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El PSOE y el listón de los 100
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Gonzalo López Alba

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El PSOE y el listón de los 100

 El día 9, el PSOE celebró el segundo de los foros de debate preparatorios para su Conferencia Política del otoño. Ni más ni menos que sobre

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El día 9, el PSOE celebró el segundo de los foros de debate preparatorios para su Conferencia Política del otoño. Ni más ni menos que sobre economía y empleo, el problema más acuciante del país y en torno al que Alfredo Pérez Rubalcaba quiere cimentar buena parte de una alternativa al Gobierno. Todo lo allí tratado quedó sepultado en el movimiento telúrico que para los socialistas ha representado la pifia burlesca de Ponferrada.

Entre imprevistos imposibles de anticipar y torpezas propias, no logra la dirección encadenar dos semanas buenas. Al contrario, las hilvana negras. Sus calendarios se ven hechos añicos una y otra vez. Y, lo que es peor, el PSOE no consigue salir de la irrelevancia. Cuando lo hace, es porque así conviene a Luis Bárcenas en el guion de su teatro de sombras o por crisis internas: PSC, Galicia o Ponferrada. Quería Rubalcaba, y así lo pactó con los barones del partido, que 2013 fuera el año del “debate de las ideas”, pero más bien parece el año de las crisis.

Los críticos intentan forzar un cambio de líder en el partido socialista y Alfredo Pérez Rubalcaba pretende ganar tiempoLos socialistas se llevaron las manos a la cabeza cuando en noviembre de 2011 se quedaron con la representación parlamentaria más menguada desde la restauración democrática: 110 diputados. Pero, a día de hoy, igual de perplejos y más desnortados si cabe, sienten que el suelo cruje bajo sus pies. En el horizonte se vislumbra como un espectro la caída por debajo del listón simbólico de los 100.

Entre 90 y 100 escaños

Algunas proyecciones demoscópicas de carácter no oficial pronostican que en las próximas elecciones generales el PSOE podría quedarse entre 90 y 100 escaños. No sería la primera vez: en 1936 el PSOE obtuvo 99, pero entonces fue una marca histórica. Ahora lo sería también, pero en lugar de representar, como entonces, la conquista de una posición de hegemonía dentro de la izquierda, sería indicativo de estar recorriendo apresuradamente el camino en dirección inversa.

A medida que avanzan los meses, la previsión de la Ejecutiva de que 2015 podría ser el año en el que comience la remontada se tiñe de negros augurios. El dibujo sobre la pizarra tiene fundamentos. Las elecciones municipales, salvo en 2011, siempre se han saldado con un empate virtual entre PP y PSOE, hasta el punto de que, convocatoria tras convocatoria, han dado lugar a largas y agrias disputas sobre si el laurel de vencedor debía atribuirse al que obtuvo más votos o al que reunió más concejales. Y en las elecciones autonómicas, que se celebrarán simultáneamente, algunos dirigentes territoriales albergan la expectativa de recuperar gobiernos regionales aprovechando el deterioro del PP.

La primacía de la izquierda

Pero la realidad tiene la mala costumbre de reescribir las pizarras. Para muestra, un botón. La Comunidad Valenciana es uno de los territorios cuya reconquista consideran más factible los socialistas: basta con que el PP pierda la mayoría absoluta. Pero bajo este trazo grueso se esconde un interrogante de primera magnitud: la posibilidad de que la coalición de Compromís se convierta en la primera fuerza de la izquierda en detrimento del PSPV-PSOE. Así, los socialistas valencianos podrían volver a gobernar en su comunidad autónoma, pero también podrían verse relegados por las urnas al papel de actores secundarios.

Que eso pueda ocurrir en Valencia y en otros territorios –de hecho ya ha ocurrido en Cataluña y en el País Vasco- no quiere decir que tenga visos de producirse también en unas elecciones generales, porque las dos fuerzas emergentes (Izquierda Unida y UPyD) están a mucha distancia. La mencionada proyección demoscópica les atribuye una horquilla de entre 35 y 50 diputados. Pero, como mínimo, marca una tendencia inquietante para el PSOE y confirma la decadencia del bipartidismo, que previsiblemente se manifestará incluso de forma sobredimensionada en las elecciones europeas de 2014, que se prefiguran como un voto de castigo al establishment partidario. 

Apenas un año después de su elección como secretario general, para los críticos con la gestión de Rubalcaba no queda otra que acelerar el proceso de renovación de las personas. Algunos ya están trabajando discretamente en impulsar un proceso similar al que alumbró el liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero: la creación de un movimiento que concite ideas y personas para cristalizar como último paso en la postulación de un nuevo líder, sin lastres del pasado, fresco y moderno, en las propuestas y en la imagen.

Pero no es en eso en lo que está la Ejecutiva. Los argumentos no han cambiado: “En el momento en que pongamos fecha a las primarias, será imposible hablar de ninguna otra cosa”; o: “No cabe esperar milagros que broten de un fascinante cambio de liderazgo. Si a alguien se le ocurre un líder que pueda aguantar durante dos años el acoso de la derecha, que lo diga, pero cualquiera tendría los mismos problemas que Rubalcaba”.

A más tardar, la fecha para celebrar primarias o un Congreso Extraordinario volverá a ponerse abiertamente sobre la mesa en cuanto pase la Conferencia Política del otoño. Aun así, en Ferraz se piensa en estirar el tiempo lo más posible. En diciembre se tendrá que reunir el Comité Federal para sancionar los acuerdos de la Conferencia, pero el Reglamento que la Ejecutiva deberá presentar a continuación para la celebración de las elecciones internas no se llevará a ese órgano hasta enero. Y para entonces se pondrá en marcha todo el proceso para la selección del candidato a las elecciones europeas, el programa, la precampaña…

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El día 9, el PSOE celebró el segundo de los foros de debate preparatorios para su Conferencia Política del otoño. Ni más ni menos que sobre economía y empleo, el problema más acuciante del país y en torno al que Alfredo Pérez Rubalcaba quiere cimentar buena parte de una alternativa al Gobierno. Todo lo allí tratado quedó sepultado en el movimiento telúrico que para los socialistas ha representado la pifia burlesca de Ponferrada.