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¿De verdad están las bases del PSOE por el "no es no"?
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Gonzalo López Alba

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¿De verdad están las bases del PSOE por el "no es no"?

El atrincheramiento de Pedro Sánchez es expresión de su fracaso como líder y de la incapacidad pedagógica de los políticos españoles

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la rueda de prensa que siguió a su despacho con el Rey, este 28 de julio. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en la rueda de prensa que siguió a su despacho con el Rey, este 28 de julio. (EFE)

Sostienen los dirigentes partidarios de Pedro Sánchez que las bases del PSOE están en el “no rotundo” a brindar cualquier apoyo, por activa o por pasiva, a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Sin embargo, esta tesis, convertida en doctrina oficial, es cuestionada por otros dirigentes que explican que, si esto es así, es porque se trata de la posición adoptada por la dirección del partido y porque no se ha querido hacer ningún esfuerzo de pedagogía en sentido contrario.

El atrincheramiento de Sánchez en el “no es no”, amparándose en la presunción de que las bases correrían a gorrazos a sus dirigentes en otro caso, encierra un doble falseamiento porque -salvo Felipe González y algunos ministros de su época y de la de José Luis Rodríguez Zapatero- no se ha hecho ningún esfuerzo de pedagogía en sentido contrario; y porque, si bien parece razonable que los afiliados a un partido tengan la potestad exclusiva y excluyente de decidir quién es su líder orgánico, cuando lo que se dilucida es el Gobierno de España son muchos millones más los que han asumido un compromiso de militancia con su partido, aunque sea temporal: todos aquellos que le dieron su voto en las elecciones. La diferencia es cualquier cosa menos menor: 180.000 afiliados -incluidas las Juventudes Socialistas- o los 5.424.709 que el 26-J dieron su aval al PSOE para gobernar el país. Y de esos millones de votantes se descolgaron 120.606 -casi tantos como el total de los afiliados- después del fallido intento de Sánchez de conseguir una investidura imposible con los apoyos de los que disponía.

Detrás del "no es no" se esconde la guerra interna que los mandos socialistas libran sin descanso desde la renuncia de Rodríguez Zapatero

La pedagogía ha sido siempre uno de los atributos fundamentales de la buena política y de los líderes auténticos, de modo que su ausencia es manifestación de la degradación de la política como instrumento de transformación y de la carencia de auténticos líderes que padece España, algo que afecta por igual a los partidos de izquierdas y de derechas. Que la pedagogía es la más poderosa palanca de cambio y que la opinión pública no es estática lo demostró Felipe González en 1979, cuando forzó la renuncia del PSOE al marxismo como ideología oficial, y en 1986, cuando hizo pasar al PSOE del “OTAN, de entrada no” a la integración en la Alianza Atlántica previo referéndum nacional, en el que la Alianza Popular de la que nació el actual PP optó por la abstención.

Sin necesidad de remontarse a este ejemplo histórico, en las encuestas de finales del año pasado la mayoría de los votantes socialistas se decantaba por un entendimiento con Podemos, pero en las que se realizaron antes del 26-J, tras el pacto programático alcanzado entre el PSOE y Ciudadanos, las preferencias viraron hacia el entendimiento con el partido de Albert Rivera.

Es cierto que entre los militantes socialistas de base-base existe un fuerte rechazo hacia el PP porque están en sus antípodas ideológicas y, como ciudadanos de a pie, han sufrido las consecuencias de las políticas aplicadas por Rajoy. Y también porque muchos de ellos han tenido o tienen la tentación de votar a Podemos.

Cuando lo que se dilucida es el Gobierno de España, la opinión de sus 180.000 afiliados no puede tener más peso que la de sus 5.424.709 votantes

Pero ocurre que el PSOE hace tiempo que dejó de ser un partido de militantes para convertirse en un partido de cuadros más sus familias. La suma de ambos configura el grueso de los citados 180.000 afiliados de carné y cuota. Siendo así, son más permeables a las orientaciones de las cúpulas dirigentes, en el caso de los primeros (concejales, alcaldes, parlamentarios autonómicos, parlamentarios nacionales…) porque contravenir la doctrina oficial supone poner en riesgo su posición (y, en muchos casos, su puesto de trabajo), y en el caso de sus parientes y allegados por la lógica de la afinidad de pareceres.

Cuando quien tiene la responsabilidad de ejercer el liderazgo no lo hace, sucede lo que le ha pasado albritánico Jeremy Corbyn, al que sus correligionarios están pasado ahora la factura por su escasa implicación en combatir el Brexit, del que se arrepintieron al día siguiente los mismos que lo votaron. El caso del líder de los socialistas británicos es otra prueba de que el auténtico líder es aquel que tiene un proyecto y lo defiende, aquel que es capaz de ir por delante de la sociedad y de moldear sus criterios y estados de ánimo, en lugar de dejarse llevar por la voluble corriente de opinión predominante en cada momento (que en los tiempos actuales se mide por instantes).

En el fondo, detrás del “no es no” se esconde la guerra interna que los mandos del PSOE libran sin descanso desde la renuncia de Zapatero. Sin darse cuenta, así lo reconocen hasta los más acérrimos defensores de Sánchez: “A los críticos les vendría muy bien que Pedro optara por la abstención en la investidura de Rajoy porque así se desgastaría y perdería apoyo entre las bases, que son las que lo apoyan”. En última instancia, lo que están reconociendo es el fracaso de Sánchez como líder político.

Sostienen los dirigentes partidarios de Pedro Sánchez que las bases del PSOE están en el “no rotundo” a brindar cualquier apoyo, por activa o por pasiva, a la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Sin embargo, esta tesis, convertida en doctrina oficial, es cuestionada por otros dirigentes que explican que, si esto es así, es porque se trata de la posición adoptada por la dirección del partido y porque no se ha querido hacer ningún esfuerzo de pedagogía en sentido contrario.

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