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Los cuatro movimientos que podrían evitar unas nuevas elecciones
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Gonzalo López Alba

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Los cuatro movimientos que podrían evitar unas nuevas elecciones

Las presiones para un entendimiento transversal arreciarán durante los próximos dos meses, pero ninguna de las opciones posibles parece viable

Foto: El hemiciclo, el día de la segunda votación de investidura. (EFE)
El hemiciclo, el día de la segunda votación de investidura. (EFE)

Los debates parlamentarios que en esta semana precedieron a la fallida investidura de Pedro Sánchez han puesto de manifiesto que la mediocridad -disfrazada de prepotencia, altanería y soberbia- y el cortoplacismo son los rasgos dominantes en buena parte de la clase política elegida para solucionar los problemas de los ciudadanos, sin distingos entre los 'nuevos' y los 'antiguos'. En esos debates pudo verse a dos dirigentes únicamente preocupados en satisfacer a sus hinchadas -Mariano Rajoy y Pablo Iglesias- y a otros dos -Sánchez y Albert Rivera- intentando, con mayor o menor acierto, trasladar al Parlamento el sentir de la calle.

El periodo de dos meses que ahora se abre antes de la convocatoria de nuevas elecciones seguramente hará reflexionar a unos y otros -con las encuestas en la mano y diversos focos de presión a favor de los pactos-, pero lo que ya se palpa en la calle sin necesidad de estudios demoscópicos es el desencanto de los ciudadanos con sus representantes. Si no corrigen el rumbo, más allá de los réditos partidarios que cada uno pueda obtener, lo que se atisba en el horizonte es una abstención más elevada que en los comicios del 20-D.

Sánchez y Rivera salen del intento de investidura con la guía de campaña hecha, mientras que Rajoy e Iglesias tendrán que reconsiderar sus estrategias

Hay cuatro movimientos que podrían desbloquear la situación antes de llegar a nuevas elecciones. Aunque ninguno parece que pueda prosperar a día de hoy, dos meses en política son más que una eternidad. Esos movimientos son:

1. La retirada de Mariano Rajoy

La renuncia del presidente del Gobierno en funciones a continuar al frente del PP es el único movimiento que podría alterar sustancialmente el bloqueo político tras la fallida investidura de Sánchez, en opinión de Ciudadanos. Rivera ha intentado forzarla, pero su dura intervención en el debate parlamentario ha quebrado su relación. Rajoy, como la mayoría del PP, no se ha enterado de nada de lo que ha pasado, por autismo -“llevan años sin pisar la calle”, reconocen asesores gubernamentales sin carné de partido- o por resistencia a salir por la puerta de atrás, una constante en la trayectoria de todos los presidentes de Gobierno que ha habido en el periodo democrático. Rajoy asumió ante Sánchez el papel de líder de la oposición, pero con la misma prepotencia y tono faltón que si no hubiera perdido la mayoría absoluta después de cuatro años en los que ha podido gobernar a su antojo.

Pero aunque Rajoy pasara el testigo a otro miembro de su partido, las bases conservadoras sienten tanta animadversión hacia los socialistas como estos hacia el PP, con el impedimento añadido de la dificultad de encajar el paso a la oposición después de haber sido el partido más votado. De ahí que los diputados populares festejaran como un triunfo la intervención de su líder, que tuvo como único objetivo dar satisfacción a su parroquia de 'hooligans'. El mayor elemento de presión sobre el PP es que las encuestas empiezan a vaticinar un fuerte crecimiento de Ciudadanos en detrimento suyo.

2. La abstención de Podemos

Es la fórmula de desbloqueo a la que no ha renunciado el PSOE. Por eso Sánchez respondió con tibieza cuando Iglesias escupió a los socialistas “el pasado manchado de cal viva” de Felipe González y, a pesar de eso, le mantuvo la mano tendida. Aunque, llevados por la indignación del momento, al término de la sesión del miércoles los diputados socialistas decían que “ya está claro que vamos a elecciones”, los puentes no están tan rotos como puede parecer. La cara de Íñigo Errejón mientras Iglesias demonizaba al patriarca socialista fue toda una declaración de desacuerdo con esta parte de la intervención de su jefe de filas, que parecía estar en una asamblea de mineros en huelga más que en un debate de investidura parlamentaria.

La principal baza de Iglesias nace de un fallo estratégico de Sánchez, al haber buscado la ayuda de Podemos después de cerrar un pacto con Ciudadanos, en lugar de haber invertido los tiempos dejando que primero se levantara de la mesa Podemos para así cargarse de razones ante la izquierda en un posterior entendimiento con Rivera. Y también de un error en el primer diagnóstico del resultado electoral, cuando vendió que era posible un Gobierno de izquierdas que la aritmética parlamentaria no avala, con lo que ha generado una gran confusión y desconcierto entre militantes y simpatizantes socialistas.

Tanto en el PSOE como en Podemos hay sectores más proclives al entendimiento y otros que lo son menos. Esto propiciará que los primeros de ambas fuerzas se afanen por favorecer el acercamiento, mientras que desde la dirección socialista se intenta aprovechar el hecho de que Podemos y sus satélites no conforman un grupo parlamentario compacto. El enroque de Iglesias ya ha provocado en sus filas la disidencia -con marcha atrás- de Manuela Carmona -alcaldesa de Madrid gracias al PSOE- y el abandono del exeurodiputado Carlos Jiménez Villarejo.

El candidato del PSOE cumplió con su papel de presentar un proyecto de reformas, pero solo el líder de Ciudadanos voló por encima del cortoplacismo

Las mayores dificultades para que facilite la investidura de Sánchez estriban en que la estrategia de Iglesias pasa por protagonizar un cambio de guardia en el liderazgo de la izquierda y que el PSOE mantiene que el contenido del pacto con Ciudadanos deja poco espacio para acercar posturas programáticas con Podemos. La hipótesis de utilizar como anzuelo una reforma de la Ley Electoral que granjease a Sánchez el apoyo de Podemos, sus satélites no catalanes e IU se descarta en el PSOE porque la consideran “inviable” en los términos que podrían satisfacer a estas formaciones. Más factible parece conseguir el apoyo de Coalición Canaria -un voto- y la abstención del PNV -seis-, que seguirían siendo insuficientes.

Pero no sería la primera vez que Iglesias cambia el paso. En pocos meses pasó de señalar como objetivo irrenunciable el entierro de “la casta” a postularse para ser vicepresidente de uno de sus hijos.

3. La gran coalición

Aunque Rajoy se propone plantear de nuevo al PSOE la opción de un Gobierno tripartito, está abocada al fracaso, especialmente si, como pretende, ha de estar liderada por él mismo o por otro dirigente del PP. Es una de las líneas rojas marcadas a Sánchez por el comité federal del PSOE y, además, los socialistas creen -con gran alborozo- que Rivera cerró el miércoles la puerta a una posible alianza alternativa entre Ciudadanos y PP, que, aunque tampoco alcanzaría la mayoría necesaria, sí sumaría más votos que PSOE y Ciudadanos.

4. La postulación de Rivera

Entre algunos socialistas existe el temor a que, tras el doble fracaso de Sánchez, el líder de Ciudadanos pudiera postularse como presidente reclamando del PSOE el mismo apoyo que él le ha dado en base a idéntico acuerdo programático. A priori, este movimiento podría facilitar el apoyo del PP a una fórmula de gran coalición presidida por el líder del socio minoritario, al estilo de lo que ocurre en la afamada serie de televisión danesa 'Borgen'. Pero Rivera, que protagonizó la descalificación más severa de Rajoy, se ha convertido en el primer enemigo a batir para el PP, y Rajoy dejó sentado el criterio de que el contenido de su pacto con el PSOE se reduce a la “contrarreforma” de todo lo hecho por él.

Ni siquiera en Ciudadanos se considera viable esta operación. Rivera es el que hizo mejor papel, el único que subo volar por encima de intereses cortoplacistas, hasta el punto de que hasta entre los socialistas se reconoce en privado que estuvo mejor que Sánchez, que cumplió con su papel de candidato presentando un amplio proyecto de reformas y tendiendo la mano a diestra y siniestra para sumar apoyos, aunque pudo hacerlo mejor. El propio Rivera ha dicho: “No descarto ir a la Luna, pero parece poco probable”.

Los debates parlamentarios que en esta semana precedieron a la fallida investidura de Pedro Sánchez han puesto de manifiesto que la mediocridad -disfrazada de prepotencia, altanería y soberbia- y el cortoplacismo son los rasgos dominantes en buena parte de la clase política elegida para solucionar los problemas de los ciudadanos, sin distingos entre los 'nuevos' y los 'antiguos'. En esos debates pudo verse a dos dirigentes únicamente preocupados en satisfacer a sus hinchadas -Mariano Rajoy y Pablo Iglesias- y a otros dos -Sánchez y Albert Rivera- intentando, con mayor o menor acierto, trasladar al Parlamento el sentir de la calle.

Mariano Rajoy Pedro Sánchez