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La "inevitable" moción de censura
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Gonzalo López Alba

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La "inevitable" moción de censura

Alfredo Pérez Rubalcaba salió el jueves del Senado convencido de haber “desmontado” no sólo “las mentiras” del presidente del Gobierno, sino al propio Mariano Rajoy

Foto: El líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. (Efe)
El líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. (Efe)

Uno de los códigos no escritos en la actitud de los políticos hacia los periodistas indica que, cuando tras un debate parlamentario importante, el dirigente de turno sale del hemiciclo con cara de velocidad y escoltado por su guardia de corps es porque cree que la faena le ha salido bien y no quiere estropearla con un comentario o un canutazo postrero. Y esto fue lo que hicieron el jueves Alfredo Pérez Rubalcaba, convencido de haber “desmontado” no sólo “las mentiras” del presidente del Gobierno, sino al propio Mariano Rajoy, y Mariano Rajoy, aliviado por el alivio de los suyos.

Tras el éxito de haber contribuido a forzar la comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno con el amago de presentar una moción de censura, los socialistas creen que ahora toca “levantar el pie del acelerador”. El semestre político ya se estiró más allá de lo acostumbrado y ahora a todos viene bien un respiro a la espera de que del manantial Bárcenas fluyan nuevos elementos de prueba que pongan en entredicho la palabra comprometida por el presidente en sede parlamentaria. La tregua será breve, tan breve como los días que faltan para que María Dolores de Cospedal, Javier Arenas y Francisco Álvarez-Cascos hagan el paseíllo ante el juez Ruz, previsto para el 13 y 14, aunque aún se estirará un poco con el puente de la Asunción. Y la expectativa de que habrá nuevas revelaciones de Bárcenas se aproxima a la certeza.

Así las cosas, convencidos de que Rajoy se ha puesto alrededor del cuello la soga del ahorcado y de que Rubalcaba cumplió con su papel, la mayoría del PSOE considera “inevitable” la moción de censura. La dirección no suelta prenda sobre sus intenciones y se limita a recordar que la bala sigue en la recámara, pero se muestra extremadamente cautelosa a sabiendas de que es una bala de plata que se convierte en pólvora mojada si se dispara a destiempo.

Una decisión doblemente estratégica

Rubalcaba, según quienes han podido hablar en privado con él de esta posibilidad, no es un entusiasta de este instrumento parlamentario, que puede derivar en un examen al censurador -como ya le ocurrió a Antonio Hernández Mancha- o, en la coyuntura actual, en un juicio global al bipartidismo en decadencia. Cuando el asunto se ha abordado en la Ejecutiva, según miembros de este órgano de dirección, no se ha hecho de forma que permita establecer una mayoría cuantitativa a favor o en contra. Pero, según las mismas fuentes, sí se ha percibido “un clima mayoritariamente favorable” a presentar la moción de censura. Y, según un sondeo aproximativo realizado por El Confidencial entre una decena de dirigentes de distintos territorios y tendencias, las apuestas internas están entre 9 a 1 y 8 a 2.

Entre los críticos hay también quien presiona a Rubalcaba para que presente la moción cuanto antes con la expectativa de que así se cave su propia tumba, pero el secretario general del PSOE, aunque las alegrías le duran poco, salió internamente fortalecido del debate del jueves, en el que interpretó el doble papel de cronista de tribunales y de fiscal frente a un “presunto inocente” o “presunto culpable”, según el ángulo que se quiera elegir, que interpretó el papel de víctima.

Rajoy ‘versus’ Rajoy

Los socialistas, incluso entre los más críticos, reconocen a Rubalcaba el esfuerzo que hizo para, en contra de su talante, ir al “choque personal” con el presidente y subrayan como principal acierto que centró el debate en el cotejo “entre la palabra de Rajoy y la palabra de Rajoy”, en lugar de hacerlo en el contraste entre la palabra de Rajoy y la de Bárcenas. Lo prolijo de su relato de los hechos, que consumió gran parte de su intervención, lo justifican los socialistas, entre otras razones, en que estaba personalmente dolido porque en su día Cospedal, que no se perdió detalle desde la tribuna de invitados, le acusó de haberlo urdido todo a través de sus terminales en el Ministerio del Interior. Por aquí llega la única crítica que se pudo escuchar entre los suyos: “Nos hemos quedado con ganas de aplaudir más. Al político por excelencia le faltó política en su discurso”.

Rajoy incurrió en dos actitudes democráticamente intolerables: su pretensión de identificar el Estado con su persona y su actitud hacia Rosa Díez, a la que ignoró con la mirada y con la palabra

En el de Rajoy, además de su flagrante contradicción –y no fue la única- entre el momento en el que dijo haber descubierto que Bárcenas era un “falso inocente” y la fecha –posterior- de su último intercambio de sms, resultó muy elocuente el abundante tiempo que dedicó a denostar la moción de censura. Pero, por encima de todo, Rajoy incurrió en dos actitudes democráticamente intolerables: su pretensión de identificar el Estado con su persona y su actitud hacia Rosa Díez, a la que ignoró con la mirada y con la palabra, con lo que incurrió en desprecio a los 1.140.242 españoles que votaron a UPyD en 2011, tan respetables como los que votaron al PP.

La desgracia de España

Entre gaviotas, faisanes y otras especies volanderas que el jueves sobrevolaron el mismo hábitat donde Bárcenas tuvo un nido entre 2004 y 2010, quedó el poso amargo de la desgracia de España, con unos partidos incapaces de autoregenerarse para llegar a los pactos contra la crisis que sus ciudadanos necesitan. Como dijo Josep Antoni Duran i Lleida, “tras este debate, en buena medida tendremos suerte porque una amplia mayoría de la ciudadanía estará en la playa en vez de frente al televisor”. Tal como hemos entrado en el verano, lo que nos aguarda en septiembre es un nuevo día de la Marmota.

Uno de los códigos no escritos en la actitud de los políticos hacia los periodistas indica que, cuando tras un debate parlamentario importante, el dirigente de turno sale del hemiciclo con cara de velocidad y escoltado por su guardia de corps es porque cree que la faena le ha salido bien y no quiere estropearla con un comentario o un canutazo postrero. Y esto fue lo que hicieron el jueves Alfredo Pérez Rubalcaba, convencido de haber “desmontado” no sólo “las mentiras” del presidente del Gobierno, sino al propio Mariano Rajoy, y Mariano Rajoy, aliviado por el alivio de los suyos.

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