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Alguien nuevo y en quien confiar
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Gonzalo López Alba

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Alguien nuevo y en quien confiar

Los referentes del PSOE, Podemos, Ciudadanos e Izquierda Unida son nuevos, pero Sánchez carga con el lastre de su partido y Garzón con el residualismo testimonial del suyo

Foto: Debate entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón sobre la unidad de la izquierda. (Flickr/Podemos)
Debate entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón sobre la unidad de la izquierda. (Flickr/Podemos)

La encuesta preelectoral a pie de calle arroja una conclusión muy rotunda: con independencia de la tendencia ideológica de cada ciudadano, todos buscan entre los políticos que se presentan como candidatos para gobernar a alguien en quien poder confiar y, en la medida en que los inmaculados no existen en la vida real, a alguien nuevo que todavía pueda exhibir el atributo de la presunción de inocencia.

Aunque no son candidatos directos para el 24-M, esta es la ventaja de salida con la que concurren Pablo Iglesias y Albert Rivera, en su calidad de referentes de Podemos y Ciudadanos, respectivamente. Pedro Sánchez, el referente del PSOE, también es nuevo, pero, a diferencia de los anteriores, acarrea el lastre de un partido cargado de luces y sombras, en el que, hoy por hoy, siguen pesando más las sombras que las luces. El único referente que adolece por completo de esta prima es Mariano Rajoy.

En su afán por ganar votos, el líder del PSOE ha prometido 'un giro a la izquierda' y se ha presentado como la garantía de 'la centralidad'

Puede argumentarse en contra que Alberto Garzón también es nuevo, pero en su caso pesa que Izquierda Unida, como el PCE desde que se celebraron las primeras elecciones democráticas, nunca ha sido percibida como una fuerza de gobierno y lo que ahora buscan los ciudadanos no son contrapesos a las fuerzas mayoritarias –aunque también–, sino que otean el horizonte para encontrar nuevos gobernantes que traigan aire fresco a una política que tiene el olor mortecino de lo encerrado entre cuatro paredes, acartonada y desprestigiada por el conchabamiento entre las élites políticas y las élites económicas.

Diferencia entre municipales y generales

En este punto, y en un sociedad que como la española ya ha dado pruebas de ejercer el voto con un criterio discriminatorio en función del tipo de convocatoria electoral, conviene tener en cuenta un factor cuya omisión puede dar lugar a que los resultados del 24-M se conviertan en un espejismo para quienes aspiran a convertirse en los próximos inquilinos de la Moncloa.

Aunque los líderes de las fuerzas emergentes nunca hayan tocado poder y muchos de sus candidatos para el 24-M no hayan estado antes en el juego de la política institucional, la inmensa mayoría ha desarrollado algún tipo de actividad política. Tanto Ciudadanos como Podemos se han nutrido con gente procedente de UPyD, Izquierda Unida, pequeñas organizaciones extraparlamentarias o movimientos ciudadanos. Y en los pueblos, a diferencia de lo que ocurre cuando la convocatoria es de ámbito nacional, “todos nos conocemos”, de modo que el ciudadano es menos permeable a la propaganda.

El Partido Popular es el único que no ha cambiado de líder y parte de su electorado puede castigarlo por navegar con 'banderas falsas'

Este conocimiento directo influirá en el resultado de las elecciones municipales porque, por muy inmaculado que esté, resulta difícil entregar la confianza a, por ejemplo, alguien que, como Pedro Fernández, candidato de Ciudadanos a la alcaldía de Ciudad Real, balbucea al presentar un programa cuyo contenido desconoce.

Políticos “letrero” y políticos “veleta”

En El Establishment (Seix Barral), el libro-denuncia de Owen Jones, el politólogo británico recuerda que el difunto laborista de izquierdas Tony Benn dijo en una ocasión que había dos tipos de políticos: “Un letrero que señala en la misma dirección sin importar qué tiempo haga y una veleta que lo hace allá donde sople el viento”. Si nos atenemos a estas categorías, los líderes del PP y de Izquierda Unida se pueden encuadrar en el modelo “letrero”, mientras que Sánchez, Iglesias y Rivera responden al tipo “veleta”.

En su afán por ganar votos en cualquier caladero, en lo que va de campaña el líder del PSOE ha prometido “un giro a la izquierda” y también se ha presentado como la garantía de “la centralidad” en la política española, excluyendo únicamente al PP, Bildu y Foro Asturias (Francisco Álvarez-Cascos) como posibles aliados.

En coyunturas de cambios profundos y opinión pública volátil, los 'liderazgos-plastilina' tienen más capacidad de aunar voluntades

Al anticipar que en el PSOE habrá barra libre para los pactos, Sánchez hace de la necesidad virtud y no otra cosa. No solo sabe que no tiene fuerza para condicionar la estrategia de Susana Díaz en Andalucía, sino que pretender imponer desde Ferraz una negociación global de los pactos solo sería una invitación a la rebelión interna porque son varios los secretarios regionales que están ante la encrucijada de gobernar o jubilarse, como Ximo Puig, en la Comunidad Valenciana, Guillermo Fernández Vara, en Extremadura, o Javier Fernández, en Asturias.

Guiado por el mismo afán de ganar votos como sea, Iglesias ha pasado de moderar su discurso cuando las encuestas proyectaban Podemos como un cohete a radicalizarlo cuando ha percibido un freno demoscópico a sus expectativas. Y Rivera se ha enredado en una espiral de exigencias para pactar que son inasumibles por las dos fuerzas mayoritarias, no por su contenido sino por su formulación en términos de “lo tomas o lo dejas”, que es justamente la contrario de la negociación y el pacto, al tiempo que combina sensatas propuestas innovadoras con otras disparatadas, como subir el IVA del pan o jubilar de la política a todos los menores de 35 años.

El voto emotivo y los ‘líderes-plastilina’

Todo esto es lo que dice la razón, pero fiar un análisis de esta naturaleza exclusivamente al raciocinio puede inducir al error porque, como advierte el psicólogo Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, en las decisiones humanas acostumbra a pesar más el sesgo “intuitivo y emocional” que el “deliberativo y lógico” (Pensar rápido, pensar despacio. Debolsillo).

Este sesgo cognitivo hace que cuando alguien elige una opción, y la opción de elegir una papeleta de voto no es la excepción, se queda con lo que quiere oír y olvida lo que no quiere escuchar. Por ejemplo: la estrambótica propuesta de Rivera para penalizar el consumo del producto alimenticio más básico en un país en el que mucha gente pasa hambre o el manto de olvido que Iglesias ha tendido sobre sus propuestas originales de crear una renta básica o el impago parcial de la deuda pública.

Sánchez da barra libre para los pactos porque no tendría fuerza para frenar una rebelión de quienes están ante la disyuntiva de gobernar o jubilarse

Además, junto a la psicología individual, ha de tenerse en cuenta la psicología colectiva que induce, con frecuencia de modo inconsciente, a alinearse con quien es percibido como ganador.

En este marco referencial, los “políticos-plastilina” como Sánchez, Iglesias y Rivera tienen más posibilidades de aunar voluntades y aglutinar mayorías, como demostró en su momento Adolfo Suárez, arquetipo de este modelo de liderazgo, que se acomoda mejor a coyunturas de cambios profundos en los que el estado de las cosas y el ánimo de la opinión pública es extremadamente volátil.

Pero, como advirtió George Orwell (Ensayos, Debate), “para un partido político el hecho de navegar bajo una bandera falsa acaba por no ser una ventaja. (…) No hay motivo para pensar (…) que pueden arrastrar a sus seguidores detrás de ellos sin importar la política que hayan elegido adoptar”.

En apariencia, este es el plus que tienen Rajoy y Garzón. El problema para IU es que se ha convertido en una fuerza residual y el problema para el PP es que una parte importante de su electorado puede pasarle factura porque Rajoy ha navegado con “bandera falsa” cuando prometió bajar los impuestos y los subió, cuando irritó a los suyos con la excarcelación sanitaria del etarra Bolinaga o cuando dejó en unos retoques la contrarreforma de la ley del aborto.

Si se atiende a las charlas de bar y a las tertulias entre amigos o familiares, en estos momentos los ciudadanos prefieren lo incierto por conocer antes que lo malo ya conocido. Pero acabamos de ver cómo en Inglaterra los ciudadanos dejaban en el ridículo a empresas demoscópicas, analistas políticos y periodistas. Lo mismo podría ocurrir en España.

La encuesta preelectoral a pie de calle arroja una conclusión muy rotunda: con independencia de la tendencia ideológica de cada ciudadano, todos buscan entre los políticos que se presentan como candidatos para gobernar a alguien en quien poder confiar y, en la medida en que los inmaculados no existen en la vida real, a alguien nuevo que todavía pueda exhibir el atributo de la presunción de inocencia.

Política Izquierda Unida Susana Díaz Adolfo Suárez UPyD Ciudadanos Mariano Rajoy Pedro Sánchez