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Euskadi se encamina hacia la senda de Cataluña
Bildu y Podemos empujarán al PNV hacia la deriva soberanista con un Parlamento en el que los partidarios del "derecho a decidir" sumarían más del 70% de los escaños
El próximo Gobierno, sea del color político que sea, se va a encontrar con una montaña de problemas sobre la mesa. Uno, nada menor, es el de la articulación territorial de España, y no solo por la deriva soberanista emprendida hace tiempo por Cataluña. Si los pronósticos electorales y algunos vaticinios políticos se cumplen, el País Vasco puede tomar en breve la senda catalana.
El lehendakari Íñigo Urkullu ha mantenido hasta ahora una estrategia diferenciada del nacionalismo catalán, promoviendo la búsqueda de un mayor autogobierno sin rupturas unilaterales. Pero, tras las próximas elecciones en Euskadi, previstas para el otoño, habrá un nuevo escenario parlamentario que puede arrastrar al PNV al mismo proceso que vivió CiU.
Según el Euskobarómetro de enero, la participación de Podemos y Ciudadanos, unida al probable retorno de Arnaldo Otegi como candidato de Bildu, alterarán la estabilidad electoral vasca, ampliando el pluralismo parlamentario, con una mayor fragmentación, y complicando la gobernabilidad de la comunidad autónoma. Su pronóstico es que el PNV resistirá como primera fuerza, pero más debilitado que hasta ahora, con Podemos y Bildu disputándose la segunda posición, mientras que el PSE caerá a la cuarta posición y Ciudadanos entrará en la Cámara autonómica ocupando el espacio de UPyD.
Urkullu, que será proclamado candidato en mayo, intentará seguir gobernando en solitario, pero ya no le bastará con el apoyo del PSE
La interpretación del equipo de investigación sociológica de la Universidad del País Vasco es que, por primera vez, haciendo excepción de la situación especial de 2009 -por la ilegalización de Batasuna-, no habrá mayoría nacionalista y sí de izquierdas. Pero los partidarios del “derecho a decidir” -PNV (22-23 escaños), Bildu (13) y Podemos (19-21), aunque allí es percibido como “un partido español”, sumarían más del 70% de los escaños, el 72% con la horquilla mínima y el 76% con la máxima. Al PNV ya no le bastaría para seguir gobernando con el pacto de estabilidad suscrito en esta legislatura con el PSE (32 de 75 escaños en el mejor de los casos), que posteriormente se amplió al ámbito municipal y foral, y tendría que buscar también el apoyo del PP para sumar una mayoría absoluta alternativa.
Si se cumple el pronóstico del Euskobarómetro, lo más previsible es que Urkullu intente seguir gobernando en minoría, con un apoyo estable del PSE y acuerdos puntuales con Bildu, Podemos e incluso con el PP. En caso contrario, tendría que apoyarse en Bildu, lo que supondría un regreso a los planteamientos del pacto de Estella. Y lo más previsible es que Bildu, con Podemos de acólito, presione al PNV para que adopte la vía catalana.
La demanda del PNV de un “nuevo estatus político” para Euskadi ya constituye un planteamiento de ruptura del modelo constitucional, puesto que pretende trasladar al conjunto de sus relaciones políticas con el Gobierno de España la bilateralidad que caracteriza el concierto económico, aunque a diferencia del nacionalismo catalán propone su consecución por la vía del acuerdo y no de las decisiones unilaterales. Pero, en la práctica, es una apuesta por un modelo de Estado confederal que rompería el del Estado de las Autonomías.
Las elecciones vascas tocan en octubre, pero la fecha está condicionada por el desenlace de las negociaciones para la formación del Gobierno de España. Si se repiten en junio las elecciones generales, las vascas serán en el otoño, pero si Pedro Sánchez logra cerrar en el último minuto un pacto que haga posible su investidura, el PNV prefiere adelantarlas a junio. Es por esto que los peneuvistas, para estar preparados ante cualquiera de los dos posibles escenarios, tienen programada para el 7 de mayo la proclamación de Urkullu como candidato a la reelección.
De esta forma, si opta por un adelanto a junio, cogería con el pie cambiado a otros partidos ya que, hasta la fecha, el único que tiene candidato oficial es el PSE, que presentará a su secretaria general, Idoia Mendia. Este movimiento podría afectar sobre todo a Bildu, que quiere presentar a Otegi, pero cuya estrategia pasa por demorar lo más posible su nominación oficial para evitar que pueda ser inhabilitado por la Audiencia Nacional esperando a que las elecciones ya estén convocadas, de modo que la decisión pasaría a estar en manos del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco al afectar a un miembro de una lista electoral. Los independentistas fían en gran medida su resultado al carisma de Otegi porque su paso por las instituciones les ha producido desgaste y el voto antisistema se ha ido en buena parte a Podemos.
Euskadi no es un islote ajeno al terremoto político provocado por la irrupción de los nuevos partidos. No obstante, a diferencia de CiU y del conjunto de los partidos clásicos, el PNV está resistiendo mejor y conserva un poder político, institucional, económico y social avasallador. Euskadi no es tampoco el “oasis” que se vendió de Cataluña, pero Urkullu ha construido la imagen de que el País Vasco es una suerte de “Arcadia feliz”. Sin embargo, no todo es tan bonito como lo pinta: su tasa de crecimiento económico y de creación de empleo es inferior a la del conjunto de España, sus universidades se han caído del ranking de las más reputadas y han empezado a aparecer casos de presunta corrupción vinculados a la etapa de Ibarretxe. Además, el privilegio del Concierto Económico es muy favorable para los intereses vascos cuando hay bonanza económica, pero se vuelve en su contra en momentos de crisis porque mientras que su aportación a las arcas del Estado es fija, lo que recauda varía en función de la marcha de la economía. Y, por la particularidad del Concierto, no puede recurrir como otras comunidades al Fondo de Compensación.
Los socialistas se presentarán como “el dique” frente al soberanismo y “la izquierda útil” ante el probable regreso de Otegi a la política y al avance de Podemos
Los socialistas, tras la anomalía que supuso el gobierno de Patxi López, que solo fue posible por la ilegalización de Batasuna y el apoyo de parte del nacionalismo más moderado asustado por el plan Ibarretxe, viven una complicada transición desde el final de aquella legislatura que va mucho más allá del cambio de liderazgo. Para empezar, lejos de rentabilizar su paso por Ajuria Enea, el partido ha sido castigado electoralmente por ir del brazo con el PP, algo difícil de entender en una comunidad donde el entendimiento entre PNV y PSE tiene una larga trayectoria histórica que lo convierte en normal y hasta natural, lo que se ha traducido en una notable pérdida de poder local, aunque se viera compensado a posteriori por el pacto global con los peneuvistas en ayuntamientos y diputaciones forales.
Podemos, que ya tiene representación en las tres Juntas Generales, se ha nutrido básicamente de antiguos votantes socialistas, junto con abstencionistas crónicos y parte del voto antisistema (al estilo de la CUP catalana) que también recoge Bildu. Y, además, el PSE es un partido con muy poca militancia (5.116 afiliados) y sumamente envejecido. Pero, sobre todo, se ha quedado sin storytelling. Los socialistas vascos construyeron una épica de la resistencia mientras hubo terrorismo, pero ese relato ya se ha agotado y precisa de uno nuevo, adaptado a los tiempos y las circunstancias.
Todo apunta a que, sin renunciar a su carácter “vasquista” -defienden la reforma del Estatuto de Gernika, el único que no se ha modificado, con ratificación en referéndum, y aceptan el reconocimiento de Euskadi como “nación”, pero en términos culturales y no de soberanía política-, los socialistas intentarán presentarse como “la izquierda útil” y “el dique” que puede frenar una deriva soberanista a la catalana sin traicionar su naturaleza vasca.
Mendia, que fue portavoz del Ejecutivo de López, goza en este sentido de la ventaja de su perfil personal: euskaldún -López empezó a estudiar euskera cuando fue elegido lehendakari–, procede de una familia nacionalista y entre sus profesores de la Universidad de Deusto tuvo a Xabier Arzalluz, expresidente del PNV. Pero es una apuesta a medio plazo más que al corto y tendrá que hacer frente a un severo retroceso en los próximos comicios (el Euskobarómetro le pronostica una caída de 16 a nueve diputados).
La líder socialista no descarta acuerdos sectoriales con Bildu y Podemos, y de hecho ya ha votado en esa legislatura con los primeros para aprobar, en contra del PNV, la ley que convirtió la vivienda en un derecho subjetivo, pero fuentes de la dirección del PSE descartan que ese entendimiento pudiera despejar el camino para un acuerdo de gobierno: “Nosotros no somos el PSC. Tenemos acreditada una coherencia histórica de rechazo a la independencia y la autodeterminación, eso que ahora se llama el derecho a decidir”.
El próximo Gobierno, sea del color político que sea, se va a encontrar con una montaña de problemas sobre la mesa. Uno, nada menor, es el de la articulación territorial de España, y no solo por la deriva soberanista emprendida hace tiempo por Cataluña. Si los pronósticos electorales y algunos vaticinios políticos se cumplen, el País Vasco puede tomar en breve la senda catalana.