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El mural feminista de Madrid: menos comunismo, más Beyoncé
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Ángeles Caballero

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El mural feminista de Madrid: menos comunismo, más Beyoncé

Pienso en la idea de cambiar a estas mujeres por deportistas paralímpicos, y me pregunto si no habría sido mejor proponer a los señores concejales de Vox cambiarlas por Beyoncé

Foto: Mural feminista. (Ángeles Caballero)
Mural feminista. (Ángeles Caballero)
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Dos ancianas —una con andador y la otra con carro de la compra— caminan muy despacio y acompasadas en una coreografía casi perfecta, muy cerca de la boca de metro de Palos de la Frontera. Una advierte a la otra de los peligros que conlleva la mascarilla que le cubre casi dos tercios del rostro. “Lo he visto en el telediario, hazme caso. Te vas a la farmacia y las compras. Que con esa no vas tan protegida”, advierte a su amiga, vecina, hermana o sea cual sea el vínculo que las une. El tono oscila entre el consejo y la regañina, ese que sale de manera natural entre dos personas que caminan juntas desde hace muchos años.

El metro tiene varios asientos libres porque es la hora del aperitivo y en esa franja horaria casi sagrada casi nadie entra ni sale del trabajo. Una veinteañera sudamericana de voz prodigiosa toca en el vagón de la línea 7 ‘No puedo vivir sin ti’, de Coque Malla, y luego se arranca por ‘Stand by me’. Solo tres personas nos bajamos en la estación de Barrio de la Concepción.

placeholder Barrio de la Concepción. (Á. Caballero)
Barrio de la Concepción. (Á. Caballero)

La salida que conduce al polideportivo lleva primero a una plaza con soportales y a escenas de barrio de clase media y de ahí para abajo. Imágenes repletas de altibajos y contradicciones. Edificios más recientes se mezclan con otros a los que no les vendría mal una mano de pintura.

Hay varios locales con el cartel de ‘Se alquila’, un gran bazar chino, un bar con menú del día, otro mucho más nuevo que vende ‘bakery and coffee’ y una panadería que se llama J&R. También hay locutorios y un esquinazo con casa de apuestas. El quiosco destina casi más espacio a juguetes de colores a precio de oro para dar el sablazo a padres y abuelos que a prensa. “Bonito, es que este que quieres ha venido nuevo. Son cinco euros”, dice el dueño. Y el padre, rezongando en voz baja, suelta las monedas. Una abuela compra una revista que incluye un perrete de color azul de regalo.

placeholder Mural feminista. (Á. Caballero)
Mural feminista. (Á. Caballero)

La mañana amaneció gris en Madrid en la festividad de santo Tomás de Aquino y así permanecerá el resto del día. Pero sentarse en una terraza no implica riesgo de hipotermia, así que las mesas de los bares de la calle Virgen del Sagrario y Virgen del Portillo tienen patatas, aceitunas y dobles de cerveza. Es la hora en que algunos niños salen del colegio.

Una pareja con bebé en el portamochilas hace una foto al mural del polideportivo. Esa pintura morada con el rostro de 15 mujeres que dice: “Las capacidades no dependen de tu género”. Los vecinos que pasan esquivan el carril bici y no hacen ni caso a la pintura que los acompaña desde el otoño de 2018. Una señora interrumpe su caminata para observar el patio del colegio público Nuestra Señora de la Concepción. “¿Cómo es posible que la nieve haya hecho esto?”, dice en voz alta. Los árboles, tronchados por el efecto de Filomena, tapan las porterías de fútbol tres semanas después de la nevada.

placeholder Foto: Á. Caballero.
Foto: Á. Caballero.

—Señora, ¿a usted qué le parece lo del muro del polideportivo de al lado?

—No sé a qué viene ahora esta tontería de querer quitarlo. Aunque yo no conozco a ninguna de las que están ahí.

placeholder Mural feminista. (Á. Caballero)
Mural feminista. (Á. Caballero)

Otra vecina, que vive justo enfrente del mural desde hace años, está más comunicativa. “Le he hecho muchas fotos desde que lo pusieron. ¿Pero cómo van a quitar una pintura en la que esté Nina Simone?”, bromea. Estuvo en la concentración del domingo y dice que esperaba más público, aunque segundos después reconocerá que esos 15 rostros son algo que solo conocen los del barrio, y ni eso. “Como hay dos rusas, una china y una con la cara tapada, pues ya está, todas comunistas”, dice muerta de risa.

Salvo la firma de algún artista urbano en la frente de Frida Kahlo, el resto del mural luce sin perturbar el paisaje de pisos con ropa tendida y un parque con auditorio. A escasos metros, hay otros murales. El que forman los lazos naranjas repartidos en la reja que da acceso al colegio Obispo Perelló. En tiempos de piel fina, a saber cuál molesta más.

placeholder Colegio Obispo Perelló. (Á. Caballero)
Colegio Obispo Perelló. (Á. Caballero)

Pienso en la idea de cambiar a estas mujeres por deportistas paralímpicos, y me pregunto si no habría sido mejor proponer a los señores concejales de Vox cambiarlas por Beyoncé, que es, como todos sabemos, una mujer de bandera que no da problema alguno.

Me fijo en el rostro de Rigoberta Menchú. Recuerdo cuando el Ayuntamiento de Getafe le puso una avenida y a mí me hizo especial ilusión por aquello de que fue Premio Nobel de la Paz y cuando se lo dieron yo era una adolescente sin demasiado espíritu crítico salvo para escoger novio. Al poco tiempo, leí cosas horribles de Menchú que la convertían en un ser peligrosísimo, pero le presté poca atención por lo anteriormente descrito sobre mi persona y porque no atisbaba yo que décadas después el comunismo iba a invadir nuestras vidas y nuestros murales de polideportivos.

Antes de volver, paso por la sede de Ciudadanos. Hoy, la cara de Inés Arrimadas no ocupa el 75% de la fachada, como sí hacía la de su antecesor. Con ese mural no dudaba la vicealcaldesa de Madrid.

Dos ancianas —una con andador y la otra con carro de la compra— caminan muy despacio y acompasadas en una coreografía casi perfecta, muy cerca de la boca de metro de Palos de la Frontera. Una advierte a la otra de los peligros que conlleva la mascarilla que le cubre casi dos tercios del rostro. “Lo he visto en el telediario, hazme caso. Te vas a la farmacia y las compras. Que con esa no vas tan protegida”, advierte a su amiga, vecina, hermana o sea cual sea el vínculo que las une. El tono oscila entre el consejo y la regañina, ese que sale de manera natural entre dos personas que caminan juntas desde hace muchos años.

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