Es noticia
España y la violencia de género: los 20 años que van de Carmina a Rocío
  1. España
  2. Ideas ligeras
Ángeles Caballero

Ideas ligeras

Por

España y la violencia de género: los 20 años que van de Carmina a Rocío

Solo sé que se ha conseguido que se hable de la violencia de género en los despachos de los ministerios y en las barras de los bares. Que haya división de opiniones

Foto: Rocío Carrasco en 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'. (Mediaset)
Rocío Carrasco en 'Rocío, contar la verdad para seguir viva'. (Mediaset)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Carmen Ordóñez era la mujer más guapa de España. Hija de Antonio Ordóñez, sobrina de Luis Miguel Dominguín, se casó con Francisco Rivera 'Paquirri' en la Basílica de San Francisco el Grande con una especie de mitra papal y con cara de miedo, delante de más de 2.000 invitados. Después de dos hijos varones, Francisco y Cayetano, a Carmen le dio por soltarse el corsé y por vivir a su manera. Y empezó la leyenda.

No se le conoció trabajo estable, porque lo único estable en ella eran las fiestas, los golpes de melena y un acento de pija entrañable que chocaba con su forma de vestir, a medio camino entre el sari, la gaditana playa de El Palmar y la mantilla. Carmina era autora de la frase: "A mí plin, soy Ordóñez Dominguín", que era una forma de decir que el mundo le importaba un bledo y que ladran, luego ella cabalga.

Vivió y bebió, se quitaba la arena de los pies con cerveza mientras hacía el Camino de El Rocío, gastó y se excedió. Pronosticó que no viviría más allá de los 50 años y lo cumplió. La encontraron muerta en su vivienda en julio de 2004. 49 años.

Foto: Rocía Carrasco. (Getty)

Por eso, cuando en abril de 1999 una revista publicó en portada una foto en la que no reía ni posaba, no ponía morritos ni patrocinaba un nuevo amor, sino un ojo morado y un pómulo inflamado, otro tipo de miedo en su mirada, nos pusimos de lado. No nos gustaba esa Carmen. La rechazamos de plano porque nos habíamos construido un estereotipo que no casaba con esa imagen. Y empezó su calvario.

Denunció malos tratos en los platós y en un juzgado. El juez lo desestimó porque "no daba con el perfil de mujer maltratada". Como si las guapas, las pijas, las consentidas, las que no madrugan, las de derechas estuvieran inhabilitadas para el porrazo y para el insulto. Eso solo pasaba, si acaso, con las que fregaban, la Carmen Maura de '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'.

Y la televisión como escenario, el talonario de por medio, lejos de ser un altavoz para las víctimas y un mensaje de aviso para las que estaban en casa, se convirtió en su otro verdugo. "Ya no saben qué hacer para vender revistas", se oyó en mi salón y en otros salones de España.

Los malos tratos solo pasaban, si acaso, con las mujeres que fregaban, con la Carmen Maura de '¿Qué he hecho yo para merecer esto?'

Hace 20 años España era un país peor, cainita hasta la médula, envidioso y deseoso de venganza, digno heredero del crimen de Puerto Hurraco. Y con este percal, qué esperaban. Ya que lo tienen todo, cómo van a sufrir lo mismo que el resto.

Foto: Rocío Carrasco. (Mediaset)

No nos creímos a Carmen, como tampoco nos creímos a Nevenka Fernández y torcimos la boca cuando Ana Orantes acudió a una televisión a denunciar al hombre que la acabó asesinando. Ya saben, las guapas y las pijas no encajan en el perfil de víctimas. Y otras tampoco. ¿No ves lo bien maquilladas y peinadas que salen mientras lloran delante de la cámara? Qué necesidad. Y así siempre. Todas metidas en una coctelera mientras sacamos al Dios del Antiguo Testamento para juzgar desde el sofá.

España culpaba siempre a las víctimas, las supuestas y las reales, porque dábamos por hecho que los hombres, por el mero hecho de serlo, algo tenían que hacer para descargar la ira. Hombres que cometían crímenes pasionales, víctimas de los celos, personajes de bodas de sangre, que sufrían lo indecible y no tuvieron más remedio que canalizarlo como pudieron.

El relato de Rocío Carrasco, dicen algunos, no se sostiene porque la hija de la mejor garganta de este país ha tenido siempre lo que ha querido

España es ahora un país mucho mejor y más tolerante, pero sigue anclado en algunas etiquetas. El relato de Rocío Carrasco, dicen algunos, no se sostiene porque la hija de la garganta más poderosa que ha dado este país ha tenido siempre lo que ha querido. Otra pija, otra consentida, otra niñata caprichosa, otra mala madre.

Foto: Rocío Carrasco, en el documental de Telecinco. (Mediaset)

Pasaba de estudiar y su progenitora, lejos de ponerla a trabajar en un 'call center', le montó a la niña un desfile para que jugara a ser modelo, le regalaba trajes de Claude Montana por su cumpleaños, la nombró heredera universal en su testamento. De qué demonios va a quejarse una mujer que, como Carmina, no necesitaba madrugar para pagar la hipoteca.

Sí, no podemos llamar maltratador a su exmarido porque no hay sentencia ni condena de por medio. Pero a ella la hemos condenado y sentenciado durante 20 años. Se apuntan ahora algunos al carro, políticos y periodistas, algunos caídos del caballo y otros sinceros. Yo no sé si Rocío Carrasco cuenta la verdad o es su verdad, que es la jerga que se utiliza en el periodismo del corazón. Mi verdad contra la tuya. Solo sé que ha conseguido que se hable en los despachos de los ministerios y en las barras de los bares. Que haya división de opiniones. El Antiguo y el Nuevo Testamento. Ya hubiera querido Carmina.

Carmen Ordóñez era la mujer más guapa de España. Hija de Antonio Ordóñez, sobrina de Luis Miguel Dominguín, se casó con Francisco Rivera 'Paquirri' en la Basílica de San Francisco el Grande con una especie de mitra papal y con cara de miedo, delante de más de 2.000 invitados. Después de dos hijos varones, Francisco y Cayetano, a Carmen le dio por soltarse el corsé y por vivir a su manera. Y empezó la leyenda.

Rocío Carrasco
El redactor recomienda