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Estrategia y cálculos del PSOE para el 20-D
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Gonzalo López Alba

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Estrategia y cálculos del PSOE para el 20-D

El protagonismo de la campaña socialista recaerá en su presidenciable, pero la marca PSOE jugará su papel para reforzar la identificación natural con el centro-izquierda y el reformismo

Foto: El secretario general de PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general de PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Lograr que Pedro Sánchez sea percibido como el único candidato capaz de conjugar la “nueva política” con la “solvencia” -o viceversa- es el objetivo prioritario para la campaña socialista del 20-D, según fuentes de su comité de estrategia, cuya composición desveló el jueves El Confidencial. Y, como acompañamiento, presentar la marca PSOE como la de “un partido con tradición” -de ahí la recuperación del símbolo convencional del puño y la rosa-, pero, al mismo tiempo, capaz de renovarse continuamente para adaptarse a la nueva realidad sociopolítica.

Primará el candidato, como en el PP, Ciudadanos y Podemos -algo menos en el caso de IU, que postula a Alberto Garzón, quien procede directamente del movimiento 15-M-, lo que no es novedoso porque esta ha venido siendo la tónica de la política española, aunque nuestro régimen sea constitucionalmente parlamentario -el presidente del Gobierno no es elegido por los votantes, sino por los diputados-.

En la 'Guía de campaña' que se difunde a los medios de comunicación -hay otra que solo es de consumo interno-, se subraya que la “idea básica” es: “Pedro Sánchez o Mariano Rajoy”, porque “la mayoría de los españoles desean un cambio a la izquierda” y “solo el PSOE puede ganar al PP”. Es decir, se apuesta, una vez más, por la polarización derecha/izquierda y, en este marco, por el voto socialista como el “voto útil” de la izquierda.

Los expertos reconocen que los socialistas difícilmente podrán ganar si no recuperan terreno en las grandes ciudades

La segunda prioridad estratégica es reforzar la identificación del centro-izquierda y el reformismo -“frente al inmovilismo de unos y el rupturismo de otros”- como el “espacio natural” del PSOE. Superados los temores al 'sorpasso' de Podemos, Sánchez ha iniciado un giro hacia el centro -claramente perceptible en algunos aspectos del borrador del programa electoral- para impedir que Ciudadanos le achique el espacio por el centro, como en buena parte ocurrió en las elecciones autonómicas de Cataluña, aunque se trate de un territorio con características muy específicas.

El refuerzo de esa identificación viene, además, aconsejado por los estudios demoscópicos, en los que se refleja que, tras un periodo de escoramiento hacia el centro-derecha, la mayoría de los españoles ha vuelto a autoubicarse en el espacio ideológico del centro izquierda, en gran medida por su nexo histórico con las políticas públicas, destrozadas o desmanteladas por el Gobierno de Rajoy con amplio rechazado ciudadano.

Los cálculos socialistas

Aunque el protagonismo principal recaiga sobre el candidato, la marca PSOE tendrá también un papel importante porque de las series de estudios demoscópicos se desprende que los votantes tienden en las elecciones municipales y autonómicas a asumir con más facilidad el “riesgo” de apostar por opciones nuevas, pero, cuando se trata de comicios generales, hasta ahora la mayoría se ha mostrado más 'conservadora': apuesta por “los míos de toda la vida”. Así se constata en el dato de que en las elecciones generales la participación suele ser varios puntos más alta que en otras convocatorias, lo que se atribuye a la existencia de una bolsa de votantes que, aunque se abstengan en locales y regionales o castiguen en ellas al partido con el que más se identifican, consideran que “las auténticas elecciones” son estas y sí acuden a votar porque entienden que es en ellas en las que se deciden “las cosas importantes”.

Pero estas conclusiones nacen del análisis de la serie histórica del periodo de vigencia del bipartidismo, cuando ya parece consolidado un nuevo esquema cuatripartito. Y en Canadá acaba de ganar, por mayoría absoluta y relegando a los socialdemócratas al tercer puesto, el liberal Justin Trudeau, que arrancó la campaña partiendo de la tercera posición en las encuestas.

La previsión de partida es que se ganarán escaños en Andalucía y Madrid, pero se perderán en Cataluña y Comunidad Valenciana

Un aviso para navegantes que no ha pasado desapercibido entre los dirigentes socialistas más avezados y perspicaces. Nada está escrito en los tiempos que corren. Aunque siempre acostumbra a decirse lo mismo, en esta ocasión la campaña electoral puede ser decisiva: dos meses por delante son mucho tiempo para cometer errores.

El cálculo que, con las encuestas sobre la mesa y el horizonte de un Parlamento fragmentado, se hacen en el cuartel general de la candidatura socialista es que con el 30% de los votos se pueden ganar las elecciones y obtener una mayoría “suficiente” de entre 130-135 escaños para gobernar con el apoyo de un segundo partido, inclinándose las preferencias hacia un acuerdo con Ciudadanos similar al obtenido por Susana Díaz en Andalucía. Exactamente el mismo cálculo que hace el PP.

El PSOE cuenta con beneficiarse en el reparto de escaños de la ley d´Hont, que, en términos genéricos, da todo al primero, algo al segundo y nada a los demás, lo que dificulta notablemente la entrada de terceros y cuartos partidos en las circunscripciones medianas y lo hace prácticamente imposible en las pequeñas, salvo que se produjera un “voto de sustitución” del PP por Ciudadanos y/o del PSOE por Podemos. Si esto -que sería el broche para una revolución en el esquema de partidos español- no ocurre, “los restos” por los que se atribuye el último escaño en cada provincia pueden ser determinantes del resultado final.

Pero, según reconocen dirigentes socialistas con muchas campañas a la espalda, el PSOE no podrá alcanzar el 30% de lo votos ni los 130 escaños si no consigue recuperar algo de terreno en las grandes circunscripciones, y el punto de arranque, además de irregular territorialmente, no es precisamente halagüeño: en Andalucía creen estar en condiciones de poder aportar 4-5 escaños más que en la última legislatura y en Madrid se considera plausible ganar dos (pasar de 10 a 12, si se mantiene el porcentaje obtenido por Ángel Gabilondo en las elecciones autonómicas y se logra recuperar parte del voto que se fugó en las municipales hacia la candidatura de Manuela Carmena); pero en Barcelona se prevé un retroceso (bajar de 10 a 7-8) y otro tanto en la Comunidad Valenciana (uno menos en Valencia y otro en Alicante).

La oferta programática

En cuanto a la oferta programática, que no será definitiva hasta su aprobación por la conferencia de programa convocada para el 14 y 15 de noviembre, sus cuatro ejes serán: 1. Un modelo laboral donde los trabajadores tengan derechos y salarios justos. 2. Unos servicios públicos que recuperen su calidad. 3. Un modelo fiscal donde paguen más los que más tienen. 4. Un Gobierno que erradique la corrupción y que apueste por la transparencia de los poderes públicos. 5. Una reforma de la Constitución que actualice nuestro modelo institucional y que garantice nuestro modelo de bienestar y nuestra convivencia, respetando la pluralidad y preservando la igualdad.

En la conferencia, en la que el comité federal -máximo órgano del partido entre congresos- ha delegado la aprobación de su oferta electoral, participarán 500 personas. Según la distribución oficial, 250 serán militantes elegidos por las federaciones, representantes de Juventudes Socialistas (10), de la corriente Izquierda Socialista (10) y de organizaciones sectoriales vinculadas al partido (16). Otras 250 serán representantes sociales, de los que la mitad serán designados por la dirección federal y la otra mitad por los territorios.

Lograr que Pedro Sánchez sea percibido como el único candidato capaz de conjugar la “nueva política” con la “solvencia” -o viceversa- es el objetivo prioritario para la campaña socialista del 20-D, según fuentes de su comité de estrategia, cuya composición desveló el jueves El Confidencial. Y, como acompañamiento, presentar la marca PSOE como la de “un partido con tradición” -de ahí la recuperación del símbolo convencional del puño y la rosa-, pero, al mismo tiempo, capaz de renovarse continuamente para adaptarse a la nueva realidad sociopolítica.

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