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El "cambio" no será socialista sin una alternativa económica
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Gonzalo López Alba

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El "cambio" no será socialista sin una alternativa económica

Sánchez desnudó a Rajoy en el primer gran mitin de la campaña electoral más larga, pero su discurso adoleció de falta de propuestas y permitió a Podemos atribuirse la paternidad de algunas iniciativas socialistas

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

“Vamos a ver…”. Con este estado de ánimo llegaron los diputados socialistas al debate sobre el estado de la nación, dominados por la incertidumbre sobre el comportamiento del debutante Pedro Sánchez. Y, salvo aquellos que le niegan hasta el pan y la sal, salieron contentos porque se temían lo peor, pues todavía está muy presente en sus filas el recuerdo del “devengo de caja” con el que se estrelló José Borrell en su estreno parlamentario como jefe de la oposición y venía el actual líder socialista de encadenar varias semanas negras. Además, por primera vez desde el ocaso de José Luis Rodríguez Zapatero, pudieron ver a su jefe de filas actuando al ataque y no la defensiva, como ocurría con Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de sus asesores para la ocasión.

Sánchez ha podido, por vez primera desde que en julio del año pasado asumió la secretaría general del PSOE, disfrutar de una semana blanca al cerrar la crisis de Madrid con la proclamación como candidato autonómico de un Ángel Gabilondo que ha devuelto a los socialistas –no sólo a los madrileños– la esperanza y el entusiasmo, y salir bien parado del cara a cara con el presidente del Gobierno. Puesto que el uno y el otro plantearon el debate como el primer gran mitin de la que será la campaña electoral más larga, ambos salieron reforzados internamente. Pero, ¿y fuera de sus respectivas parroquias?

Si se tiene en cuenta que el celebrado esta semana fue el primer y único debate de la nación para Sánchez antes de las próximas elecciones generales, su intervención del martes fue, como sostienen sus menguantes críticos, “una oportunidad perdida”. El líder socialista acertó en el discurso de “deconstrucción” de la España en tecnicolor que pintó Mariano Rajoy, pero se quedó ahí. A nueve meses para el término de la legislatura, de quien aspira a gobernar España se espera algo más que la crítica: el bosquejo, cuando menos, de un proyecto de país. Su discurso pecó de querer abarcarlo todo –para satisfacer a sus barones introdujo referencias territoriales que poco venían a cuento, como la reforma electoral en Castilla-La Mancha– y adoleció de propuestas.

“Cambio” ya no es sinónimo de “mejora”

De cuantos eslóganes electorales ha habido, el más repetido y eficaz es el del “cambio”. Pero “cambio” ha dejado de ser sinónimo automático de “mejora”. No basta con el enunciado si no se le dota de contenido. Y, tras siete años de crisis, no hay oferta de cambio plausible si no va acompañada de una alternativa económica creíble que, sin negar la recuperación estadística de la que alardeó Rajoy, recomponga todo lo destruido con números que cuadren. Como dice Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI): “Negarse a usar cifras rara vez favorece a los más pobres”, a los que se presume que quiere representar el PSOE.

Pero Sánchez se quedó en los eslóganes, del tipo “recuperación justa” y “España de las oportunidades”. ¿Cómo se construye eso? Además de revocar reformas del PP, sólo habló de “subir el salario mínimo interprofesional” (¿cuánto y a qué ritmo?), doblar la cuantía de las becas, “reformar de verdad nuestro sistema fiscal” (¿qué es “de verdad”?) y “reindustrializar nuestra economía” (los gobiernos, que se sepa, no crean industrias).

El PP planea hacer de los Presupuestos para 2016 su 'manifiesto electoral'

Cierto es que hubo mucha mayor concreción en las propuestas de resolución presentadas al término del debate, pero sabido es que este trámite se asemeja a los minutos de la basura en el baloncesto, cuando intervienen los suplentes y ya nadie presta atención, entre otras razones porque raramente se cumplen, salvo cuando se limitan a transponer compromisos asumidos previamente por el presidente del Gobierno. Y es así como, ante la opinión pública, Podemos ha acabado apropiándose de propuestas como la creación de un impuesto para las grandes fortunas, cuando en realidad el primero que lo planteó fue el PSOE de Rubalcaba y Elena Valenciano. Y no sólo Podemos, sino incluso el PP, que el viernes plasmó en una norma la “segunda oportunidad” para autónomos que venían reclamando los socialistas.

Han debido pensar los estrategas del PSOE que a Sánchez aún le queda el debate de los próximos Presupuestos. Pero si, como parece, Rajoy opta por presentarlos antes de la cita en las urnas en lugar de prorrogar los vigentes, el Gobierno y el PP harán de los Presupuestos para 2016 su manifiesto electoral y, elaborados en esa clave, Sánchez tendrá mucho más difícil vender su alternativa económica.

Peldaño a peldaño

En su segunda intervención, el líder del PSOE se adentró en el pantanoso terreno de la corrupción con su traje de Don Limpio. Fue esta, probablemente, la parte de su discurso que más inquietud y dudas generó en su bancada porque, con Manuel Chaves sentado en ella a la espera de su próxima comparecencia ante el Tribunal Supremo, parecía una pelota fácil de devolver para Rajoy.

Pero, como Adolfo Suárez con Felipe González, González con José María Aznar y Aznar con Zapatero, el presidente menospreció al opositor. Decían en vísperas desde el PP que Rajoy acudía con la intención de, además de vender la recuperación económica, “salvar” a Sánchez o, cuando menos, mantenerlo a flote. Y el ‘novillero’ logró lo que no habían conseguido antes ni Zapatero ni Rubalcaba: desencajar a Rajoy y hacerle perder la pose de hombre impasible y contenido (“Patético” no ha sido, ni de lejos, lo más fuerte que se ha escuchado decir a Rajoy en el hemiciclo; mucho más lo fue cuando, siendo jefe de la oposición, le espetó a Zapatero: “Usted traiciona a los muertos de ETA”. Y, además, fue un término adecuado por describir lo ocurrido, pues Sánchez logró, como dice el Diccionario de la RAE, “agitar” su ánimo “infundiéndole efectos vehementes”).

Y así, a pesar de los traspiés –que no han sido pocos–, Pedro Sánchez va subiendo peldaño a peldaño en su asentamiento como líder del PSOE. Por mucho que Pablo Iglesias se empeñe en deslegitimar el sistema atribuyéndose extramuros del Parlamento la condición de “líder de la oposición” –título que, por cierto, se inventó Gregorio Peces-Barba en connivencia con Felipe González para sostener en su día a Manuel Fraga–, fue Sánchez quien desnudó a Rajoy. Y lo hizo en un debate que, según la post encuesta de Sigma 2 publicada por El Mundo, fue seguido entera o parcialmente por un 41% de lo población, casi un 13% más que hace un año, cuando el cara a cara fue entre Rajoy y Rubalcaba.

Mensaje a Susana Díaz

Fortalecido ante el espejo y ante su parroquia, Sánchez hasta se ha permitido esta semana enviar un mensaje a Susana Díaz. No fue casual ni anecdótico que, en la multitudinaria presentación de Gabilondo, respondiera a los gritos de “¡presidente, presidente!” con lo que más irrita a la presidenta andaluza: “Por medio tiene que haber primarias”.

“Vamos a ver…”. Con este estado de ánimo llegaron los diputados socialistas al debate sobre el estado de la nación, dominados por la incertidumbre sobre el comportamiento del debutante Pedro Sánchez. Y, salvo aquellos que le niegan hasta el pan y la sal, salieron contentos porque se temían lo peor, pues todavía está muy presente en sus filas el recuerdo del “devengo de caja” con el que se estrelló José Borrell en su estreno parlamentario como jefe de la oposición y venía el actual líder socialista de encadenar varias semanas negras. Además, por primera vez desde el ocaso de José Luis Rodríguez Zapatero, pudieron ver a su jefe de filas actuando al ataque y no la defensiva, como ocurría con Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de sus asesores para la ocasión.

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