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Gonzalo López Alba

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Simulacros de democracia

La apatía de las bases ante el fracaso del pacto con Ciudadanos y las nulas expectativas de cara al 26-J obligaron al Partido Socialista a emplearse a fondo ante sus militantes

Foto: Micaela Navarro, Pedro Sánchez, César Luena y Patxi López en el último comité federal del PSOE, el pasado 30 de abril, el que aprobó las primarias exprés. (EFE)
Micaela Navarro, Pedro Sánchez, César Luena y Patxi López en el último comité federal del PSOE, el pasado 30 de abril, el que aprobó las primarias exprés. (EFE)

Los aparatos territoriales del PSOE se han visto obligados a esgrimir ante los militantes el patriotismo de partido para poder recabar un número “digno” de avales a la candidatura electoral de Pedro Sánchez, que el comité federal proclamará oficialmente el día 14 por incomparecencia de otros aspirantes que no fueran espontáneos en busca de un minuto de publicidad, pero sin opción alguna de provocar una competición real.

No es que el secretario general haya tenido problemas para superar el listón de los 9.462 requeridos, pero los encargados de la recogida de firmas, a pesar de sus apelaciones a la necesidad de “no debilitar” al candidato desde su propio partido, sí han tropezado con una significativa apatía, rayana en el pasotismo, un estado de ánimo que tiene mucho que ver con la frustración que produjo el fracaso del pacto PSOE-Ciudadanos como vía para llegar al Gobierno y con sus prácticamente nulas expectativas de ganar las elecciones del 26-J. Según los datos proporcionados por Ferraz, Sánchez reunió 36.021 avales, frente a los 27.249 que recibió en 2015 para ser candidato y los 41.338 que cosechó en 2014 para ser secretario general.

El fracaso del pacto con Ciudadanos como vía para llegar al Gobierno tampoco ha contribuido a enardecer a la militancia socialista en favor de Sánchez

La afirmación hecha el miércoles por el portavoz del comité electoral, Antonio Hernando, es algo más que una traición de su subconsciente: “Tenemos una posibilidad el 26-J y hay que aprovecharla como si fuera la última campaña de nuestras vidas”. Para Sánchez, y alguno de sus pretorianos, puede que ese pronóstico se convierta en una realidad el 27 de junio.

Unos pocos deciden por todos

Pero los problemas con los que han tropezado los cuadros dirigentes del PSOE ante este proceso de recogida de avales, que concluyó el sábado, para unas primarias que no se llegarán a celebrar en la práctica, son algo más que un exponente de la situación que viven los socialistas. Es, sobre todo, un reflejo de las debilidades de la democracia directa.

A la gente le gusta votar, pero cuando cree que su voto sirve para algo, no cuando se instrumentaliza como coartada de respaldo democrático al líder de turno y/o a sus estrategias. A caballo de la moda que solo ve virtudes en la democracia directa y vicios en la democracia representativa, los partidos de izquierdas se han embarcado en una carrera para demostrar cuál es más democrático. Y, como siempre que se abusa de algo, acaba provocando cansancio.

La instrumentalización del voto de la militancia como coartada de legitimación para los líderes y sus estrategias provoca cansancio

En la consulta a sus bases celebrada por Izquierda Unida este mes para aprobar la coalición electoral con Podemos solo participó el 28% de la militancia; en la que celebró Podemos en abril para avalar el rechazo al pacto de gobierno entre PSOE y Ciudadanos, la participación fue del 38%. Y en la que convocaron los socialistas en febrero para refrendar ese pacto, fue del 51,7%. Es decir, en el mejor de los casos, poco más de la mitad de sus cuerpos electorales ha decidido por el conjunto, en lugar de hacerlo unos representantes elegidos democráticamente por todos. Pero los promotores de estas consultas han puesto el foco en que el respaldo de las bases a sus planteamientos, entre los que votaron, fue cercano o superó con amplitud el 80%, soslayando que todo proceso democrático es menos democrático cuanto menor es la participación.

El denominador común entre las tres consultas referidas ha sido doble: los militantes solo podían responder sí o no, una contraposición dual que anula todos los (enriquecedores) matices característicos de la democracia representativa, y, en gran medida se les ha pedido que voten con los ojos cerrados. Los de IU han aprobado una alianza con Podemos sin saber cuántos puestos tendrán en las candidaturas conjuntas ni cuál será el destino de las siglas que los identifican; a los del PSOE se les exigió que se pronunciaran sobre un pacto cuyo contenido no había sido suficientemente explicado y bajo la falsa presunción de que permitiría a su partido recuperar el Gobierno; y a los de Podemos, se les planteó que eligieran entre dos opciones maleadas en su redacción: “¿Quieres un Gobierno basado en el pacto Rivera-Sánchez?” (no Sánchez-Rivera ni PSOE-Ciudadanos, ni con participación de Podemos); o “¿Estás de acuerdo con la propuesta de un Gobierno de cambio que defienden Podemos, En Comú Podem y En Marea?” (no con un cambio político que permita desalojar a la derecha).

La opinión de los pensadores

A pesar de que estas consultas están en boga (en la izquierda y los nuevos partidos) y de su aparente mejor calidad democrática, quienes han reflexionado en profundidad sobre las primarias aprecian múltiples inconvenientes, como se puede comprobar en las citas que siguen, de tres pensadores con diversas afinidades políticas.

Para el sociólogo José Andrés Torres Mora, militante y diputado del PSOE: “La batalla contra los aparatos y a favor de las primarias recuerda mucho a lo que ocurrió a partir de los años 80 del siglo XX con la crítica al Estado y la defensa de la sociedad civil. Al final, las burocracias estatales no fueron sustituidas por la sociedad civil, sino por burocracias privadas mucho más difíciles de controlar y mucho más extractivas que las élites políticas que venían a sustituir".

"A la postre, las primarias ponen a los líderes a los pies de unos pocos hombres muy poderosos, en lugar de a los de muchos hombres y mujeres como ellos. Para ganar un congreso, un político tenía que convencer a la mitad más uno de los delegados, generalmente docentes, sanitarios, trabajadores más o menos cualificados que habían sido elegidos en congresos locales y provinciales por personas como ellos. Para ganar unas primarias, lo fundamental es tener el apoyo de los que mandan en los medios de comunicación. No es que en los congresos tradicionales los medios de comunicación no cuenten, es que con las primarias son lo que cuenta. Es posible que el objetivo de los medios sea entregar la decisión a la gente sin intermediarios, pero la realidad es que apoyan un sistema en el que ellos se convierten en los únicos intermediarios” ('El día que el triunfo alcancemos', Turpial, 2015).

En opinión del catedrático de Filosofía Política Daniel Innerarity, afín a Nafarroa Bai: “De entrada, es un recurso interesante que introduce un elemento de imprevisibilidad en la vida de los partidos (…). Pero también tiene su ambivalencia: permite a los partidos generar un simulacro de democracia en el exterior, mientras mantienen una vida interna empobrecida, externalizando la participación en un momento concreto y en torno a una elección de personas, que se resuelve frecuentemente con una lógica más mediática que política” ('La política en tiempos de indignación', Galaxia Gutemberg, 2015).

Los pensadores políticos coinciden en que las primarias son “bonitas” pero no son más democráticas que el voto representativo

Y a juicio del politólogo Víctor Lapuente, algunos de cuyos planteamientos son muy cercanos a los de Ciudadanos: Ssobre el papel, nada hay más bonito que escuchar la voz de los votantes. Pero, en la práctica, las primarias pueden reducir, en lugar de aumentar, la competitividad dentro de los partidos. ¿Quién las gana? ¿Los candidatos con un programa más sólido o aquellos que disponen de recursos para desplazarse a todos los municipios y estrechar la mano de todos los simpatizantes? Indudablemente, los segundos empiezan la carrera con una ventaja insalvable. Pueden utilizar la proyección mediática que les da su cargo público, o su participación como analistas en los medios de comunicación, o simplemente las simpatías de los miembros del aparato del partido que lo eligen, a él o a ella, como su candidato preferido. Por ejemplo, en la historia reciente de Estados Unidos ha habido momentos en que hasta el 98% de los ocupantes de la Cámara de Representantes que se han presentado a la reelección han ganado sus primarias. Por tanto, ¿son las primarias un ejemplo de competitividad que permite motivar a los más talentosos dentro de un partido o, más bien, un mecanismo para investir con un manto de legitimidad a aquellos que ya ostentan el poder en el partido?” ('El retorno de los chamanes', Península, 2015).

Como dice Torres Mora en su mencionada obra: “Es fácil pedir fe ciega en el mando cuando piensas que tu causa es una verdad científica. Entonces la gente, tus propios compañeros, son solo instrumentos, números. Pero la historia no milita en las filas de ningún partido y la política no trata de verdades científicas y necesarias (…). Los dirigentes políticos –de la izquierda o de la derecha, da lo mismo– deberemos ser conscientes de que los militantes de los partidos no son ni soldados espartanos ni obreros fordistas, sino ciudadanos. Esa es la revolución del liderazgo que necesitamos: la de unos líderes respetuosos con la inteligencia y la libertad de sus ciudadanos, y eso requiere también un esfuerzo de los ciudadanos”.

Los aparatos territoriales del PSOE se han visto obligados a esgrimir ante los militantes el patriotismo de partido para poder recabar un número “digno” de avales a la candidatura electoral de Pedro Sánchez, que el comité federal proclamará oficialmente el día 14 por incomparecencia de otros aspirantes que no fueran espontáneos en busca de un minuto de publicidad, pero sin opción alguna de provocar una competición real.

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