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Pánico electoral en el PSOE
Sextos en Cataluña, quintos en País Vasco y Navarra, terceros en Madrid… Este es el mapa de riesgos que ha encendido todas las alarmas en el PSOE
Sextos en Cataluña, quintos en País Vasco y Navarra, terceros en Madrid, segundos o terceros en la Comunidad Valenciana… Este es el mapa de riesgos que, con pronósticos procedentes de diversas encuestas e impresiones sobre el terreno, ha encendido todas las alarmas en el PSOE y la razón última de la primera crisis entre Susana Díaz, la primus inter pares de la coalición de barones que tuteló el proceso de sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba, y el sucesor elegido en julio, Pedro Sánchez.
Por si no fuera suficiente, el barómetro político de octubre de la Sexta, dado a conocer el día 6, cayó como un mazazo al atribuir al PSOE una intención de voto del 20,9%, tan sólo tres puntos por delante de Podemos (17,9%) y, a pesar del gran desgaste del Gobierno, a gran distancia del PP (28,6%). Un escenario que, según la tesis del gurú demoscópico del PP, Pedro Arriola, permitiría al partido de Mariano Rajoy mantenerse en el poder con una minoría mayoritaria similar a la que permitió gobernar a Adolfo Suárez durante las dos primeras legislaturas de la democracia.
La clave para el PP está en mantenerse como el partido más votado, con un margen de al menos cinco puntos sobre el segundo, y que las demás candidaturas se repartan al máximo posible el resto de la tarta. El drama para el PSOE es que con la ley D'Hont, diseñada para asegurar la estabilidad, perder la segunda posición acarrearía un hundimiento sin precedentes que convertiría en un bello espejismo la derrota de la elecciones europeas. Perder el segundo puesto equivale en muchas circunscripciones, en las que el reparto es de 2-1, 3-1 o 3-2, a quedarse sin representación, y la suma de estas pérdidas sería catastrófica para los socialistas.
La candidatura presidencial, en el aire
Para justificar e intentar explicar la frialdad con la que Susana Díaz se pronunció sobre Pedro Sánchez en la entrevista publicada el domingo 19 por El País, se ha hablado de disparidad de enfoques sobre la forma de reencauzar las relaciones entre España y Cataluña, de discrepancias puntuales sobre algunas propuestas precipitadas del secretario general y también de diferencias sobre la estrategia de comunicación, las únicas reconocidas explícitamente por la presidenta de Andalucía. Pero, según las fuentes consultadas por este diario, es el temor a que las elecciones municipales y autonómicas de mayo confirmen esos negros augurios la auténtica razón de fondo que ha llevado a la baronesa andaluza a empezar a lavarse las manos de responsabilidad.
Y es en este contexto, según las mismas fuentes, en el que, al día siguiente de aquella entrevista, Díaz dijo en Onda Cero que cuando “llegue el momento, ya veremos qué pasa” con la candidatura del PSOE para la Presidencia del Gobierno, una incógnita que no se despejará hasta el 26 de julio de 2015 en virtud de los pactos que dieron la secretaría general a Sánchez.
Resulta llamativo que no haya sido Eduardo Madina, ni los barones que apoyaron su candidatura –el asturiano Javier Fernández y el extremeño Guillermo Fernández Vara– quienes han reabierto la incógnita sobre esa candidatura, sino quien brindó el apoyo decisivo a Sánchez para su elección como secretario general. Sánchez, que en el origen del proceso –al igual que Madina– no aspiraba a este cargo orgánico sino a la candidatura presidencial, ha manifestado con reiteración su propósito de ser el cartel electoral de su partido en las próximas elecciones generales y, para muchos de sus compañeros, el maratón de asambleas abiertas que está celebrando por toda España constituye de hecho una precampaña para la campaña de las primarias.
Aquí aflora una explicación complementaria del porqué de la frialdad explicitada por Díaz hacia Sánchez cuando aún no ha cumplido sus primeros cien días de mandato, y no en un medio cualquiera, sino en el diario que se considera de referencia para cuadros y militantes socialistas. “Susana no puede comprometer ahora su apoyo a la candidatura de Pedro porque no sabe lo que va a pasar de aquí a entonces. No sabe, por ejemplo, si surgirá un candidato de Andalucía…”, justifican dirigentes del PSOE andaluz, insinuando que su lideresa podría dar el paso ante una situación de “emergencia”.
A pesar de los intentos a posteriori de restarle trascendencia, el toque de atención de Díaz ha caído como una bomba en el PSOE. Ella ha querido matar al mensajero subrayando que antes se decía que tutelaba a Sánchez y ahora, que se ha distanciado sólo por decir que hay cosas que no comparte, pero eligió hacerlo públicamente cuando podría haber expresado sus desacuerdos, por ejemplo, en el Consejo de Política Federal –sanedrín de barones– de cuya presidencia desplazó en julio al asturiano Javier Fernández y al que todavía no ha convocado a una primera reunión constitutiva. Desde Ferraz se ha repetido sin cesar la consigna de que ambos “están en contacto permanente”, pero esto sólo ha venido a confirmar el cortocircuito porque el propio Sánchez se ha reconocido “sorprendido” por las declaraciones de Díaz. Y, para no haber ocurrido nada, llama la atención que el secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, difundiera el martes un comunicado negando discrepancias o enfrentamientos y que se estudie anticipar la gira por Andalucía que Sánchez ya tenía prevista para noviembre.
Tras la caída del rayo, está previsto que la presidenta andaluza aproveche este miércoles su intervención en un desayuno informativo en Madrid para rebajar el ruido de la tormenta. Previsto inicialmente para el lunes, se tuvo que posponer a ese día por problemas de agenda de la presidenta, aunque ello supone contraprogramar a su secretario general, que a esa hora estará debatiendo en el Pleno del Congreso con el presidente del Gobierno sobre el último Consejo Europeo.
El respiro del debate presupuestario
Tras un mes negro, marcado por iniciativas precipitadas que obligaron a posteriores rectificaciones y por la lluvia ácida de las tarjetas negras de Caja Madrid de las que también se beneficiaron destacados militantes socialistas y el afloramiento de dinero oculto por el sindicalista José Ángel Fernández Villa –factótum del PSOE asturiano durante décadas–, el correctivo de Díaz podría haber hecho doblar la rodilla a Sánchez. Pero el secretario general ha demostrado que tiene la mandíbula dura y el martes, en su primer debate de Presupuestos, logró rehacerse y salir fortalecido ante los suyos. Hasta los más críticos, los que no ahorran una sola descalificación cuando se trata de juzgar su gestión, reconocieron que hizo un buen papel e incluso hubo más de uno entre los que no apoyaron su elección que se acercó a decírselo expresamente.
La ansiedad que se vive en la bancada socialista se puso de manifiesto en los muchos aplausos que Sánchez recibió a destiempo, en más de una ocasión arrancados en solitario por algún palmero al que nadie siguió. El líder de la oposición puso en blanco y negro lo que el Gobierno presenta en tecnicolor, y lo hizo con un lenguaje cercano a la calle, huyendo de la macroeconomía, evitando lanzar propuestas que pudieran ser tachadas de “ocurrencias” y con un eje de vertebración ideológica que busca diferenciarse de la derecha y achicar el terreno a Podemos: “Ustedes se están dirigiendo a un 10% de la población. Yo le voy a hablar del 90% restante”.
Pero también volvió a ponerse de manifiesto que Sánchez tiene un problema de calendario. El suyo habría sido un excelente discurso para el primer año de legislatura, pero es posible que el del martes pasado fuera el último debate presupuestario de la legislatura y, si fue así, le faltó presentar una alternativa que se percibiera claramente como tal porque, aunque marcó cuatro grandes ejes de actuación (rescate hipotecario de familias y autónomos, reindustrialización, pacto contra la pobreza y políticas activas de empleo/salarios), una alternativa no es una suma de propuestas, sino un discurso capaz de inspirar la ilusión y confianza que haga a la mayoría de los ciudadanos poner el futuro en sus manos. [Durante su debate con Cristóbal Montoro, en la tribuna de público no llegó a haber más de treinta o cuarenta personas].
Aunque oportuno para salir del torbellino interno, a Sánchez el debate le llegó antes de tiempo porque, con la nueva dirección inmersa en la reformulación de su proyecto programático, es para noviembre cuando el PSOE tiene previstas sus dos grandes convenciones económicas: una sobre empleo y otra sobre reindustrialización.
En la agenda de previsiones de Sánchez, y también en la agenda oficial de la Moncloa, figura que el año próximo se repetirá este debate y que el secretario general del PSOE debutará como líder de la oposición en un debate sobre el estado de la Nación, pero es posible que en 2015 no llegue a celebrarse ni el debate de la Nación ni el presupuestario. No es la primera vez que el debate general no se celebra en “año electoral”, como va a ser 2015. Y, en cuanto al económico, los Presupuestos presentados por el Gobierno hacen recaer el ajuste del déficit sobre el recorte de gastos y el incremento de impuestos en los ámbitos autonómico y municipal, algo muy difícil de creer que se aplicará cuando van a celebrarse elecciones regionales y locales. Si, como los antecedentes permiten pronosticar, esas medidas no se adoptan en el tiempo previsto sobre el papel para soslayar el castigo de los electores, tendrán que hacerse con más intensidad en 2016, de modo que los Presupuestos que se presenten el año próximo tendrán que ser de nuevo de recorte y ningún Gobierno anuncia más sacrificios antes de presentarse a las elecciones.
En todo caso, en medio de la tormenta interna y bajo un cielo electoral enfoscado, jugando en su propio terreno –es economista–, Sánchez se ganó el martes un respiro, para sí mismo y para su partido. El miércoles, Susana Díaz dirá si dura más de una semana.
Sextos en Cataluña, quintos en País Vasco y Navarra, terceros en Madrid, segundos o terceros en la Comunidad Valenciana… Este es el mapa de riesgos que, con pronósticos procedentes de diversas encuestas e impresiones sobre el terreno, ha encendido todas las alarmas en el PSOE y la razón última de la primera crisis entre Susana Díaz, la primus inter pares de la coalición de barones que tuteló el proceso de sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba, y el sucesor elegido en julio, Pedro Sánchez.