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Madina y Sémper: elegir bien para vivir mal
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Ángeles Caballero

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Madina y Sémper: elegir bien para vivir mal

Son ambos unos supervivientes. Del terrorismo y de un bipartidismo que quizá no entendieron o no les entendió. Forman parte de esa lista de nombres que una daría para irse de cañas o presidir un Gobierno

Foto: El exdiputado socialista en el Congreso Eduardo Madina. (EFE)
El exdiputado socialista en el Congreso Eduardo Madina. (EFE)

Hay algo que irrita en la pareja cómico-sentimental que forman Eduardo Madina y Borja Sémper. Tienen esa cosa que los convierte en casi perfectos, como Jorge Drexler y Leonor Watling, pero sin hijos en común. Y eso genera tanta admiración como sospecha. Como si en el fondo una quisiera que descubrieran en el sótano de cada uno de ellos las pruebas suficientes para convertirlos en genios del mal, en protagonistas de peli de tarde.

Pero luego hablan, y hablan bien. Conectan, y conectan bien. Aunque uno sea socialdemócrata perdido y el otro un liberal. Y encima llevan calcetines de colores (Madina en azul pitufo, Sémper con lunares), que es una manera, más que de vestir, de enfrentarse al mundo y decir: “A punto habéis estado de joderme la vida. Pero no”. A ambos la muerte les olió el cuello, sobre todo a Madina. Y salieron adelante, con ganas, con pelo, con calcetines festivos. Que se mueran los feos y ellos, Madina y Sémper, lo vean.

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Este jueves, han presentado un libro —‘Todos los futuros perdidos’ (Plaza & Janés)— que han escrito tras encerrarse durante cuatro días en un caserío de Mondragón con la periodista Lourdes Pérez, subdirectora de ‘El diario vasco’. Hablan en esas páginas de lo que ha supuesto para ellos vivir en Euskadi con la iconografía etarra presente en casi todo. En el instituto y en la universidad, en los bares, en los ligues. Vivir para contarlo. Y, de paso, celebrar el fin de la panda de asesinos que regó de sangre demasiados rincones de España durante demasiados años.

Son conversaciones en las que se abren y de paso nos interpelan. Cómo fue posible. Y lo mucho que pesa la indiferencia. Ese nudo que Madina aún se confiesa incapaz de deshacer. “Durante mucho tiempo, ETA existió gracias a eso, a que a mucha gente le daba igual lo que pasaba, aunque mataran a alguien en la calle de al lado”, sentenció.

Foto: Eduardo Madina durante su etapa como diputado en el Congreso. (EFE)

La presentación en Madrid ha sido un encuentro 'canapero' lleno de negritas. Felipe González, Emiliano García-Page, Javier Maroto, Cuca Gamarra, Ramón Jaúregui e Íñigo Méndez de Vigo. Edmundo Bal. Ese zascandil bajito que sigue siendo Soraya Sáenz de Santamaría. Mucho periodista en busca de aplauso y quizás algún encargo en forma de libro. Amigos de ambos con nombre y apellidos vascos.

También gente que a la que escribe ha hecho mucho más feliz que cualquier político, como el actor Julián López y Fernando Trueba. Allí, en medio de todos ellos, estaban los dos, Madina y Sémper, nuestros Morancos moderados, saludándolos a todos antes de empezar el acto. Abrazos, bromas, golpes en la espalda. Se esperaba la visita de Pablo Casado, pero no vino. También la de Iñaki Gabilondo, y tampoco. El nombre de Pedro Sánchez, en cambio, no estaba en ninguno de los asientos reservados.

El periodista Carlos Alsina fue el encargado de presentar el libro. Apareció en un lateral, con andar pausado y ese gesto tan suyo imposible de descifrar. Dando a entender que estaba cómodo, sí, pero que tampoco se iba a poner a dar abrazos al respetable. Con esa mirada con la que no sabes si quiere darte un abrazo o repreguntarte y acabar para siempre con la escasa reputación que te queda en el bolsillo.

placeholder El exportavoz del PP en el Parlamento vasco Borja Sémper. (Jesús Hellín)
El exportavoz del PP en el Parlamento vasco Borja Sémper. (Jesús Hellín)

Tiró de sarcasmo y habló de lo suyo. De su programa. Y consiguió que los protagonistas del libro se emocionaran. Madina un poco, porque tiene esa forma de hablar en la que no sabes si acabará o no de romperse. Con Sémper, que es tan simpático como moñas, cuando recordó que a su hijo Pablo le enseñó a montar en bicicleta un escolta. “No sabes lo que me jode”, le dijo al director de ‘Más de uno’.

Se rebelaron ante una corriente que se empeñaba en asfixiarlo y llenarlo todo de sangre y nacionalismo excluyente

Son ambos unos supervivientes. Del terrorismo y de un bipartidismo que quizá no entendieron o no les entendió. Forman parte de esa lista de nombres que una daría para irse de cañas o presidir un Gobierno en el que también estén Rafa Nadal, Penélope Cruz y el chef José Andrés. Pero permítanme una advertencia. Que la alegría y la luz que desprende su relato (no hay hueco visible para lo sombrío, para el rencor, para ponerse el disfraz de vengador) no vistan de frivolidad lo suyo.

Porque eligieron el bien y eso les hizo vivir mal. Se rebelaron ante una corriente que se empeñaba en asfixiarlo y llenarlo todo de sangre y nacionalismo excluyente. Siguen hoy, 10 años después del fin de ETA, empeñados en contarnos que son mucho más que seres impuros para los asesinos y para los indiferentes. Aunque de vez en cuando convenga recordarlo y de paso rebelarse ante el olvido para reivindicar la memoria. Aunque la nueva normalidad siga dejándonos sin canapés y vino al acabar.

Hay algo que irrita en la pareja cómico-sentimental que forman Eduardo Madina y Borja Sémper. Tienen esa cosa que los convierte en casi perfectos, como Jorge Drexler y Leonor Watling, pero sin hijos en común. Y eso genera tanta admiración como sospecha. Como si en el fondo una quisiera que descubrieran en el sótano de cada uno de ellos las pruebas suficientes para convertirlos en genios del mal, en protagonistas de peli de tarde.

Eduardo Madina Borja Sémper
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