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El PSOE sigue mirándose el ombligo
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Gonzalo López Alba

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El PSOE sigue mirándose el ombligo

Los socialistas entran en campaña con tensiones por las listas, pero la división más profunda entre ellos es la que afecta a la cuestión de estrategia y proyecto

Foto: Reunión extraordinaria del Comité Federal del PSOE. (EFE)
Reunión extraordinaria del Comité Federal del PSOE. (EFE)

La ilusión con la que los españoles acudieron a votar el 20 de diciembre ha mudado en estos meses en apático desencanto, primero, y cabreo, después. Un enfado ciudadano que se traduce en frases del tipo “no quiero ver a un político ni en pintura” y que lleva a predecir que la abstención aumentará sensiblemente el 26-J, aunque nadie se atreva a anticipar claramente a qué partido castigará más.

“Ninguno nos vamos a ir de rositas”, pronosticaba el sábado Susana Díaz a la puerta del Comité Federal del PSOE. Como si se tratara de una conjura de necios, para menor motivación los nuevos comicios han sido convocados coincidiendo con la festividad de San Juan, en el que se considera primer fin de semana de veraneo, con los niños ya sin colegio y la Eurocopa de selecciones de fútbol en juego…

Todo cuesta arriba para los partidos, que con los ya conocidos presidenciables de nuevo en liza están obligados a no repetirse en demasía para no aburrir a la audiencia, pero también a no desdecirse en demasía de lo dicho y hecho, sino más bien a reafirmarse en lo dicho y en lo hecho, lo que solo deja espacio para echar la culpa al otro, aunque sea de “los nuestros”.

El temor a verse desplazados por Podemos como primera fuerza de la izquierda vuelve a tomar cuerpo en el PSOE a menos de dos meses de las elecciones


Algo de esto hizo este sábado Pedro Sánchez en el Comité Federal que sirvió de pistoletazo electoral para los suyos, a los que dijo que “la gran herida que tenemos se llama división interna”. Con esta afirmación, repetida en abierto y en cerrado, desvió el líder socialista hacia los personalismos en la composición de las listas la auténtica fractura que mina las opciones electorales del PSOE y les impide remar en una misma dirección.

A falta de otro asunto de mayor enjundia, la comidilla socialista del sábado no era otra que las tensiones internas centradas en la figura de Eduardo Madina, al que Sánchez no quiere mover del séptimo puesto por Madrid, que el 20-D no fue suficiente para que pudiera entrar en el Congreso de los Diputados. La ausencia en el cónclave -no es la primera- del que fuera rival de Sánchez en las primarias que lo encumbraron a la secretaría general, unida a la de la 'escapista' Carmen Chacón, es declaración expresa de su falta de sintonía con el jefe de filas. Pero la pretensión de personalizar en estas disidencias el problema del PSOE resulta tan torpe que solo evidencia que la manta no llega para cubrirlos a todos. El PSOE sigue mirándose el ombligo.

La auténtica división está en el proyecto y la estrategia.

placeholder Sánchez (i), Luena (c) y López (d) durante el Comité Federal del PSOE. (EFE)
Sánchez (i), Luena (c) y López (d) durante el Comité Federal del PSOE. (EFE)

¿Cómo se va a resituar el PSOE después del pacto con Ciudadanos? “Eso es cosa de aquí”, responde Susana Díaz mirando a los pisos altos de Ferraz. En el entorno de Sánchez se sostiene que “ahora estamos en mejores condiciones que en diciembre” porque “tenemos el relato de que nosotros lo hemos intentado y se ha demostrado que Pedro no quería ser presidente a cualquier precio”. Pero entre sus críticos esta afirmación solo provoca una sonrisa burlona: “¿Que no quería? Si fuera así, habría jugado su papel en la oposición, que es donde nos pusieron los ciudadanos, y aprovechado el tiempo para perfilar un auténtico proyecto de país”. Otros que, como la presidenta andaluza, han optado en esta fase por el equilibrismo, se limitan a constatar que, al menos, “Pedro le ha echado voluntad”.

Se da por seguro que crecerá la abstención con las urnas en verano, los niños en casa, fútbol y unos ciudadanos que han pasado de la ilusión al cabreo

Unos, como el aragonés Javier Lambán, piden dar carpetazo al pacto con Ciudadanos, y otros se llevan las manos a la cabeza cuando escuchan a su secretario general decir que “el rival del PSOE no es Podemos, como si todavía no se hubiera enterado de que no son Izquierda Unida, que quieren ocupar nuestra posición. El rival es el PP, por supuesto, pero también Podemos”. Y, para que no falte de nada, asimismo, hay quien, ahora, no quiere cerrar por completo la puerta a la posibilidad de, si se repiten los resultados del 20-D, facilitar mediante la abstención un gobierno en minoría del PP.

Creen los partidarios de Sánchez que si logra mejorar los resultados del 20-D habrá justificado un nuevo mandato al frente del partido. Pero para sus críticos solo vale ganar, ganar de forma suficientemente clara para que nadie pueda cuestionar la legitimidad de la investidura del candidato socialista. Y, mientras tanto, el paro vuelve a crecer, Cataluña sigue soltando amarras, el prestigio internacional de España, tan costosamente labrado durante décadas, está hecho trizas… y para un gran número de españoles sigue siendo una incógnita qué quiere ser España de mayor, aunque para muchos va camino, como dijo Felipe González, de convertirse “en Italia sin italianos”.

Dicen que la melancolía es el vicio de la izquierda y la frustración el de la derecha. “Ni melancolía ni frustración”, pidió Sánchez a los suyos. El sábado, solo la atonía de los discursos y la carencia de deliberación fue más notoria que la falta de vigor y entusiasmo electoral.

La ilusión con la que los españoles acudieron a votar el 20 de diciembre ha mudado en estos meses en apático desencanto, primero, y cabreo, después. Un enfado ciudadano que se traduce en frases del tipo “no quiero ver a un político ni en pintura” y que lleva a predecir que la abstención aumentará sensiblemente el 26-J, aunque nadie se atreva a anticipar claramente a qué partido castigará más.

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