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Susana viste de Felipe y Zapatero
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Gonzalo López Alba

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Susana viste de Felipe y Zapatero

Recuperar el orgullo perdido es parte primordial de la reconstrucción del PSOE y la dirigente andaluza acierta al reivindicar el legado de los dos expresidentes del Gobierno

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)

Ni esconder a Felipe González ni esconderse detrás de él fue parte del acierto estratégico que llevó a José Luis Rodríguez Zapatero al liderazgo del PSOE. Han pasado 16 años de aquello y el patriarca socialista ya no goza del predicamento que tuvo antaño, en parte por defunción biológica de la militancia que le seguía con fervor y, en parte, porque su estilo de vida y sus amistades le hacen ser percibido por las nuevas generaciones que no vivieron sus logros políticos como un ‘bon vivant’ o, en el mejor de los casos, un abuelo cascarrabias que de tanto en tanto sale de su jubiloso retiro para sermonear a diestro y siniestro.

Pero, aun así, sigue teniendo sus incondicionales y es un referente indiscutible dentro del PSOE; por los púlpitos televisivos todavía predican algunos de su época y cuerda, como José Luis Corcuera; y el incombustible Alfredo Pérez Rubalcaba está empotrado en un centro de influencia tan sensible para el PSOE como el grupo Prisa, al tiempo que ha recuperado posiciones en el nuevo centro de poder socialista. Y ya sabe Pedro Sánchez cómo se las gastan los jarrones chinos cuando se sienten desdeñados. Susana Díaz, buena conocedora de que los cariños también hacen política, lo abrazó el 17 de noviembre, cuando el expresidente conferenció en Sevilla, aunque él la dejó a media miel porque no le brindó su apoyo incondicional para que cruce Despeñaperros. Genio y figura hasta la sepultura, Felipe va por libre, pero es historia viva del PSOE.

La presidenta de Andalucía se afana en recomponer su traje de lideresa 'in pectore' y permanece atenta a todo lo que se mueve en el partido

Cuestión generacional, los pocos jóvenes que todavía se aproximan al PSOE ven a alguien más cercano en Zapatero. De González, si acaso, recuerdan su salida del Gobierno bajo las sombras de la corrupción y la lucha ilegal contra ETA. Lo demás, la educación, las becas, la sanidad, las pensiones… son cosas con las que ya nacieron; para ellos no son conquistas, son derechos. De Zapatero, a pesar de que sigue cargando con el costal de no haber reconocido la crisis económica, todavía está fresco el recuerdo de la salida de las tropas de Irak, el matrimonio homosexual, la ley de igualdad, la de ayuda a la dependencia… El décimo aniversario de la que el expresidente quiso que fuera el cuarto pilar del Estado de bienestar ha sido elegido por Susana Díaz para organizar el próximo día 16 un homenaje a Zapatero, a quien hasta ahora solo se le había reconocido entre los suyos como “el presidente de la igualdad”, que no es poco galardón, pero sí insuficiente para la fotografía global de sus dos mandatos presidenciales, que incluye logros tan afortunadamente olvidados como que ETA dejara de matar.

Foto: Los presidentes de Aragón y Andalucía, Javier Lambán y Susana Díaz, y la líder del PSOE sevillano, Verónica Pérez, este 9 de diciembre en Umbrete. (EFE)

Recuperar el orgullo perdido de ser socialista es parte primordial de la reconstrucción del PSOE y, mientras que Sánchez los aparcaba y discutía, Susana Díaz ha sabido dar a los dos expresidentes el reconocimiento público y el afecto privado que a veces les ha negado su partido. El PSOE no será un partido reconocible mientras no sea capaz de reivindicar abiertamente el legado de los dos expresidentes, asumirlo con sus luces y sombras.

La presidenta andaluza, que se apresta a tomar los mandos del PSOE, no da puntada sin hilo. Tras el apartamiento de Pedro Sánchez, mientras que Javier Fernández limpia de cascotes el solar de la calle Ferraz, ella se afana en terminar el año con su traje de lideresa ‘in pectore’ recompuesto y pulido para cuando esté tendida la alfombra roja. Con un retal de Felipe, otro de Zapatero y el patrón de la hegemonía socialista en Andalucía, no quiere dejar flecos sin costura por donde puedan colarse espontáneos que no han sido invitados a la fiesta de su puesta de largo. Las órdenes son estrictas. No hay que hablar de ningún otro candidato que no sea Susana Díaz, atenta a todo lo que se mueve.

La gestora socialista que preside Javier Fernández culmina el giro desde el inmovilismo del "no es no" a los pactos para poder avanzar

Mientras, la gestora encabezada por Fernández ha culminado el giro desde el inmovilismo ideológico del 'no es no' hasta los pactos para avanzar en ventajas sociales concretas, como la subida del salario mínimo. Como ha escrito el politólogo Víctor Lapuente en ‘El retorno de los chamanes’, “el ideal de los mosqueteros –todos para uno y uno para todos– es más fructífero que el ideal de Robin Hood –nosotros contra ellos-. Concebir la política como búsqueda del consenso con los adversarios –y no como lucha e imposición– (…) es la manera más segura de avanzar”. Por el contrario, añade Lapuente, “cuando el debate es monopolizado por chamanes que mezclan medios con fines y plantean la discusión política como una confrontación de suma negativa, la política vive excitantes duelos dialécticos, pero escasas reformas".

Ni esconder a Felipe González ni esconderse detrás de él fue parte del acierto estratégico que llevó a José Luis Rodríguez Zapatero al liderazgo del PSOE. Han pasado 16 años de aquello y el patriarca socialista ya no goza del predicamento que tuvo antaño, en parte por defunción biológica de la militancia que le seguía con fervor y, en parte, porque su estilo de vida y sus amistades le hacen ser percibido por las nuevas generaciones que no vivieron sus logros políticos como un ‘bon vivant’ o, en el mejor de los casos, un abuelo cascarrabias que de tanto en tanto sale de su jubiloso retiro para sermonear a diestro y siniestro.

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