso que demuestra que es buen orador, que los libros de su biblioteca se los ha leído. Es listo, sabe poner el foco, pero no es infalible.

Lo de los "exiliados" del 'procés', por mucho que le guste, chirría a parte de sus votantes. No hizo esta vez de pastor protestante conciliador. Abroncó un pelín, pero tenía ganas de abrazarse con Pedro. Ahora sí. Chocaron las manos, se miraron con arrobo. Es la historia de un amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal.

El resto de formaciones políticas tuvieron poco protagonismo. Teruel existe e importa, Cantabria también, Laura Borràs define algunas de las cosas que no le gustan como "españolísimas". Garzón estuvo correcto, Asens atropellado pero con el mismo tono de piel que mi añorado Carlos Floriano. Baldoví se sacó una bolsita de tila del bolsillo.

La bancada de la derecha, que diría Sánchez, volvió a estar juguetona. Con interrupciones, salidas de tono y algo de pataleo. Convendría algo de nivel. O más bien de educación.

El arcángel Gabriel (Rufián) remontó una tarde llena de intervenciones con resultado desigual. Sabía el portavoz de ERC que era uno de los más esperados y tuvo un poco de todo para todos. Rechazó la violencia y los bloques, definió la resolución de la Junta Electoral Central como golpe de Estado. Felicitó a Sánchez por su cambio de opinión y su giro hacia la senda del diálogo con un sarcasmo que maneja con altura. Y que sin mesa no hay paraíso.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Gabriel Rufián Moncloa Ana Oramas