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Ángeles Caballero

Ideas ligeras

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Una historia cualquiera a propósito del 8-M

En los medios, siempre encontramos un hueco para las pioneras. La primera que ejerció como árbitro de fútbol, conductora de autobús... ¿Qué pasa con las que se quedan por el camino?

Foto: Imagen de gribouille334700 en Pixabay.
Imagen de gribouille334700 en Pixabay.

Leyó la entrevista que publicó este periódico a Pepa Bueno y me escribió. Sugería que hablemos también de esas mujeres que no llegaron a romper ningún techo de cristal porque este les rebotó en la cara. Qué pasa con aquellas que no llegan, decía. Porque siempre en los medios encontramos un hueco para las pioneras. La primera que ejerció como árbitro de fútbol, conductora de autobús, presidenta de una empresa o una institución. Qué pasa con las que se quedan por el camino, insistía. Y me llamó por teléfono.

La llamaremos Guadalupe a petición suya. Es periodista y tiene 38 años. Hizo prácticas en un periódico nacional, en una cadena de televisión y le encantaba la comunicación política. En el diario, le ofrecieron un contrato. Trabajaba en un suplemento semanal y pidió flexibilidad horaria. Le dijeron que no y renunció. Cursó dos posgrados y un día cualquiera acudió a una entrevista en una de las torres del Madrid financiero. La cogieron y empezó así su carrera en el departamento de Comunicación de una multinacional.

Foto: Mujeres trabajando. (EFE)

Para sus jefes, era 'la chica de los periódicos'. Les era útil para apagar fuegos y resolver comparecencias, sin más. Ante la imposibilidad de salir algún día a su hora, echaba de menos el reconocimiento y algo más de sueldo. “Los de Opencor me hacían la ola cada vez que llegaba; hacía la compra allí porque no me daba tiempo en otro momento”, dice.

Su vida era el trabajo. Ese empleo mal pagado y sin cargo en la tarjeta de visita, pero que te permite pagar las facturas. Hasta que conoció a un hombre al que llamaremos Daniel. Se lo recomendó alguien de su entorno. Un tipo brillante ante el que se rindió desde el primer momento. “Echar una cana al aire es muy fácil, pero encontrar a alguien que te devuelva así la pelota es increíble”, recuerda. Fueron nueve meses de ensueño. Daniel le quitaba el hastío y lo gris del trabajo y ambos compartían vida y se dejaban su espacio.

Daniel le quitaba el hastío y lo gris del trabajo y ambos compartían vida y se dejaban su espacio. Hasta que asomaron las sombras

Hasta que asomaron las sombras. “Los puntos raros”, como lo define ella. Al principio, lo achacaba al cansancio, a tener un día cruzado. Daniel era uno de esos partidazos como pocos. De los que pisan moqueta mullida en el mundo empresarial. Joven, flaco, con pelo y conversación. Serían el estrés, la responsabilidad, la autoexigencia.

Los abrazos de Guadalupe con sus amigos dejaron de ser bien vistos. “Me montaba unos pollos tremendos por cosas inocentes, por la ropa que me ponía, y al día siguiente pedía perdón. Yo había crecido con la idea de que el maltrato era que te dieran una hostia”, cuenta mientras se fuma un cigarro, recordando todo aquello.

Foto:

Se casaba un familiar y Guadalupe aprovechó para viajar a su ciudad de origen, una pequeña capital de provincias, con su novio. “Tenía fascinada a toda mi familia, era un encantador de serpientes”, cuenta. Pero hubo alguien que lo caló desde el principio. Una tía de Guadalupe que trabajaba como enfermera en la planta de Psiquiatría de un hospital. Vio varios detalles y advirtió a su sobrina: “La celopatía no se cura”.

Guadalupe y Daniel volvieron a Madrid. Ella, con tal de no discutir, cedía y asumía. “Me quería, pero me quería mal”, cuenta ahora. “Lo peor no eran los gritos, sino cuando se pasaba tres días sin hablarme. Mis amigos me lo advertían: no se puede tener miedo a tu pareja”, explica.

"Me quería, pero me quería mal", cuenta ahora. "Lo peor no eran los gritos, sino cuando se pasaba tres días sin hablarme"

Se llenó de ansiedad y miedo, y la mezcla le explotó en el cuerpo. “Me desperté una noche con picores por todas partes. Y lo dejé”, dice. Vinieron las amenazas, pero no había vuelta atrás después de casi dos años. Guadalupe se volcó en el trabajo y volvió a ser 'la chica de los periódicos'. Echando más horas que nunca. Seis meses después, la médica de cabecera le obligó a cogerse la baja por ansiedad y a visitar a una psicóloga. Hasta que se dio cuenta de que no había ascendido ni un solo peldaño en los 14 años que llevaba en su empresa. Esa multinacional de jefes con apellidos compuestos en la que ella llevaba los periódicos y una pequeña capital de provincias como cuna. Se apuntó a un ERE y salió de allí en septiembre de 2018.

En octubre, a su madre le diagnosticaron un cáncer y dejó Madrid. Volvió a casa a cuidar y a echárselo todo a sus espaldas. Un año después, una negligencia en una operación de cadera convirtió a esa misma madre en una persona dependiente. Y entre visita al médico y cambio de pañales, cuando pensaba que la escena se iría suavizando, llegó la pandemia.

"No fui consciente de que lo mío era maltrato hasta que lo vi en un documental. Eran escenas con actores, pero también él y yo. Fue brutal"

Hoy vive de la indemnización de su trabajo y aguarda a que su madre termine de recuperar esa cadera destrozada en una mesa de operaciones. Cuando vuelva a andar, ella volverá a Madrid a intentar cuidarse de sí misma y volver a ejercer su oficio.

“No fui consciente de que lo mío era maltrato hasta que lo vi en un documental de La 2. Eran escenas con actores, pero también éramos él y yo. Fue brutal”, dice. Daniel, porque es así como lo hemos llamado, se casó y tiene un hijo. “Lo hizo todo muy rápido, supongo que antes de que volviera a enseñar la patita. Pobre mujer”, cuenta.

Foto: Imagen del cortometraje 'Lo de aquella noche'. (Cosmo)

La celopatía, recuerda, no se cura. El machismo, afortunadamente, sí.

Feliz 8 de Marzo a todas las buenas mujeres y a los buenos hombres.

Leyó la entrevista que publicó este periódico a Pepa Bueno y me escribió. Sugería que hablemos también de esas mujeres que no llegaron a romper ningún techo de cristal porque este les rebotó en la cara. Qué pasa con aquellas que no llegan, decía. Porque siempre en los medios encontramos un hueco para las pioneras. La primera que ejerció como árbitro de fútbol, conductora de autobús, presidenta de una empresa o una institución. Qué pasa con las que se quedan por el camino, insistía. Y me llamó por teléfono.

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