Intención de Voto
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Cataluña: desafíos, tripartitos y otras cuestiones numéricas
Que se haya difuminado el bipartidismo hace que los márgenes que te llevan de un triunfo a una derrota o a quedar por encima de tu enemigo sean merecedores de grandes luchas y esfuerzos
Al final (aunque se equivocan los que crean que el final de algo y el principio de todo ha ocurrido estos últimos días), el Parlament ha aprobado sus leyes de referéndum y transitoriedad en unas condiciones que podrían considerarse algo por encima de algún parlamento de Europa Oriental, pero a la misma altura que alguno sudamericano.
De hecho, cada día consideramos más certera la tesis de que lo mejor que le puede pasar al Govern es llegar a convocar el referéndum y lo peor, que se celebre. Esta situación le daría tiempo, puede que no de mucha calidad, y justificaciones, estas sí, muy poderosas de cara a un electorado que cada día se agota más.
Y es que esto es lo que caracteriza a los partidos con un solo punto en su programa: que la unidimensionalidad les mata, porque sea quien sea el que salga a exponer algo, uno ya sabe de qué va a hablar. Sean ecologistas o antiabortistas, el no presentar un proyecto completo disminuye la percepción de operatividad y esto es demoledor en las urnas.
Hace un par de meses, este periódico recogía una encuesta del Instituto DYM donde se preguntaba por la intención de voto en unas posibles elecciones autonómicas en Cataluña. En ella, el PDeCAT, tras disolverse la alianza de JxS, pasaría de un 30,7% que obtuvo en 2012 a tener un 9%, mientras que ERC pasaría de un 13,7% a un 30,9%.
¿Por qué? Desgaste. Podrán decir que Oriol Junqueras ha participado en el tema casi tanto como Puigdemont y les tendríamos que dar la razón, pero acto seguido argumentaríamos que en este caso el 'casi' cuenta, y que Turull, Forcadell, Corominas, Romeva… han estado más presentes y activos que ninguno de sus socios.
Es más, Esquerra no se ha movido un ápice de aquello que lleva defendiendo años, mientras que las distintas mutaciones convergentes han tenido que reinventarse y convencer a su electorado de que son algo completamente nuevo y que, esta vez sí, llegará la independencia.
Hablemos pues de desgaste y alternativas que suenan de forma reciente. Como ya vimos en un artículo anterior, el posicionamiento de Cataluña ante el independentismo se ha dado la vuelta en los últimos 12 meses, a juzgar por los sondeos del CEO.
Este gráfico, un viejo conocido nuestro, nos muestra la evolución de la respuesta de la población catalana a una supuesta pregunta lanzada en el referéndum. En él hemos añadido la marca de las últimas elecciones al Parlament.
Es cierto que los márgenes son estrechos (en el último, poco más de ocho puntos), pero el no independentismo (lo llamaremos unionismo en adelante) roza en el sondeo de junio de 2017 el 50%, viniendo de estar casi en el 43% hace poco más de un año. La experiencia contraria es la que ha sufrido, por su parte, el independentismo, aunque en las encuestas del CEO desde 2013 nunca alcanza las cotas de aceptación que ha podido tener el unionismo.
Lo cierto es que, en los sondeos que rodearon antes y después las elecciones catalanas de 2015, la situación favorecía a los unionistas o, en todo caso, suponía un empate. Recordemos que esas elecciones se convocaron por una situación insostenible para Artur Mas tras el fiasco del referéndum del 9-N, posteriormente bautizado como 'consulta'.
Un oasis independentista aparece en el segundo semestre de 2016, pero la tendencia se vuelve a invertir en los siguientes sondeos y se mantiene hasta el día de hoy.
De hecho, si miramos atentamente los resultados del barómetro de octubre de 2016, vemos cómo llega desde la mayor ventaja independentista de la serie, pero se transforma en una estrecha diferencia desfavorable que, curiosamente, es casi tan pequeña como la que se observa cerca de las elecciones de septiembre de 2015. A partir de octubre del año pasado, todo es ganancia para el unionismo.
Así que llegaron las elecciones y, aunque el reparto parlamentario favoreció a las formaciones independentistas (72 escaños de 135 posibles, con lo que la mayoría absoluta se situaría en 68), el caso es que estas no ganaron en voto popular.
Hemos agregado votos de 2015 y hemos considerado como independentistas a la CUP y a JxS, y como unionistas los votos emitidos a C’s, En Comú, PSC, PPC, Unió y Recortes Cero, ya que se han posicionado contra o, al menos, no a favor de la independencia. Hemos dejado fuera a Guanyem y Piratas por no poder conocer de forma concreta su posicionamiento, aunque sus votos fueron muy pocos.
En la encuesta de DYM que les referimos al principio del artículo, la suma de ERC más PDeCAT aporta más o menos lo mismo que lo obtenido juntos en 2015, pero la CUP (sometida a su particular desgaste) pierde casi dos puntos.
Vaya por delante que la época que vivimos políticamente en España recuerda mucho al monólogo motivador de Al Pacino en 'Un domingo cualquiera': es una cuestión de pulgadas. Que se haya difuminado el bipartidismo, por ejemplo, hace que los márgenes que te llevan de un triunfo a una derrota o a quedar por encima de tu enemigo o, si acaso, de tu rival (no confundir), sean merecedores de grandes luchas y esfuerzos.
Consideramos la premisa que puede llevarnos a sospechar que, como dijo en Onda Cero la coordinadora general convergente, Marta Pascal, en 'Más de uno', aquella cena de Junqueras con Iglesias en casa de Roures huela a tripartito.
Tripartito de… ¿? Considerando las palabras de Pascal, ERC + PSC + comunes. El problema es que el respaldo de votos a PSC y comunes no es el más potente y, como todo es una cuestión de pulgadas, la segunda fuerza del Parlament, Ciudadanos, que sí crece según la encuesta de DYM con respecto a 2015, podría liderar una fuerza a la contra de los intereses de republicanos y convergentes.
Si vemos el gráfico de arriba, que recoge los datos de las elecciones de 2015 por provincias, PSC y comunes tienen su comportamiento más relevante en Barcelona donde, además, tienen menor distancia con Junts pel Sí y, aun así, están a más de 10 puntos. A esto sumen que Barcelona está infrarrepresentada frente a las otras provincias o, si lo prefieren, el escaño cuesta más del doble de votos que en Girona y Tarragona y el triple que en Lleida. Es decir, un supuesto tripartito dejaría a ERC en una posición más que privilegiada.
Ahora, al PSOE le haría mucho daño, o le costaría mucho esfuerzo y desgaste, explicar un pacto con una fuerza que ha desafiado la soberanía nacional cuando, además, Cataluña no es ya el reducto de votos que solía ser 10 años atrás. Estaríamos ante otro escenario de reconversión como el comentado para el PDeCAT.
Así que ya solo cabe preguntarnos por los términos de aquella cena y, como algunos ya han apuntado, suena a favorecer la participación en el referéndum ilegal para que no haya ni una participación baja ni una cantidad ingente de síes, porque cualquiera de las dos, por descontado las dos juntas, no daría ni para defender la heroicidad de la consulta. Podemos, por tanto, suponer que este es el primer paso para un acuerdo. Veremos qué defiende Iglesias de aquí al 1-O para generar su, tan ansiada, hegemonía. Esto será lo que nos vaya dando pistas.
Al final (aunque se equivocan los que crean que el final de algo y el principio de todo ha ocurrido estos últimos días), el Parlament ha aprobado sus leyes de referéndum y transitoriedad en unas condiciones que podrían considerarse algo por encima de algún parlamento de Europa Oriental, pero a la misma altura que alguno sudamericano.