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Y a las ocho de la tarde, Sánchez despertó (y se enfadó)
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Ángeles Caballero

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Y a las ocho de la tarde, Sánchez despertó (y se enfadó)

Un comportamiento “intolerable”, según Sánchez, fue sacar unas balas en el hemiciclo para recordar que fueron unas iguales que esas las utilizadas en el último asalto a la valla de Melilla

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el debate sobre el estado de la nación en el Congreso. (EFE/Mariscal)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante el debate sobre el estado de la nación en el Congreso. (EFE/Mariscal)
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Y a las ocho de la tarde despertó. Un presidente que llevaba una sobremesa tediosa, con respuestas ancladas en la dejadez y en ese tono que le sale cuando quiere decirnos que le dejemos en paz. Pero fue Gabriel Rufián el que le sacó de sus casillas, el que le hizo enfadarse mucho más que con la derecha. Porque no se lo esperaba. O porque está hasta las narices de ERC. A saber.

Un comportamiento “intolerable”, según Sánchez, fue sacar unas balas en el hemiciclo para recordar que fueron unas iguales que esas las utilizadas en el último asalto a la valla de Melilla en el que murieron 37 migrantes. O decir que la reforma laboral es una extraordinaria noticia, pero que el Gobierno “prefirió a la CEOE en vez de a Esquerra Republicana”. Hace falta ser un poco merluzo para utilizar ese argumento teniendo en cuenta quién genera trabajo en este país.

Porque el debate se había reanudado a las cuatro de la tarde y es una hora muy mala para cualquiera. Y con los ojillos cerrados de Teresa Ribera y los bostezos de José Luis Escrivá, salió a hablar Cuca Gamarra, portavoz del PP, para darle la réplica a Pedro Sánchez. Salió cafeinada, plena de energía, y con la adrenalina que da saberse observada por el jefe, que no es el mismo al que aplaudía hace unos meses, 24 horas después de apuñalarle.

Alberto Núñez Feijóo, por cierto, nos regaló un festival de hieratismo facial. Justo lo contrario que Santiago Abascal, que no escatima con los gestos. Y luego está Gabriel Rufián, el último de la tarde, que se vistió de novio y de Pedro Sánchez para despacharse a gusto entre iguales.

Foto: La portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra; acompañada del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo (EFE/Chema Moya)

Salió la portavoz popular, decíamos, y tuvo ese tono entre enfadado y condescendiente que tanto se utiliza en la Cámara Baja. Un poco de ‘Cucasplaining’ que comenzó con un minuto de silencio por el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco —se levantaron también los diputados de Bildu, por cierto— y que no estaba avisado a la Junta de Portavoces como corresponde, como recordó la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Qué pillos, que diría su presidente.

ETA parece estar más presente que nunca en los discursos de la derecha, y es algo que no alcanzo a entender. Para restablecer a las víctimas del franquismo no conviene, nos dicen, que reabramos heridas. Pero para hablar de los asesinos etarras estamos siempre en carne viva. El dolor como la amnesia, selectivo.

A continuación vino la regañina a Sánchez, que apenas la miró en una muestra más de la poca educación que parecen haber recibido muchas de sus señorías.

“Se lo demostraré”, dijo Gamarra. Y empezó a hablar de las calamidades económicas que asolan nuestro país. Tiene guasa que a la derecha le preocupen tanto los pobres, aunque una se alegra de este giro inesperado de los acontecimientos. “¿Por qué no se deja ayudar?”, añadió. Y empezó con esa cosa confusa y demagoga de que cómo vamos a pensar en bajar el aire acondicionado mientras él preside un macrogobierno con 22 ministerios y 800 asesores. Muy bien ahí esa mezcla de churras con merinas y ese debate adulto sobre consumo sostenible en un planeta finito. Buah, qué cosas tan raras para hablar un martes a las cuatro de la tarde.

También estuvo muy bien que nos dijera que en las casas y en los bares de cualquier rincón de España no se habla de otra cosa que de “por qué Sánchez no se deja ayudar por Feijóo”. A ver, yo no sé a qué bares van estas personas, pero me ofrezco sin ningún tipo de contraprestación a pasar un par de tardes en los míos, donde el ambiente es muy distinguido y sobre todo mucho más relajado.

Foto: Estación de Nuevos Ministerios de Madrid. (EFE/Ballesteros)

“¡Nos sale usted muy caro!”, dijo Gamarra. Y los suyos la aplaudieron, claro. Y un montón de 'españolitos' también. Que sonó un poco regular el término al ser pronunciado, pero tampoco vamos a soliviantarnos a la mínima, que hay cosas peores. Como, por ejemplo, que solo un 5% de familias tenga rentas superiores a los 100.000 euros —dijo Sánchez— y que vayan a tener también ellas la oportunidad de acceder a una beca para estudiar en la educación privada en la Comunidad de Madrid. Un minuto de silencio ahora por la igualdad de oportunidades.

Sánchez salió con una pereza infinita, tendió “la mano a la derecha democrática” y citó a Rubalcaba. Si fuera por el presidente, nos habría mandado de inmediato a nuestras casas, porque desde ese momento ya no disimuló la dejadez.

Así que cuando salió Santiago Abascal al atril, con actitud de zascandil y de vitaminado, la fiera ya estaba mansa. Y tampoco es que el líder de Vox tuviera más ganas de las que acostumbra. Sonrió mucho, eso sí, porque se le ve seguro hablando y también porque lleva diciendo lo mismo en las últimas 16 intervenciones.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso (EFE/Mariscal)

Las leyes climáticas mal, el feminismo no digamos, la ley trans y la del aborto, válgame Dios, qué atrocidad, los inmigrantes que atacan a nuestras mujeres y a nuestros homosexuales y a los que nunca debimos dejar entrar. La tontería de las energías renovables, la memez de la robótica porque estamos hablando de España. “Vamos a derogar toda esta porquería legislativa extremista”. Es una buena frase, porque resume a la perfección las intenciones del partido.

Sánchez respondió bajito. Lleva 16 respuestas iguales.

Foto: Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón en la primera jornada del debate del estado de la nación. (EFE/Chema Moya)

Jaume Asens habló de distopías y dio las gracias a las ministras de Trabajo y de Igualdad por su trabajo. También advirtió de que para foto de la vergüenza la del presidente del PP con el narcotraficante Marcial Dorado. Pablo Echenique felicitó al presidente por haber hecho caso de las medidas de Unidas Podemos y le animó a ser de izquierdas durante un ratito más.

Y llegó el portavoz de ERC. Es un hombre que dice muchas cosas, todas separadas por sí-la-bas y todas enfadado. Cuando parece que va a decir algo positivo, vienen los peros y los por ciertos. Oiga, con usted no hay quien acierte. Es desolador. Al final hizo un agradecimiento en su primera intervención que se parece a la letanía que soltó Almodóvar cuando ganó el Oscar por ‘Todo sobre mi madre’. Y dio un puñetazo al atril. Y enfadó al presidente. Lo despertó. Y nos despertó al resto.

Y a las ocho de la tarde despertó. Un presidente que llevaba una sobremesa tediosa, con respuestas ancladas en la dejadez y en ese tono que le sale cuando quiere decirnos que le dejemos en paz. Pero fue Gabriel Rufián el que le sacó de sus casillas, el que le hizo enfadarse mucho más que con la derecha. Porque no se lo esperaba. O porque está hasta las narices de ERC. A saber.

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