Álvarez de Toledo y Gallego-Díaz o el arte de dominar la esgrima sin rozarse

• “Esta tercera ola de feminismo mojigato y matonesco que nos presenta a las mujeres como víctimas y a los hombres como agresores. Es un derrape absurdo”.
• “Cayetana, conoces a unas feministas muy raras”.
• “La política y el periodismo se han tuiterizado y los periódicos de referencia se han contaminado. (...) Hemos acabado en un escenario en el que Podemos, Bildu y Esquerra se han metido en el corazón del sistema”.
• “Eso debería ser lo ideal y lo bueno del sistema. Ser capaz de integrar a gente que estaba fuera”.

Pocas cosas malas pueden salir de una conversación entre personas inteligentes. Soledad Gallego-Díaz y Cayetana Álvarez de Toledo lo son. Inteligentes, educadas, de pelo suave y fino y formas de hablar y de vestir que prefieren pasar desapercibidas. Son mujeres incapaces de bajar al fango, ni siquiera rozarlo. Y menos en público. Y mucho menos entre ellas. Este lunes, se reunieron para charlar en la tercera edición de Hotel Florida, organizado por la revista 'Fronterad' y Ámbito Cultural de El Corte Inglés. Un foro y una excusa para hablar de política, de literatura y de periodismo.

Era la segunda vez que se veían, recordó la política popular. Cuando se conocieron, apenas unos días antes del confinamiento de mediados de marzo de 2020, a Álvarez de Toledo le sorprendió que la entonces directora de 'El País' le pidiera mantener la distancia de seguridad. Este lunes también la han mantenido en una pelea de esgrima en la que ganaron ambas y se rozaron lo justo, moderadas por el periodista Alfonso Armada. 'Touché'.

Empezaron hablando de lo que les preocupa. A Gallego-Díaz, la dificultad de aceptar la legitimidad de lo que se forma gracias a la Constitución y la escasa calidad en el debate parlamentario, ocupado casi en su totalidad por la descalificación rotunda del adversario.

A Álvarez de Toledo, que vivamos tiempos en los que los hechos han sido sustituidos por los sentimientos, y las nefastas consecuencias de este viaje. Un 'prime time' tomado por las etiquetas, el griterío y el zasca, y unos partidos políticos en los que priman la brutalidad y la estupidez. La primera calienta y compacta el voto, mientras que la segunda facilita la transmisión del mensaje.

La primera calienta y compacta el voto, mientras que la segunda facilita la transmisión del mensaje

La diputada volvió a pronunciar la palabra 'abracadabrante', uno de sus mayores hallazgos, pero también habló de las “papillas argumentales” que desayunan los políticos para enfrentarse a las entrevistas. Nunca te acostarás sin aprender una palabra más con Cayetana.

• “Todas las fuerzas del Parlamento son legítimas. No me gustan muchas de las cosas de Bildu y, aunque me lo propusieran, no iría a comer con algunos de ellos porque no me apetece. Como tampoco me apetece con algunos de los líderes de Vox. Lo que puede ser ilegítimo es lo que hagan”.
• “No se puede comparar Vox con Bildu. Es algo que no se puede sostener. Bildu es legal en España sencillamente porque no se cumple la ley de partidos”.

Fue una conversación deliciosa en la que se tardó muy poco en evidenciar sus diferencias, pero en la que siempre se mantuvo la cordialidad. “Estoy de acuerdo con lo que dices”, pronunció la periodista al arrancar varias de sus intervenciones. Y prefirió no entrar al trapo ni calentar a la diputada, que fue subiendo, peldaño a peldaño, el tono de sus palabras. “Pablo Iglesias es el burro de Troya de la democracia”, afirmó. E insistió, como en el 99,8% de las veces que habla en público, en la necesidad de reivindicar el individuo frente a la tribu y lo enfermizo de los nacionalismos, vengan de donde vengan.

Ambas discrepan en algunos puntos de una posible reforma electoral; ambas coinciden en que lo de monarquía vs. república es un falso debate. Ambas creen que hace falta reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres en países como India y Arabia Saudí. Ambas dudan de las causas por las que hay tan pocas mujeres en los consejos de administración de las empresas en España.

Ha sido una hora y media sin puñales y sin gritos. Un oasis en medio de este permanente 'prime time'.