Ideas ligeras
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Jorge Javier Vázquez: entre Galdós y Pijoaparte
'Puedes sacar al chico del barrio, pero no el barrio del chico': el vecino del octavo tercera sin ascensor, el del piso de cincuenta metros cuadrados compartidos con sus padres y hermanas
El Pijoaparte es charnego, marginal, puro lumpen. Pero tiene tantas ganas de subirse al ascensor social que acaba en brazos de Teresa, hija rubia de la alta burguesía catalana. El protagonista de 'Últimas tardes con Teresa', la novela de Juan Marsé, es un héroe que aspira a encajar en un escenario que no es el suyo. Es un arribista, como Tom Ripley en la novela de Patricia Highsmith.
En un escenario parecido, pero sin cárcel ni sangre de por medio, una se imagina a Jorge Javier Vázquez recogiendo su Ondas en 2009. Un galardón como mejor presentador que se negaron a entregarle Carles Francino y Angels Barceló. Un reconocimiento que recibió de las manos de Arturo Valls. Cómo es posible, qué hace aquí, en el Liceo de Barcelona, un chico de San Roque, el barrio más humilde de Badalona. Badalona, esa ciudad que definió Raúl del Pozo como "campo de refugiados para inmigrantes". Qué demonios pinta en esta gala si eso no es periodismo. Si, además, es castellano hablante, pobre y gay. Tres estigmas para ese templo tan burgués.
Al menos ahí le permitieron pasar, aunque fuera un rato. A él y a su familia, que acudió en metro desde casa. Porque este licenciado en Filología Hispánica -no hizo Periodismo porque su padre le dijo que no tenía futuro-, se quedó cuando era adolescente con las ganas de entrar en Titus, la discoteca a la que iban los pijos de Badalona. Puedes sacar al chico del barrio, pero no el barrio del chico, como dijo de sí misma Jennifer Lopez. El vecino del octavo tercera sin ascensor, el del piso de cincuenta metros cuadrados compartidos con sus padres y sus dos hermanas, el que durmió con una de ellas en la misma cama hasta los ocho años, el que trabajó en Pryca como reponedor mientras estudiaba la carrera.
Este mismo ganó un Ondas, nunca ha estado en paro, ha escrito libros, ha hecho teatro y lleva once años presentando el programa que vertebra y salva España, con permiso de '¡Hola!'.
El dueño del cortijo, como se define a sí mismo, cree que 'Sálvame' se parece mucho a las novelas de Galdós, uno de sus autores favoritos, porque pasa de todo. Y si para entender a la España del XIX hay que leer al canario, para entender a la del XXI hay que ver su programa.
Ha hecho más por la lectura que muchos ministros de Cultura. Un poco antes de que pasara el asunto de Alfonso Merlos, puso a dos enemigas irreconciliables llamadas Gloria Camila Ortega y Sofía Suescun a leer 'Fortunata y Jacinta' en el programa. Al inicio del estado de alarma, recomendó dos obras imprescindibles para aliviar el confinamiento: 'Saber perder', de David Trueba, y 'Nubosidad Variable', de Carmen Martín Gaite. Lee tanto que lo trasmite hasta en los insultos. Definió a Isabel Gemio como "una cateta con ínfulas de María Zambrano".
Es hijo de un votante convencido de Jordi Pujol y de una mujer de Alcaraz que estuvo convencida de que llegaría lejos porque se lo dijo una tarotista
Vázquez es hijo de un votante convencido de Jordi Pujol que murió antes de que alcanzara el éxito televisivo, y de Mari, una mujer de Alcaraz (Albacete) que siempre estuvo convencida de que el niño llegaría lejos porque se lo predijo una tarotista de Barcelona. Una madre que sigue regañándole cada vez que desbarra en directo. Porque la vida para Jorge Javier es eso, desbarrar. Es gastarla y no solo verla pasar. Sufrió un ictus en 2019 y, al salir del hospital, lo resumió así: "Esto pasa por vivir".
Adora los animales, la canción ligera y tuvo, durante mucho tiempo, un póster de Paloma San Basilio en su habitación. "Era lo más cercano a Broadway que tenía", le confesó al periodista Albert Om en 'TV3'. Lleva la mitad de su vida en Madrid, una ciudad a la que llegó para trabajar como colaborador en la revista 'Pronto' y que superó sus expectativas. En Madrid se sintió libre, ha dicho en más de una ocasión, aunque sigue llevando Cataluña en las venas. Está a favor del referéndum como fórmula para arreglar el 'procés', pero también para cambiar otras cosas.
Tal éxito tuvo su debut como novelista que invitó a su tropa de amigos a un viaje a Tánger. Porque es generoso, según dicen todos los que le conocen
La de Vázquez es una historia de éxito pero también de desarraigo. Los culturetas no le consideran uno de los suyos, por mucho que titulara su primera novela y su primera obra de teatro 'Iba en serio', en homenaje al poema de Gil de Biedma. Tal éxito tuvo su debut como novelista que invitó a su tropa de amigos a un viaje a Tánger. Porque es generoso, dicen los que le conocen. También inseguro, mandón y nada partidario de los besos y abrazos. Él se considera buena persona y solitario. "La soledad tiene muy mala prensa, pero es muy fructífera", le dijo a Mara Torres en su programa 'El Faro', de la 'Cadena Ser'.
Le gusta la tele porque le permite llevar la vida que quiere, le gusta el dinero porque le otorga tranquilidad. Le gustan los trabajos que le permiten zascandilear. Porque Jorge Javier es tímido, también cínico, coquetea sin pudor, se gusta y gusta. Es rojo y maricón. Es el éxito del zascandil.
El Pijoaparte es charnego, marginal, puro lumpen. Pero tiene tantas ganas de subirse al ascensor social que acaba en brazos de Teresa, hija rubia de la alta burguesía catalana. El protagonista de 'Últimas tardes con Teresa', la novela de Juan Marsé, es un héroe que aspira a encajar en un escenario que no es el suyo. Es un arribista, como Tom Ripley en la novela de Patricia Highsmith.