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Trasladar la matemática… hasta en la independencia

Los números que da el CEO no deberían ser interpretados con triunfalismo por parte del independentismo, pero tampoco ser tomados con tranquilidad por el posicionamiento contrario

Foto:  El portavoz de ERC, Joan Tardà, durante su intervención en la segunda sesión del debate de investidura de Mariano Rajoy. (EFE)
El portavoz de ERC, Joan Tardà, durante su intervención en la segunda sesión del debate de investidura de Mariano Rajoy. (EFE)

Un viejo dicho de consultoría afirma que una hoja de cálculo hábilmente torturada dice lo que uno quiera.

Cuando Joan Tardà el pasado miércoles, después de tres minutos y medio de argumentación también algo torturada (que no torturadora), afirmó en el minuto 4:20 que un “47% de catalanes, frente al 42%, ya pretende la independencia”, él pensaba que estaba cerrando un hecho, cuando lo que hizo fue abrir un campo de opciones.

Tardà se refiere al barómetro del Centre D’Estudis D’Opinió (CEO) del pasado julio de 2016. Si es objeto de discusión en una sesión de investidura, no podemos por menos que coger ese estudio junto al anterior publicado en marzo, y los números que vemos son los siguientes:

Tardà, por descuido o por generosidad, obvió la primera regla del redondeo: si excede de cinco décimas, incrementa en uno; si baja, quédate en el último dígito. De haberlo hecho, le hubiera resultado aún más impactante su afirmación; un 48% de catalanes frente al 42%.

Pero estaba oportunamente traído porque, si en marzo los favorables a la independencia eran dos décimas inferiores a los no favorables, en julio esa diferencia se ampliaba a 5,3 puntos.

La estadística nos enseña a diferenciar el error que se produce al aproximar un problema real a un modelo (sesgo) de la variación en los resultados si utilizamos distintas muestras en un mismo modelo. Esto, que puede sonar muy teórico, implica que las tesis de análisis no son infalibles (siempre habrá casos que se escapen) y que las muestras serán más fiables cuanto más se asemejen a la población.

Si se celebra un referéndum por la independencia en Cataluña, el 47,7% no es mayoría para ganarlo. Hay muchas formas de hacer una pregunta, y si no, miren

Pero hay que dejar clara una cosa: la vida no es lineal. No suele haber dos variables que combinadas den un resultado esperado. Cada situación requiere una colección nueva de información y un modelo que intente explicarla.

¿Por qué decimos esto? Primero, porque si se celebra un referéndum por la independencia en Cataluña, el 47,7% no es mayoría para ganarlo. En segundo lugar, porque los indecisos han crecido entre barómetros. En tercer lugar, porque hay muchas formas de hacer una pregunta. Y si no, miren.

En los mismos barómetros se preguntaba sobre el modelo que cada encuestado creía que era mejor para Cataluña respecto a España, y se daban cuatro opciones: región, comunidad autónoma, Estado dentro de una España federal o Estado independiente. Insistimos, estos resultados se aportaban en los mismos barómetros en los que hemos recogido la respuesta anterior.

El gráfico siguiente recoge las respuestas que hemos agrupado entre mera independencia (granate) y otras opciones (tonos azules).

A resaltar dos aspectos: el primero, que la independencia se lleva una rebaja de intención sensible con respecto al 48% anterior, aunque conserva la mayoría como opción. Pero las otras tres opciones en azul excluyen la independencia y juntas suman más que esta.

Segundo: la ganancia de la independencia en julio frente a marzo no es igual que la pérdida de otras opciones. El modelo autonómico actual hasta gana adeptos y, como ya hemos comentado antes, se incrementa el número de encuestados que no quieren o no saben qué contestar.

Tercero (y bastante interesante): la opción defendida por el PSC-PSOE pierde interés barómetro contra barómetro: una España federal en la que Cataluña sea un Estado cae más de cinco puntos.

Una opción mal explicada, una vez que pierde la potencia del titular, queda en mera letanía

Aquí es interesante traer una conferencia que Malcolm Gladwell dio hace años en TED sobre Howard Moskowitz, en la que se afirma que el público está más que dispuesto a elegir si se le plantean opciones. El señor Tardà habla del planteamiento radical a vida o muerte mientras que, en el otro lado, las opciones pasarían por ser: una, la actual (que para lo que se ha criticado, su salud es razonable), y a la que se pueden añadir modificaciones; otra, de retorno al pasado (región) y la federal, de la que se habla mucho pero nadie ha argumentado. Y es que una opción mal explicada, una vez que pierde la potencia del titular, queda en mera letanía.

Insistimos en que la vida no es lineal y la estadística no predice; analiza, clasifica y entonces se sacan conclusiones. En este blog, hemos hablado muchas veces de clústeres y segmentación, y estamos en disposición de afirmar que no hay muchos que sepan cómo se dividen los catalanes a lo largo de estas u otras opciones y, lo más importante, por qué.

En cambio, los que piensan en opciones de sí/no solo ven una bella campana de Gauss en la que su opción tocaría cerca del 50%. La ventaja de los que abogan por el no independentismo radica en que (aunque no lo sepan) sus opciones son más y, por tanto, sus potenciales soluciones, también.

¿Se acuerdan que decíamos al principio que “las muestras de población serán más fiables cuanto más se asemejen a la población”? Pues bien, aquí hemos de hacer un inciso.

La gráfica de arriba recoge la comparación del resultado de las elecciones catalanas de 2015 (azul) con el recuerdo de voto expresado en los barómetros de marzo y julio de 2016.

¿Qué vemos? A los votantes de C’s y PP infrarrepresentados. Junts Pel Sí y PSOE en entornos realistas. CUP y Catalunya Sí Que Es Pot sobrerrepresentados. ¿Es entonces de fiar aquel 47% expresado en la sesión de investidura? ¿y el casi 42% de la opción independentista en el caso de la respuesta múltiple de julio? Pues no sabemos qué decir, pero desde luego la comparativa arroja una muestra un tanto inflada hacia el independentismo y hacia el derecho a decidir.

Si a esto unimos lo concluido en el segundo gráfico, los números que da el CEO no deberían ser interpretados con triunfalismo por parte del independentismo (desconocemos si la mutación convergente que toque y ERC seguirán juntos), pero tampoco han de ser tomados con tranquilidad por parte del posicionamiento contrario.

Fíjense: el Brexit ganó por algo menos de cuatro puntos. Fue una apuesta a 'foto-finish' en la que se impusieron aquellos que no vivían en grandes urbes, de ingresos por debajo de la media (los más temerosos de la 'amenaza recaudatoria' de la UE) y, sobre todo, aquellos que estaban vivos antes de que Reino Unido se uniera al Mercado Común. Luego están los que votaron en plan 'toque de atención' a Cameron y que corrieron a arrepentirse ante las cámaras al día siguiente, pero la decisión estaba tomada y las opciones fueron claras: dentro o fuera.

Menos margen tendrán aquellos que se lo juegan a dicotomizar, pero las soluciones intermedias parecen ser las que más audiencia pueden acaparar

En el tema catalán, como en el vasco de cara a las próximas elecciones del 25 de septiembre, la independencia es algo que no se puede dejar de lado en programas y discursos porque es un invitado requerido. Apuntar aquí que el Euskobarómetro de 2016 presenta una Euskadi en la que el 41% no tiene ningún deseo de independencia y un 22% lo define como pequeño o muy pequeño, frente a un 24% que lo declara como grande o muy grande.

Pero al contrario que en estos momentos el Brexit, la cuestión catalana o la territorial por extensión son susceptibles de propuestas. Menos margen tendrán aquellos que se lo juegan a dicotomizar, pero las soluciones intermedias parecen ser (por lo que dicen los datos) las que más audiencia pueden acaparar.

El caso, y volvemos a lo no lineal, a segmentar y a localizar clústeres, es saber cuáles pueden ser viables, dónde se encuentra su público y qué las haría más atractivas. Los afortunados a los que encarguen este estudio encontrarán, como en la historia de Gladwell, que los resultados no se albergan en una curva, sino en identificar agrupaciones, aprendizaje no supervisado, se llama. Las propuestas y alternativas deberán salir de ahí y no de la (de verdad, hay que desterrarla) intuición política.

Como epílogo, decir que el Brexit seguro que, al final y tras muchas negociaciones, también tiene matices. Es razonable pensar que la salida acabe siendo más nominal que operativa a tenor de los intereses cruzados.

Un viejo dicho de consultoría afirma que una hoja de cálculo hábilmente torturada dice lo que uno quiera.