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Pedro Sánchez, la primera en la frente
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Gonzalo López Alba

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Pedro Sánchez, la primera en la frente

Los socialistas se han conjurado esta semana para evitar una bicefalia oficial, con un candidato electoral diferente al líder, o una tricefalia encubierta

Foto: Pedro Sánchez, ayer, en el congreso del PSC. (EFE)
Pedro Sánchez, ayer, en el congreso del PSC. (EFE)

Los socialistas se han conjurado en esta semana para evitar que la nueva etapa abierta con la elección de Pedro Sánchez como sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba derive en una bicefalia oficial, con un candidato electoral diferente al líder orgánico, o en una tricefalia encubierta, ya que Susana Díaz es percibida como una suerte de regente en la sombra.

A falta de que el aplazamiento se formalice, Sánchez ha dado pábulo al temor de que, si él era el elegido, las primarias abiertas comprometidas para la elección del candidato presidencial no se celebrarían en noviembre, a lo que se añade la previsión de que, cuando se convoquen, no se llegarán a celebrar –como ya ocurrió con José Luis Rodríguez Zapatero– por falta de candidato alternativo, aunque para que esto sea así queda por saber qué hará Carmen Chacón, que aún no ha tirado la toalla.

El nuevo secretario general, que adquirirá oficialmente esta condición en el congreso extraordinario del próximo fin de semana, sostiene –según quienes colaboraron en su campaña– que la clave para la recuperación del PSOE es “hacer lo que decimos y decir lo que hacemos”, porque su mayor problema no es tanto de ideas como de credibilidad ("Ocho lecciones de comunicación que aprendimos con Pedro Sánchez", Luis Arroyo, Infolibre, 18/7/14). La divisa es una variación de la utilizada por Carmen Chacón cuando asediaba a Rubalcaba: “Sólo si nos abrimos a la sociedad, la sociedad se abrirá a nosotros. Si decimos primarias, hacemos primarias”. Pues bien: la primera en la frente.

En la carta que Sánchez ha enviado a los militantes tras su elección del día 13, se compromete a “renovar las dinámicas de funcionamiento del partido”. Pero, hasta la fecha, lo único que han cambiado son los procedimientos, no las dinámicas de funcionamiento, que siguen ancladas en el modelo de la confederación de las baronías territoriales con Ferraz. Las primarias abiertas son, por definición, para abrirse a la sociedad, pero al anticipar el congreso extraordinario y diferir in illo tempore la consulta a los votantes, el PSOE ha vuelto a primar la ‘iglesia’ sobre los feligreses, la patria sobre la sociedad.

La consecuencia inmediata la relataba hace unos días un militante en la cadena Ser: “Salí del debate entre los candidatos muy contento porque los tres se comprometieron a convocar las primarias abiertas en noviembre. Yo soy militante y voté el día 13. Pero, ahora, mis amigos que no son militantes están decepcionados porque les dijimos que ellos iban a poder votar en noviembre”. Si se toman como referencias –aunque la proyección no tenga fundamento– la participación en la consulta a los afiliados –65,85%– y los votos mohicanos de las elecciones europeas –3.614.232–, el número de votantes que podrían querer participar en ese proceso ascendería a 2.379.971. Otros tantos decepcionados.

Algunos de los barones con los que Sánchez se ha entrevistado esta semana le han aconsejado que mantenga el compromiso de la fecha con el argumento de que, si se celebran en el otoño, no se presentará ningún otro candidato y, si surge alguno, no tendrá nada que hacer porque, conscientes de que otra fractura sería su definitivo suicidio, “todos estamos en cerrar filas y echar el resto”. Pero Susana Díaz no las quiere, básicamente porque nunca le ha gustado esa “americanada” que choca con la cultura histórica del partido; y también hay quien aconseja a Sánchez esperar, no sólo por el argumento oficial de “no entorpecer” la campaña de los candidatos municipales y autonómicos, sino para ganar tiempo para su consolidación interna y su proyección pública.

La integración y la generosidad de Madina

Otro de los grandes compromisos asumidos por Sánchez, y éste como estandarte de su candidatura, fue la integración. A la espera de cómo se plasme el próximo fin de semana en la composición de los órganos de dirección, también ha empezado a hacer aguas. El sábado, el portavoz de Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, denunció la discriminación de los afines a su candidatura en la composición de las listas para la elección de los delegados para el congreso.

Caso muy distinto es la renuncia de Eduardo Madina a integrarse en la nueva Ejecutiva, una postura que algunos han tachado de “portazo” a Sánchez, cuando en realidad es un acto de generosidad que recuerda más al comportamiento que tuvo José Bono con Zapatero cuando perdió el 35 Congreso. Como decía el diputado vasco cuando algunos notables que, como el expresidente, después de empujarle a presentar su candidatura lo dejaron tirado en el momento de la verdad, “yo siempre he estado en el mismo sitio, los que se han movido han sido otros”. Había dicho que si perdía “no daría la lata” y lo está cumpliendo a rajatabla, haciendo un favor inmenso a Sánchez y a su partido.

De haber sido otra la actitud de Madina, se habría convertido en “el fantasma en la fiesta” de Sánchez, como definió su propia situación Michael Ignatieff (Fuego y Cenizas, Taurus) cuando, después de ser derrotado en su primer intento para conquistar el liderazgo de Partido Liberal de Canadá, velando armas para una segunda oportunidad exigió al ganador que lo nombrara “el segundo líder del grupo”. De su experiencia, concluye Ignatieff: “No creo que las ambiciones enfrentadas puedan reconciliarse nunca, ni siquiera entre amigos”. Y Sánchez y Madina ni siquiera son amigos.

En cuanto a la posible integración de Carmen Chacón, con la que coincidió el sábado en el congreso extraordinario del PSC que, por unanimidad, eligió primer secretario al inmortal Miquel Iceta, fuentes próximas a la exministra indicaron que “todo sigue abierto”.

Un presidente que sirva de boya

Más allá del grado de integración que se plasme en la composición de la Ejecutiva, existen algunas grandes incógnitas de carácter nominal. La más evidente, por el poder que acumula, es la identidad del nuevo secretario de Organización, pero no menor es la referida a la del presidente, aunque sea un puesto de carácter formalmente honorífico y representativo.

Sánchez, como Zapatero en 2000, necesita de un presidente que le sirva de boya cuando haya marejada fuerte. Zapatero lo encontró –por sugerencia de Felipe González– en Manuel Chaves, entonces secretario regional de Andalucía y presidente de la Junta autonómica. Autodescartados Susana Díaz, a la que no interesa hacerse corresponsable de la gestión de Sánchez, y José Antonio Griñán, condicionado vitalmente por problemas familiares y políticamente por el proceso judicial sobre los ERE, Sánchez tendrá que buscar fuera de Andalucía.

De entre los que están en activo, sólo el presidente de Asturias, Javier Fernández, que goza del respeto generalizado de la organización, pero que apoyó la candidatura de Madina, se acomoda al perfil. Y de entre los jubilados, aunque como siempre la primera mirada se vuelva hacia González y Alfonso Guerra, salvo que Sánchez quiera agradecer a José Bono el apoyo que le prestó con ese cargo –con lo que daría la imagen de un escoramiento a la derecha, cuando promulga el giro a la izquierda–, el único nombre que sobresale es el de Javier Solana. Otra opción posible sería el exlehendakari Patxi López. Al PSOE, le quedan pocos santos más para sacar en procesión.

En cuanto al secretario de Organización, todos los nombres que circulan plantean dudas. Mario Jiménez, exvicesecretario general de Andalucía, sería bien recibido por los madinistas, pero no dejaría de resultar llamativo que Susana Díaz lo convierta en su hombre de confianza en Madrid después de haberlo relegado en Andalucía a las tareas de portavoz parlamentario. Enviar a su secretario de Organización, Juan Cornejo, supondría vestir el santo a Sánchez para desvestir el suyo propio. Hay un tercer nombre en danza: Máximo Díaz Cano, un manchego con pasaporte andaluz, antiguo jefe de Gabinete de Bono y mayordomo del Palacio de San Telmo heredado por Díaz de Griñán, que ha respondido con el silencio a la pregunta de El Confidencial sobre qué hay de cierto en la posibilidad de que él sea el designado.

Fuera de los andaluces, el nombre que más suena es el de Antonio Hernando, otro de los Blancoboys –como el propio Sánchez–, que ya peleó por ese puesto en el congreso de Sevilla. Hernando, brillante parlamentario –de la escuela de Rubalcaba–, ha estado prácticamente desaparecido toda la legislatura y en su gestión como secretario de Relaciones Institucionales y Política Autonómica se contabiliza haber dado el visto bueno inicial para el frustrado intento de Roberto Jiménez de derribar el gobierno de Yolanda Barcina en Navarra.

Otra de las incógnitas mayores es si habrá o no secretarios regionales en la Ejecutiva. Todas estas preguntas, las de carácter nominal, se responderán el día 27. Las otras exigirán esperar más tiempo.

Los socialistas se han conjurado en esta semana para evitar que la nueva etapa abierta con la elección de Pedro Sánchez como sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba derive en una bicefalia oficial, con un candidato electoral diferente al líder orgánico, o en una tricefalia encubierta, ya que Susana Díaz es percibida como una suerte de regente en la sombra.

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