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Pedro Sánchez, el palomero
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Gonzalo López Alba

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Pedro Sánchez, el palomero

El secretario general del PSOE no ha sido capaz de hacerse verosímil como gobernante desde la oposición

Foto: El líder socialista Pedro Sánchez en una rueda de prensa. (Reuters)
El líder socialista Pedro Sánchez en una rueda de prensa. (Reuters)

Recuerda Pedro Sánchez con su actitud política a la del palomero en el baloncesto, ese jugador que se queda debajo de la canasta contraria esperando a la fortuna de un pase largo a la espalda de los adversarios o un balón rebotado que le permita un enceste inesperado. ¿Es esa la estrategia que se esconde detrás de sus silencios y de sus quiebros a los periodistas cuando se le plantea si aún no descarta buscar combinaciones alternativas que, en caso de fracasar en el intento Mariano Rajoy, le permitan un postrero intento de gobernar? ¿Dónde está Pedro Sánchez y dónde el PSOE cuando hasta alguien como José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sido de una pulcritud exquisita en no decir públicamente lo que piensa de los derroteros tomados por su partido, reclama un debate interno sobre la gobernabilidad de España? Un debate que correspondía poner en marcha al secretario general y no en el estrecho ámbito del Comité Federal, cuyas sesiones se han visto reducidas a la categoría de puesta en escena para los medios de comunicación.

De todo lo que ha dicho Sánchez desde las últimas elecciones, que tampoco es que haya sido mucho, lo que se le ha entendido con mayor claridad es que los españoles pusieron al PSOE en la oposición. Como ha escrito Daniel Innerarity, “toda oposición se encuentra ante el riesgo de confundir la oposición con la protesta, de hacer la primera con los métodos y la agenda de la segunda. Es algo que ha condenado a la izquierda y la derecha durante mucho tiempo a una posición cómoda en relación con sus principios e inofensiva en cuanto a su capacidad de transformación social. (…) lo difícil es hacer oposición. Es ahí donde uno se hace verosímil como gobernante” (‘La política en tiempos de indignación’).

El debate en el PSOE sobre la gobernabilidad de España no puede limitarse al Comité Federal, reducido a representación para los medios

Sánchez no ha logrado hacerse verosímil como gobernante durante su paso por el liderazgo de la oposición, entre otras razones porque ha sido incapaz de construir un proyecto que aglutine con la credibilidad imprescindible para transformarlo en acción de gobierno. Y cuando no hay proyecto que aglutine, “la propia carrera se convierte en lo más importante”, como advirtió Daniel Innerarity.

Pero ocurre que, como escribió el historiador Marc Bloch, al jefe le atañe sobre todo la responsabilidad de la derrota. Convendría a Sánchez leer este párrafo de ‘La extraña derrota’: “El general Joffre: “No sé si soy yo quien he ganado la batalla del Marne. Lo que sí sé es que, si la hubiéramos perdido, habría sido culpa mía”. Bloch: “Un jefe es responsable de cuanto se hace bajo sus órdenes. No importa que no haya tenido la iniciativa de todas y cada una de las decisiones adoptadas, que no haya estado al corriente de todas las operaciones porque es el jefe y ha aceptado serlo, le corresponde atribuirse, para bien y para mal, los resultados”. Y en su trayectoria Sánchez solo se ha apuntado al mérito de los buenos resultados mientras que ha escurrido el bulto en su responsabilidad de las derrotas.

Sánchez reivindica sistemáticamente la cualidad de ser el primer secretario general en la historia del PSOE elegido por el voto directo de los militantes. Pero fue este un mérito pasivo porque quien enarboló la bandera de “un militante, un voto” no fue él, sino Eduardo Madina. La pregunta que él debería hacerse es si ha estado a la altura de esa confianza porque como dijo Sócrates: “El verdadero político es el que no trata de adular a los ciudadanos, sino de hacerlos mejores, de curar sus almas”.

Entre los ciudadanos empieza a cundir la idea de que los parlamentarios tendrían que devolver todo lo que han cobrado por no hacer su trabajo

Lo que a los ciudadanos les preocupa desde hace meses es si habrá Gobierno. Se habla más de eso que del calor del estío y de las serpientes de verano, y la pregunta siempre queda en el aire. ¿Tú que crees? Lo que cree la mayoría de la gente es que si se convocan elecciones por tercera vez habría que correr a todos los políticos a gorrazos y que los resultados no se modificarían sustancialmente porque, de momento, no van a regresar las mayorías absolutas; que, antes de llegar a esa situación, habría que encerrarlos a todos en una habitación y esconder la llave hasta que se pongan de acuerdo, como en los cónclaves cardenalicios para elegir al papa; y que, mientras tanto, estaría bien que los parlamentarios devolvieran el dinero que han cobrado desde diciembre del año pasado porque no han hecho el trabajo para el que fueron elegidos.

En cuanto al PSOE, sigue siendo, a su pesar, el partido que más se parece a la sociedad española. Como ella, está fragmentado y desorientado, sumido en estado gaseoso, el último estadio de la delicuescencia de lo que un día fue sólido. Dan ganas de llamar a la puerta de Ferraz y preguntar: ¿Hay alguien ahí? ¿Alguien está pensando en el futuro?

Recuerda Pedro Sánchez con su actitud política a la del palomero en el baloncesto, ese jugador que se queda debajo de la canasta contraria esperando a la fortuna de un pase largo a la espalda de los adversarios o un balón rebotado que le permita un enceste inesperado. ¿Es esa la estrategia que se esconde detrás de sus silencios y de sus quiebros a los periodistas cuando se le plantea si aún no descarta buscar combinaciones alternativas que, en caso de fracasar en el intento Mariano Rajoy, le permitan un postrero intento de gobernar? ¿Dónde está Pedro Sánchez y dónde el PSOE cuando hasta alguien como José Luis Rodríguez Zapatero, que ha sido de una pulcritud exquisita en no decir públicamente lo que piensa de los derroteros tomados por su partido, reclama un debate interno sobre la gobernabilidad de España? Un debate que correspondía poner en marcha al secretario general y no en el estrecho ámbito del Comité Federal, cuyas sesiones se han visto reducidas a la categoría de puesta en escena para los medios de comunicación.

Pedro Sánchez Eduardo Madina