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El PSOE se encomienda al oráculo del 25-M
Las europeas se han convertido en un oráculo cuya respuesta escrutarán los partidos españoles para afianzar, corregir o rectificar sus estrategias
Las elecciones europeas del 25-M se han convertido en un oráculo cuya respuesta escrutarán los partidos españoles para afianzar, corregir o rectificar sus estrategias domésticas. Serán un termómetro para medir el deterioro del bipartidismo, las posibilidades de crecimiento de las fuerzas minoritarias, la pujanza del independentismo catalán, el grado de rechazo a la política de recortes del Gobierno o la intensidad de la renovación que precisa el PSOE.
Pero, precisamente por esa cualidad de oráculo que han adquirido, la interpretación de los resultados puede dar lugar a muchos espejismos, entre otras razones, porque se trata de la única convocatoria en la que el electorado fiel al PP puede permitirse dar un capón a su partido sin poner en riesgo su poder. El PSOE ya fue víctima de un espejismo durante el mandato de transición de Joaquín Almunia: en las elecciones municipales de 1999 se quedó a sólo 37.000 votos del PP y lo superó en número de concejales, pero un año después José María Aznar ganó las elecciones generales con mayoría absoluta.
El temor a una nueva derrota ha disparado esta semana en el PSOE las conjeturas sobre el día después del 25-M, sin descartar que pueda saltar por los aires la hoja de ruta aprobada para la renovación de su liderazgo. Algunos dirigentes sitúan en el 30%, y otros en el 25, el porcentaje por debajo del cual no cabría otra reacción que la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba.
Resurgen las voces que abogan por un congreso extraordinario, pero los aspirantes al liderazgo juzgan irrenunciables las primarias
El pronóstico del CIS, que otorga el 31% a la candidatura encabeza por Elena Valenciano, pone a la dirección en el límite del precipicio. Pero entre los socialistas ha tenido más impacto anímico el barómetro general que rebaja a un 26,2% la estimación de voto al PSOE –en las generales de 2011 obtuvo el 28,7, de modo que sería su peor resultado histórico–, con un 90% de los encuestados que dice tener poca o ninguna confianza en Rubalcaba.
Un abanico de alternativas
Una renuncia inmediata de Rubalcaba abocaría a la creación de una gestora, pero a nadie le gusta esta fórmula de excepción, de modo que quienes se sitúan en posiciones críticas con el secretario general apuntan dos alternativas: adelantar las primarias previstas para finales de noviembre, incluso agrupándolas con las municipales y autonómicas; o bien, convocar un congreso extraordinario que difiera las primarias a un momento posterior para convertirlas en una mera plataforma de proyección pública del nuevo secretario general.
Esta última es la apuesta casi unánime entre la vieja guardia, sea de origen felipista o guerrista, que no oculta su nulo apego a las primarias y, frente a quienes argumentan que anularlas o descafeinarlas sería la puntilla a su credibilidad, sostienen que “las primarias no han calado entre la gente”. De este criterio participa también el entorno de Susana Díaz, desde el que se afirma que en estos momentos su único objetivo es consolidarse como presidenta de Andalucía -no se descarta que anticipe sus elecciones coincidiendo con las municipales y autonómicas del año próximo-, pero también se subraya que no renunciará a hacer valer su condición de accionista mayoritaria, que podría verse reforzada con los resultados territoriales de los comicios europeos.
Pero al menos tres de los cuatro precandidatos –Carmen Chacón, Eduardo Madina y Pedro Sánchez– consideran irrenunciable el procedimiento de las primarias abiertas, aprobado en su último congreso. De hecho, todos ellos, incluido Patxi López, tienen a sus respectivos equipos velando armas para cuando suene el pistoletazo de salida. Alguno ya tiene incluso apalabrados los avales necesarios para formalizar su candidatura.
Algunos dirigentes ponen en el 30%, y otros en el 25, el listón que haría inevitable la dimisión de Rubalcaba
Si finalmente se opta por las primarias, en el PSOE existe una preocupación adicional: la abundancia de precandidatos, que están haciendo la pasarela en paralelo con la campaña europea. En las estructuras dirigentes el criterio dominante es que el máximo deberían ser tres y lo mejor sería que sólo fueran dos, al objeto de garantizar que el elegido obtenga un porcentaje de votos de al menos el 30%.
Descartado el pacto entre Chacón y Madina, las miradas se desvían hacia Pedro Sánchez: el diputado madrileño se reafirma en su determinación de llegar hasta el final de forma autónoma, pero entre sus compañeros se cree que acabará integrándose con Chacón o que ni siquiera logrará reunir los avales necesarios.
La hora de los barones
¿Y qué hará Rubalcaba? Hasta ahora ha logrado sobrevivir a todas las tempestades, pero el día 26 se abrirá una nueva página porque lo que empezará a estar en juego es el poder municipal y autonómico, de modo que los barones ya sólo atenderán a sus intereses. Un triunfo en los comicios europeos alentaría a los que van a ser candidatos, pero una derrota dificultaría incluso encontrar a personas dispuestas a concurrir a las elecciones bajo las siglas del PSOE y más con Rubalcaba como referente.
Aunque el pacto de silencio ha funcionado, es general el convencimiento de que la marcha a Europa de su mano derecha, Elena Valenciano, es el prólogo de su adiós. Pero antes, probablemente, intentará maniobrar desde el aparato a favor de un candidato con el que pueda “cohabitar” un tiempo como secretario general.
De momento, nadie se atreve a anticipar lo que ocurrirá. “Pregúntame el día 26” es la letanía que en estas fechas entonan a coro los socialistas.
Las elecciones europeas del 25-M se han convertido en un oráculo cuya respuesta escrutarán los partidos españoles para afianzar, corregir o rectificar sus estrategias domésticas. Serán un termómetro para medir el deterioro del bipartidismo, las posibilidades de crecimiento de las fuerzas minoritarias, la pujanza del independentismo catalán, el grado de rechazo a la política de recortes del Gobierno o la intensidad de la renovación que precisa el PSOE.