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El nombre que envenena los sueños de Pedro Sánchez
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Gonzalo López Alba

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El nombre que envenena los sueños de Pedro Sánchez

Solución: Podemos. la formación que lidera Pablo Iglesias, como quedó patente en el Comité Federal de septiembre, es la pieza que inquieta al líder del PSOE

Foto: Sánchez, en el 40 aniversario del Congreso del PSOE en Suresnes. (EFE)
Sánchez, en el 40 aniversario del Congreso del PSOE en Suresnes. (EFE)

No llegó Felipe González a decir aquello de “está por demostrar que hay un nuevo proyecto con contenido de ideas”, como hizo en mayo de 2002 refiriéndose a José Luis Rodríguez Zapatero, pero algo parecido debió pasar por su mente cuando el jueves recordó ante Pedro Sánchez que en el congreso celebrado en Suresnes en 1974, cuando él asumió el liderazgo, “sabíamos lo que queríamos hacer con el país”, mientras que ahora “estamos bastante distraídos”.

Algunos sectores del PSOE, incluidos cuadros dirigentes que apoyaron en julio su elección como secretario general, cuestionan la estrategia que está siguiendo Sánchez y, también, la precipitación en algunos pronunciamientos que le ha obligado a formular ulteriores matizaciones en asuntos como la supresión del Ministerio de Defensa o los “funerales de Estado” para las víctimas de la violencia de género, por lo que ya ha tenido que escuchar en la Ejecutiva alguna voz aconsejándole hacer pocas propuestas bien meditadas antes que muchas escasamente reflexionadas.

Podemos, como ya se percibió en el Comité Federal de septiembre, es el nombre que envenena los sueños de Sánchez. Aunque Alfonso Guerra no se mordió precisamente la lengua al denostar los “populismos”, durante el acto conmemorativo del 40º aniversario de Suresnes advirtió de que el PSOE no volverá a ser lo que fue si no construye su proyecto político “sin mirar de reojo a lo que hacen los otros”. Algunos dirigentes ponen relleno a este envoltorio: “Es obvio que tenemos que ser contundentes contra la corrupción, pero enarbolar eso como principal bandera es hacerle el juego a Podemos. En ese terreno siempre van a ganar ellos, que llegan vírgenes”.

Sánchez no hace otra cosa que seguir la estela marcada desde Andalucía por Susana Díaz, que fijó como prioridad de su mandato desterrar la corrupción. No sólo agita la misma bandera para reconquistar a los desafectos, sino que ha cogido la escoba de forma tan expeditiva que ha barrido del partido a todos los beneficiaros de la tarjetas negras de Caja Madrid, sin matiz ni distinción alguna en la purga. Y cada vez que se refiere a ello, cosecha los mayores aplausos en sus actos públicos.

El recetario de Felipe González

Pero, de forma llamativa, la lucha contra la corrupción no figuraba en el guion de prioridades que González dictó a modo de recetario para reconquistar la mayoría de Gobierno sin esperar a ver “cómo la pierde el otro”. Partiendo del criterio unánime de que lo primero es “recuperar la credibilidad”, González enfatizó que el cumplimiento de este requisito pasa en primer lugar por un proyecto claro de revitalización económica y de financiación del Estado de bienestar para restaurar la cohesión social. También por ofrecer soluciones a la crisis institucional y territorial. Y, asimismo, por una actitud activista en los ámbitos internacionales, que supere el “ya veremos” en función de “lo que alguien nos diga”, especialmente en el seno de la Unión Europea.

No obstante, el clima general es de compresión y apoyo a Sánchez porque hay práctica unanimidad en que el partido está en un momento crítico –aquel en el que se saca provecho de las condiciones imperantes o da lugar al estallido de una crisis–. El temor subyacente es que, si no se recupera ahora, puede quedar relegado a una posición residual, como ya le ocurrió a su viejo competidor de antaño, el PCE, que pasó de ser “el Partido” a acabar diluido en el conglomerado de Izquierda Unida. Por lo pronto, según reconocen con amargura algunos dirigentes de la vieja guardia, “ya estamos compitiendo en la segunda pista, no en la que se decide quién gobierna, sino en la del pelotón de los grupos de oposición, y cada vez con menos ventaja”.

Para unos cuantos que no son pocos, el error estratégico estriba en tratar a Podemos como si fuera un mal en sí mismo cuando, en todo caso, sería un síntoma de que la política española está enferma. En consecuencia, la estrategia del PSOE no tendría que ser de enfrentamiento, sino de absorción, ya que parte de sus votantes provienen de sus filas.

Precampaña para las primarias de julio

La impresión más extendida es que el futuro de Sánchez quedará perfilado antes de fin de año: si para entonces no se percibe con nitidez que los socialistas salen del encefalograma plano y ofrecen síntomas de recuperación que permitan albergar la expectativa de un buen resultado en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, todo podría precipitarse en contra suya porque los que van a ser candidatos apenas logran contener el temblor de piernas tras la sacudida que le ha pegado Podemos al tablero político.

De momento, Sánchez está aprovechando las “asambleas abiertas” para realizar una maratoniana precampaña con vistas a las primarias presidenciales previstas para julio. Él ya se ha postulado con reiteración, pero no tiene asegurada la proclamación sin competencia. A Susana Díaz, a quien Podemos también le ha cambiado el tablero de juego, por ahora le basta con que se la perciba como la “líder social” del PSOE, pero goza de fuerza y autonomía para elegir sus tiempos. Y Carmen Chacón, aunque integrada en la Ejecutiva, ha tenido buen cuidado de evitar cualquier declaración pública que la comprometa a no concurrir.

Felipe González comenzó su disertación del jueves rompiendo a favor de Pedro Sánchez una lanza que, aunque pareció bien intencionada, tenía veneno en su literalidad: “Hay algunas coincidencias históricas. A mí me eligieron secretario general por exclusión. Fue por casualidad…”.

Para los defensores del nuevo secretario general, “se está batiendo el cobre para cambiar las cosas frente a resistencias internas muy fuertes”, como las que encontró en el grupo parlamentario europeo para votar en contra de Jean Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea o en el de la carrera de San Jerónimo para imponer la dedicación exclusiva de los parlamentarios. Para sus detractores, “no tiene ningún proyecto de país, sólo ambición”. Por lo pronto, el PSOE ha ganado en visibilidad.

No llegó Felipe González a decir aquello de “está por demostrar que hay un nuevo proyecto con contenido de ideas”, como hizo en mayo de 2002 refiriéndose a José Luis Rodríguez Zapatero, pero algo parecido debió pasar por su mente cuando el jueves recordó ante Pedro Sánchez que en el congreso celebrado en Suresnes en 1974, cuando él asumió el liderazgo, “sabíamos lo que queríamos hacer con el país”, mientras que ahora “estamos bastante distraídos”.

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