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Maestría socialista para dispararse en los pies
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Gonzalo López Alba

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Maestría socialista para dispararse en los pies

Resucitar en estos momentos el debate sobre el liderazgo del PSOE y su candidatura presidencial es propio de mentalidades suicidas, dada la inmediatez de los comicios municipales y las circunstancias

Foto: Carmona, González, Sánchez y Gabilondo. (Efe)
Carmona, González, Sánchez y Gabilondo. (Efe)

Tienen los socialistas españoles una proverbial capacidad para meter el palo entre sus propias ruedas. De no ser por el desenmascaramiento de Rodrigo Rato –se confirma que Pedro Sánchez tiene baraka–, todavía seguiría fluyendo el río de las polémicas suscitadas en torno a las últimas declaraciones de Felipe González, la postergación de José Luis Rodríguez Zapatero y las quejas de Antonio Miguel Carmona por su papel secundario en la convención municipal del pasado fin de semana.

Resucitar en estos momentos el debate sobre el liderazgo del PSOE y su candidatura presidencial es propio de mentalidades suicidas, no solo por la inmediatez de las cruciales elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo, sino porque las circunstancias, más que los méritos propios, han situado a los socialistas en una posición favorable que era inimaginable cuando eligieron secretario general a Sánchez. La irrupción de Podemos por la izquierda y de Ciudadanos por la derecha, ha provocado el efecto rebote de reubicar al PSOE en el espacio del centro, al tiempo que su adversario tradicional, el PP, se ha visto desplazado hacia la radicalidad conservadora. Así lo confirman las encuestas, que identifican el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos como la alianza preferida por los ciudadanos.

Pero, especialistas en dispararse en el pie, antes de que lo hicieran los medios de comunicación fueron los propios dirigentes del PSOE los que exorbitaron la llamada al cierre de filas en torno a Sánchez que el domingo pasado hizo González. Es el peligro, de sobras conocido, que tiene sacar al santo en procesión. Si dice porque dice y si no dice porque no dice. En todo caso, se sabía de antemano que suyos serían los titulares del día siguiente.

placeholder Felipe González, en la Conferencia Municipal del PSOE. (Efe)

Lo que dijo González era de manual. ¿Qué va a decir en público el patriarca del vástago en cuyas manos han puesto los accionistas el futuro de la empresa familiar? Quienes creen que se equivocaron promoviendo a Sánchez para impedir que el sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba fuera Eduardo Madina no tienen derecho, si es que se equivocaron, a que la culpa de su error recaiga sobre un partido que no es suyo –aunque algunos actúan como si lo fuera– y que, como tantas veces ha dicho González, no es –no debería ser– otra cosa que “un instrumento al servicio de los ciudadanos”.

Las medio verdades de González

El efectismo de la revelación hecha por González a Pepa Bueno en Cuatro al confirmar que en las primarias socialistas votó a Madina y no a Sánchez, tapó las muchas medio verdades que, trufadas con algunas enteras, dijo en la entrevista con la que, el mismo día de la convención socialista, hizo doblete mediático.

González tildó de 'chisgarabís' a los que, como Zapatero, que no ha asimilado la necesidad de pasar una larga cuarentena, mudan de criterio

En este punto no hay más opción que darle todo el crédito a su palabra porque el voto es secreto y, el 14 de julio de 2014, la papeleta que González introdujo ese día en la urna de la agrupación de Moratalaz (Madrid) la eligió dentro una cabina, sin que nadie pudiera ver cuál era. Además, los antecedentes confieren toda la verosimilitud a su afirmación porque fue de los primeros en promover la alternativa del diputado vasco para liderar el PSOE, no ya frente a Sánchez, sino incluso mucho antes, cuando se le pidió que postulara su candidatura como una tercera vía entre Rubalcaba y Carmen Chacón tras el fracaso del primero como candidato electoral. Pero, sin que esto implique rectificación de lo anterior, también aseguró en su día que en el 35º Congreso su candidato era José Bono cuando, siendo así inicialmente, existen documentos que demuestran cómo fue virando progresivamente en su apoyo hacia la candidatura de Zapatero.

Que Sánchez y González han alcanzado algún tipo de entendimiento se confirmó el jueves, cuando el ideólogo del mejor felipismo, José María Maravall, accedió a descender de su peana catedralicia para presentar en un desayuno informativo al secretario de Organización, César Luena. En política, como en la vida, los afectos son determinantes, y Sánchez, a pesar de sus patadas en la espinilla con la reprobación de las puertas giratorias, se lo dio reclamando la ayuda de ambos para preparar su exitosa intervención en el debate de la Nación.

El PSOE sigue enredándose en polémicas personalistas cuando la irrupción de Podemos y Ciudadanos lo ha reubicado en el centro político

Al hilo de las puertas giratorias dijo González una de sus medio verdades en Cuatro. Tras despachar asunto tan grave con la frivolidad de que son lo que cualquiera encuentra a la entrada de un hotel, planteó este debate con una disyuntiva maniquea: a los expresidentes se les ha de permitir que aprovechen para su lucro personal los conocimientos y relaciones que adquirieron gracias a que el pueblo los eligió para gobernar durante un tiempo o los ciudadanos han de correr de por vida con todos sus gastos a través de los Presupuestos del Estado. Y no es verdad. Nadie quiere su muerte civil y nadie les haría reproche alguno si, cumplida su etapa de “servicio público”, regresaran a sus profesiones. ¿No era González abogado laboralista? Pues no habían de faltarle clientes con los destrozos de la crisis y la reforma laboral del PP. ¿No era José María Aznar funcionario de Hacienda como inspector de finanzas? Pues tendría trabajo a destajo, lo que no tienen millones de españoles.

También dijo una medio verdad González cuando sostuvo que no existe poder sin representación institucional. La influencia también es poder, aunque sea su forma más sutil porque tiene la ventaja de que sobre el influyente no recae el juicio a la eficacia-eficiencia de sus criterios. Y González conserva mucha influencia en el PSOE, entre bastidores y ante los militantes, pero seguramente mucho menos de la que él cree. Según datos oficiales, el 70% de los afiliados socialistas tienen más de 40 años, lo que quiere decir que los más jóvenes de estos nacieron en 1975 –cuando murió Franco– y alcanzaron la mayoría de edad en 1993 –en plena descomposición del felipismo, acosado por un sinfín de casos de corrupción y las revelaciones sobre los GAL–. [La militancia socialista, según datos oficiales, se distribuye por tramos de edad de la siguiente forma: el 30% tiene entre 20 y 40 años, el 45% entre 40 y 55, y el 24% más de 55].

placeholder Gabilondo (d) y Carmona (i), de espaldas en un momento de la Conferencia socialista. (Efe)

En la oleaje de la comunicación del espectáculo en la que ha degenerado el periodismo, ha pasado desapercibido lo más fuerte que, en clave interna, dijo González en su entrevista con Pepa Bueno. Amparándose en la memoria de Ramón Rubial, un hombre tan humilde y sensato que nunca vio mérito político alguno en que Franco lo hubiera metido en la cárcel, recordó que el expresidente del PSOE llamaba “chisgarabís” a los que mudan de criterio antes de que lo haga el día. En el contexto de la conversación, el adjetivo no podía tener otro destinatario que Zapatero: promovió a Chacón como su heredera para luego dejarla en la estacada en beneficio de Rubalcaba, impulsó a Madina como relevo para cambiar su apuesta a favor de Sánchez cuando ya se había lanzado la carrera y, apenas había terminado el recuento de las primarias, cuando ya había movido sus fichas a la casilla de Susana Díaz.

También defendió que Zapatero tendría que haber convocado elecciones antes de aplicar los recortes y la reforma constitucional que destrozaron el traje socialista, pero entonces nadie se lo escuchó decir. Lo que todos recuerdan en el PSOE es que algunos barones territoriales como José María Barreda o el semijubilado Juan Carlos Rodríguez Ibarra sí lo plantearon, pero él cerró filas con el entonces presidente.

Gabilondo ha arrebatado a Carmona el papel de 'salvador' de Sánchez y ve complicarse su aspiración de ser secretario general de la federación madrileña

Y Zapatero, que empezó bordando su salida de la escena, tendría que asumir que todos los que han sido presidentes han de pasar por una larga cuarentena y tener muy presente, con el ejemplo de Adolfo Suárez como prueba, que la discreción y el silencio son su mejor medicación para obtener el reconocimiento por las cosas que hicieron bien y procurar el olvido de las que hicieron mal.

El desplazamiento de Carmona

La convención municipal socialista del pasado fin de semana fue también el teatro en el que se representaron varios conatos de crisis en Madrid, donde la grieta abierta con la muerte súbita de Tomás Gómez dista mucha de estar cerrada y soporta a duras penas el parche del armisticio electoral. Bajo el cobertor del malestar de Carmona por sentirse relegado en el protocolo de intervenciones y paseíllos, se oculta un mar de fondo.

A Carmona se le había atribuido expresamente el papel de “salvador” de Sánchez cuando Gómez era todavía el secretario general de Madrid y candidato autonómico, pero el fichaje de Ángel Gabilondo ha trastocado el reparto.

Las encuestas más fiables indican que Carmona va en segunda posición en la competencia por la Alcaldía de Madrid, pero PP y Ciudadanos sumarían mayoría absoluta, y la esperanza del candidato socialista de poder granjearse el apoyo del partido de Albert Rivera choca con el descarado cortejo de Esperanza Aguirre y, además, está condicionada por el juego de alianzas variables al que todo indica que se apuntará la fuerza que se perfila como recambio de los nacionalistas en el papel de bisagra a izquierda y derecha.

Mientras, Gabilondo todavía no ha logrado remontar hasta la segunda posición en la carrera para el gobierno autonómico, pero ya ha mejorado los resultados de las europeas (18%), ha recortado distancias con Podemos, sigue en tendencia alcista y los sondeos pronostican una clara mayoría de izquierdas en el conjunto de la comunidad de Madrid.

En síntesis, a día de hoy y con las encuestas en la mano, el PSOE tiene más posibilidades de reconquistar el gobierno regional que el municipal. Y, en la carrera paralela que se disputa en los boxes, ya no está tan claro como parecía tras la decapitación de Gómez que Carmona vaya a ser el próximo secretario general de la federación madrileña. Si Carmona se ha afanado por hacer una lista con gente cualificada, desplazando a los secretarios generales de las diversas agrupaciones locales que las patrimonializaban, a Gabilondo le han hecho una lista plagada de rubalcabistas. Y algunos de los jóvenes cachorros de este sector han logrado entrar en las candidaturas electorales y creen llegada su hora de dar el asalto al poder orgánico.

Tienen los socialistas españoles una proverbial capacidad para meter el palo entre sus propias ruedas. De no ser por el desenmascaramiento de Rodrigo Rato –se confirma que Pedro Sánchez tiene baraka–, todavía seguiría fluyendo el río de las polémicas suscitadas en torno a las últimas declaraciones de Felipe González, la postergación de José Luis Rodríguez Zapatero y las quejas de Antonio Miguel Carmona por su papel secundario en la convención municipal del pasado fin de semana.

Tomás Gómez Pedro Sánchez Alfredo Pérez Rubalcaba Eduardo Madina Carme Chacón Antonio Miguel Carmona Ángel Gabilondo