Ideas ligeras
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Sábado de épica, petardos y banderas
La Puerta de Sol ha sido el lugar elegido para la marcha que acababa en la sede del Ministerio del Interior, cuyo inquilino, Grande-Marlaska, fue el gran abucheado de la manifestación
Cerca de la estatua del Oso y el Madroño hay una familia pizpireta. Los padres rondan los treintaytantos, son guapos y aún no parece asomarles la sombra de la rutina y el hastío. Llevan una braga tejida al cuello con los colores de la bandera de España. El niño, que va en carrito aunque tiene edad de andar, luce el mismo complemento que sus progenitores y devora una palmera de chocolate. Chispea en la España dentro de España y hace mañana de sofá y peli de tarde adelantada. Los turistas se mezclan entre el gentío que esta mañana se manifiesta contra la reforma de la Ley Mordaza.
Uno de los asistentes se lamenta por no haberse acordado del “paraguas de Jusapol”. Otro lleva una pancarta que dice “Por España. Vox”. Las hay de “Sánchez dimisión”, “Congreso dimisión”, otras tantas contra el bipartidismo y banderas, muchas banderas. El que no amortiza su merchandising es porque no quiere.
La Puerta de Sol ha sido el lugar elegido para la marcha que acababa en la sede del Ministerio del Interior, cuyo inquilino, el ministro Grande-Marlaska, fue el gran abucheado de la manifestación. También los había que llamaban al presidente ‘Perro Sánchez’, pero lo que abundaron fueron los aplausos a policías y guardias civiles. Del público que los contemplaba y entre ellos. Había calma para lo que se estila en una protesta, bastantes silbatos, alguna que otra vuvuzela por mucho que un vendedor se empeñara en llamarla algo parecido a ‘fusina’. Bastantes petardos. “¡Cómo se nota que han venido los de Valencia!”, gritaba un señor a la altura de la Plaza de Canalejas.
“La policía siempre está en contra de todo, lo que pasa es que la gente compra lo que sale en el medio”, decía uno a su grupo de amigos. “Macho, desde que sales en La Siete no hay quien te tosa”, bromeaba otro a un compañero. “Si me quito más ropa te quedas sin audiencia”, comentaba jocoso un señor a una compañera periodista antes de que ésta le colocara el micrófono.
Durante un momento, todos los manifestantes parecían el mismo. Porque aunque había mujeres (mucho 'lifting' de pestañas), la marcha era mayoritariamente de hombres, y no precisamente representaban a las nuevas masculinidades. Pelos muy cortos, cejas y barbas trabajadas, también los músculos. Ropa azul, negra o de camuflaje. Banderas de Asturias y de Extremadura, también representación del país vecino con un grupo de policías que pedían ‘Respeito’. Algún "Viva Portugal" sonó entre el público.
La que escribe suele empatizar con casi todas las causas y todos los lemas. Cosas de carecer de personalidad y discernimiento. Pero es que algunos de los de hoy los firmarían en Sol, en Moncloa y en Sant Jaume. Por ejemplo, “En esta familia nadie lucha solo”, “justicia salarial”, “justicia, dignidad e igualdad”. Y porque basta con poner un poco la oreja para tener motivos para salir a la calle. Ya sea a favor o en contra de algo. Hoy o cualquier día. “¡Pucela, pucela!”, gritaban seis maromos de más de 1,80 de altura a la vez. Claro que sí.
Algunas señoras se abrazaban entre ellas diciéndose “Viva España”. Otras hablaban tal y como lo harían en cualquier otro contexto. “Hay trabajos y trabajos, porque tú me dirás cómo teletrabaja un ordenanza. Pero vamos, que en el trabajo estoy mejor que en casa. Te tomas un café, hablas con la gente… a mí me gusta medio y medio”, comentaba una señora de unos cincuenta a su compañera de marcha, mientras ésta protestaba por tener que ocuparse de su madre. La vida en medio minuto.
También estaba un exvecino al que siempre vi con una gorra de lentejuelas doradas y unas gafas de patilla muy ancha con la medusa de Versace. Hoy se cambió de gorra y se puso una de la Guardia Civil para ir a tono con el público. Mucha gente mayor, expolicías o padres de, jóvenes asegurando que la lluvia breve pero contundente del principio de la marcha se debía a “la épica” de la concentración. Paraguas patrióticos de diversa calidad, pero también uno de Marc Márquez, otro de Cruzcampo y hasta de Benetton. Una mujer vestida de Minnie Mouse en busca de un niño con el que hacerse la foto y un padre que le dé una propina.
“Yo no sé por qué la gente se calla, porque hay que salir a la calle”, se quejaba un señor con mascarilla de la policía nacional y mirada inquisitoria a cualquier persona que no se sumara a los aplausos o a la petición de dimisiones en bloque. “¡Vaya cuerpos!”, gritaban varios al paso de las banderas de los distintos sindicatos policiales. Jusapol, Jucil, Sipe, CSIF, SPPLB… más que portavoces de la hostelería en este país.
Una pareja muy entregada a la causa venía de entregarse con el mismo ímpetu al consumismo y gritaban cargados de bolsas de Primark. Muchas fotos con los móviles y muchas conversaciones telefónicas de personas intentando encontrarse. Una señora mayor explicaba a su grupo de amigas que era normal que hubiera tanta gente, que incluso sabía de conocidos que habían acudido “y que no te pega verlos aquí”. Pero cuando una señora sentencia, sentencia de verdad. “Es que mucha gente vive de esto”, afirmó. “En cuanto esto se despeje un poco, vamos a comprarnos unos caramelos”, añadió.
A su lado, un sudamericano contemplaba entusiasmado la escena al paso de la pancarta de Zaragoza. En su gorro de lana un letrero con las siglas de la Policía de Nueva York. El sol le daba de pleno en la cara.
A 550 metros, la cola daba tres veces la vuelta a la manzana para comprar lotería en Doña Manolita. Eso sí que es épica.
Cerca de la estatua del Oso y el Madroño hay una familia pizpireta. Los padres rondan los treintaytantos, son guapos y aún no parece asomarles la sombra de la rutina y el hastío. Llevan una braga tejida al cuello con los colores de la bandera de España. El niño, que va en carrito aunque tiene edad de andar, luce el mismo complemento que sus progenitores y devora una palmera de chocolate. Chispea en la España dentro de España y hace mañana de sofá y peli de tarde adelantada. Los turistas se mezclan entre el gentío que esta mañana se manifiesta contra la reforma de la Ley Mordaza.