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Los comicios en Galicia, un termómetro del hartazgo ciudadano con los políticos
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Gonzalo López Alba

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Los comicios en Galicia, un termómetro del hartazgo ciudadano con los políticos

“Los políticos y los banqueros se han creído que son los amos de España. Si en las próximas elecciones generales nos abstuviéramos 30 millones de españoles,

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“Los políticos y los banqueros se han creído que son los amos de España. Si en las próximas elecciones generales nos abstuviéramos 30 millones de españoles, se darían cuenta de que no pueden seguir así”. La cita no está extractada de ningún libro ni pertenece a ningún autor de referencia. Es la manifestación de rabia e indignación de un parado de larga duración que se niega a asumir que el pataleo sea su único derecho después de haber tenido que cerrar su empresa por impago de los clientes y denegación de créditos, y que sobrevive ahora con préstamos familiares para poder alimentar a sus dos hijos. La voz de la calle suena a hartazgo y hastío, pero no a brazos caídos ni a rodilla en tierra.

La abstención ya fue la opción política con más votos en las elecciones generales de noviembre de 2011: 11,1 millones, más que los 10,8 millones que reunió el PP. Y todo indica que es la alternativa que más crece. La primera medición sobre el terreno de ese crecimiento serán los próximos comicios autonómicos en Galicia (la singularidad del País Vasco lo descarta como un test fiable a estos efectos).

La decisión de Alberto Núñez Feijóo de hacer coincidir los comicios gallegos con los vascos se antoja de sentido común a ojos de los ciudadanos, que reclaman de quienes imparten la austeridad que empiecen probando ellos la medicina, y es premonitoria de la llegada de una nueva oleada de recortes dictados desde el palacio de la Moncloa. Pero es también un movimiento que obedece a intereses partidarios. Los gallegos no están contentos con Feijóo. Y tampoco con el resto de los partidos. La experiencia del bipartito que encabezó el socialista Pérez Touriño dejó un rastro de “más de lo mismo, pero peor hecho”, un juicio que favorece al actual presidente, que a priori se asentara en el cargo

Con el adelanto al 21-0, Feijóo ha tenido que renunciar a la ventajista reforma electoral que planeaba hacer para primar los territorios más fieles a su partido, pero ha neutralizado la posibilidad cierta de que en lugar de enfrentarse al socialista Pachi Vázquez, como así ocurrirá, pudiera haber tenido que competir con otros candidatos con más carisma y proyección pública, como el exministro José Blanco, maniatado por el caso Campeón, o el también exministro Fran Caamaño. Los socialistas se han visto obligados a renunciar a las primarias por falta de tiempo y para no transmitir la imagen de gresca interna en plena precampaña para unas elecciones en las que, según la opinión de relevantes dirigentes, se juegan el poder no sólo para los próximos cuatro años, sino para varias legislaturas.

Feijóo también coge a contrapié al resto de los grupos políticos. Con los nacionalistas fraccionados en tres grupos y UPyD con severas dificultades para implantarse en Galicia, sólo Izquierda Unida parece tener asegurado un crecimiento importante: tiene posibilidades de entrar en el Parlamento por la provincia de La Coruña. La atomización de la izquierda también favorece a Feijóo.

El problema del presidente de la Xunta es que no puede presentar ninguna realización de su mandato, salvo haber logrado que Galicia pueda permitirse no acudir al rescate económico del Estado. Podría sostenerse que, con la crisis galopante, bastante es ya. Pero, si se atiende a sus comentarios en casa, en la calle o en el bar, a una parte muy significativa de los gallegos no les parece suficiente.

No están contentos con Feijóo. Y tampoco con el resto de los partidos. La experiencia del bipartito gallego que encabezó el socialista Emilio Pérez Touriño dejó un rastro de “más de lo mismo, pero peor hecho”, un juicio que favorece al actual presidente, que a priori se asentara en el cargo si logra salvar la reválida de octubre.

Pero, como se apuntaba al comienzo, los partidos clásicos pueden encontrarse con el primer aviso de que su alternancia por sistema está en peligro. Para Rajoy, es una cita de alto riesgo. Retrasó los primeros recortes para que no influyeran en el resultado de las elecciones en Andalucía y el tiro le salió por la culata. Ahora invierte los tiempos, adelantar las elecciones en Galicia para soslayar el degaste de nuevos recortes, y podría errar de nuevo.

Sabido es que Galicia no es una comunidad cualquiera para el PP. Podría decirse que es al PP lo que Andalucía al PSOE. Perder las elecciones del 21-0 sería algo más que perder un gobierno autonómico. Y si gana la opción política de la abstención, la crisis no sólo será de partido, sino una crisis institucional en toda regla.

Conviene a los políticos de toda suerte y condición recordar que, como nos relata Edward Gibbon, “costumbre fue de los triunfos romanos colocar en zaga de la carroza una esclavo para recordar al vencedor la inestabilidad de la suerte y los achaques de la naturaleza humana” (Historia de la decadencia y caída del imperio romano).

 

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“Los políticos y los banqueros se han creído que son los amos de España. Si en las próximas elecciones generales nos abstuviéramos 30 millones de españoles, se darían cuenta de que no pueden seguir así”. La cita no está extractada de ningún libro ni pertenece a ningún autor de referencia. Es la manifestación de rabia e indignación de un parado de larga duración que se niega a asumir que el pataleo sea su único derecho después de haber tenido que cerrar su empresa por impago de los clientes y denegación de créditos, y que sobrevive ahora con préstamos familiares para poder alimentar a sus dos hijos. La voz de la calle suena a hartazgo y hastío, pero no a brazos caídos ni a rodilla en tierra.