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Gonzalo López Alba

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Carta a los lectores

Explicación (que no justificación) de mis errores de análisis en la campaña de las primarias del PSOE y cierre temporal de 'Interiores'

Foto: Una mujer sujeta un papel de propaganda del PSOE en la campaña de las generales del 26 de junio. (Reuters)
Una mujer sujeta un papel de propaganda del PSOE en la campaña de las generales del 26 de junio. (Reuters)

He releído con detenimiento mis crónicas y artículos semanales publicados en este diario entre el 9 de abril y el 16 de mayo a propósito de las primarias celebradas por el PSOE, que el día 21 ganó con rotundidad Pedro Sánchez, a quien no se le puede negar que ha tenido la capacidad de conectar con las emociones mayoritarias de una militancia que el 1 de octubre se sintió ofendida en su dignidad, azuzándola para después cabalgar a sus lomos (como hicieron otros líderes carismáticos de funesto recuerdo). Mi conclusión es que los textos de los días 16, 23 y 28 de abril, así como el 7 y 14 de mayo, eran manifiestamente mejorables.

Me siento, en consecuencia, obligado a ofrecer a los lectores, a mi director y a mí mismo una explicación (que no justificación ni excusa) sobre los erróneos análisis que hice durante la campaña de estas primarias y las razones por las que creí que, aunque por la mínima, acabaría imponiéndose Susana Díaz (hasta que, tras conocerse la distribución de los avales, me alertó de que iba a ganar Sánchez mi compañero Juanma Romero, que, junto con Isabel Morillo, hicieron el seguimiento al minuto con las mejores crónicas que se publicaron. Sin su lectura, aun me habría equivocado más). A lo largo del proceso también recibí múltiples advertencias sobre mis errores de apreciación por parte de algunos lectores de mis ‘Interiores’, pero no los tomé en consideración porque, escudándose en el anonimato, sus comentarios siempre estaban precedidos de insultos y sabía que la gente de Sánchez había creado una red de perfiles falsos y automatizados, conocidos internamente como ‘equipo Sugus’, para entrar en tromba en redes sociales y periódicos digitales con el objetivo de descalificar a todo el que osara emitir una opinión crítica o negativa sobre su jefe.

Me equivoqué al creer hasta la última semana que ganaría por la mínima Díaz al no disponer de información equilibrada y no interpretar adecuadamente los datos que tenía

Como dice uno de mis exdirectores, Jesús Maraña, “me equivoco, pero no miento”.

Después de 30 años ejerciendo el periodismo como ‘plumilla’ (el único título del que me considero justo acreedor), durante los últimos cinco años es posible que me haya podido la vanidad o soberbia de creerme columnista; es decir, alguien que no informa, sino que analiza y opina. Creyéndome capacitado para ofrecer a los lectores interpretaciones clarificadoras de lo que estaba ocurriendo en el PSOE y, sintiéndome ciudadano antes que periodista, deliberadamente quebranté la norma de imparcialidad que hasta ahora guió toda mi actividad profesional.

Nunca he creído en la objetividad, que no pasa de ser un falso mito, tan falso como esa bonita frase de Ryszard Kapuscinski: “Para ser buen periodista hay que ser buena persona” (me faltan dedos en las manos para contar buenos periodistas que no son buenas personas y buenas personas que no son buenos periodistas, aunque no sea en absoluto incompatible, como en ninguna otra profesión u oficio). Pero sí creo en el ánimo de imparcialidad como inexcusable norma de conducta de los informadores. Y quebranté este mandamiento porque, aunque sé que todas las ‘clases sacerdotales’ —incluida la periodística— han sido liquidadas por el medio digital (‘En el enjambre’, Byung-Chul Han), creo que hay ocasiones en las que no se puede ser imparcial, situaciones ante las que los periodistas tenemos un plus de responsabilidad por ser receptores de datos e informaciones que no están al alcance del ciudadano común. Lo hice entonces y lo hago ahora para advertir de que Pedro Sánchez es un peligro público para el buen gobierno de España.

Tras cotejar mis análisis prospectivos con la realidad acontecida, he llegado a la conclusión de que se puede opinar cabal y acertadamente sin necesidad de disponer de todos los datos, pero una buena información es el fundamento del buen análisis y los hechos me han hecho recordar que para estar bien informado de la evolución de un proceso tan complejo como el que ha vivido el PSOE hace falta tener una dedicación diaria a pie de tajo que yo no he tenido. Resulta muy difícil tener esa dedicación cuando la retribución no alcanza ni siquiera los mil euros (tampoco esto es excusa, porque aunque inicialmente obligado por las circunstancias yo lo elegí voluntariamente, sino reivindicación y advertencia sobre la situación en la que muchos de mis compañeros desempeñan su trabajo, singularmente los más jóvenes, pero también muchos que han sido expulsados del mercado laboral al cruzar la barrera de los 50 años).

Abandoné el ánimo de imparcialidad que siempre me ha guiado porque me siento ciudadano antes que periodista

A acentuar esta carencia informativa como elemento desequilibrador de mis análisis contribuyó la decisión de Sánchez y su equipo de campaña de ‘borrarme’ del panorama periodístico asociado al PSOE. Es también —como todo este texto— explicación que no justificación ni excusa, porque mi deber profesional era haber buscado esa información a través de otros conductos de su candidatura, pues todo lo que afirmo y refiero sobre Pedro Sánchez y algunos de sus colaboradores más directos en ningún caso puede generalizarse a todos los que apoyaron su candidatura ni a algunos que se perfilan como miembros de la próxima ejecutiva socialista, entre los que, por suerte para el PSOE y para España, hay personas competentes, cabales, que actúan guiadas por ideales y que nunca han dado muestras de sectarismo alguno.

Si no me dejaban entrar por la puerta principal, podía —como tantas veces he tenido que hacer y he hecho— haber entrado por la de servicio, por la gatera o por la chimenea. Solo era cuestión de tiempo y empeño. Pero, salvo de forma esporádica, y a todas luces insuficiente, ni siquiera lo intenté al entender que mi función era la de analista y opinador, columnista en definitiva, no informador; y que esta condición era explícita desde el momento en el que mis crónicas y artículos se publican en un blog, ‘Interiores’, nacido circunstancialmente y muerto abruptamente en ‘ABC’ a finales de la década de los 90, resucitado en ‘Público’ y continuado en El Confidencial gracias a su director, Nacho Cardero.

Si se repasan mis crónicas y artículos se observará que, reconociendo un sesgo antipedrista, no eran tampoco prosusanistas ni propatxistas, sino favorables a una cuarta candidatura que no se llegó a alumbrar por el miedo que, tras el fiasco de Sánchez, atenazó a los barones y al ‘establishment’ socialista a la hora de apostar por alguien nuevo que no estuviera contaminado por las guerras internas.

Y, a pesar de las trabas referidas para disponer de una información equilibrada, esos textos están sembrados de datos y análisis que apuntaban a que ocurriría lo que finalmente ocurrió el 21 de mayo: “Va a prevalecer el voto ‘en contra de’ en lugar del voto ‘a favor de’”; Susana Díaz “no entusiasma” a quienes la apoyan, que la ven como “un mal menor” (23 de abril); “el odio cainita se ha propagado desde las cúpulas hacia los militantes” (28 de abril); “los avales a Susana había que pedirlos por favor y los de Pedro llegaban solos”; “a la bases les gustaría ver a su partido netamente posicionado en la izquierda”; “Susana Díaz ha constatado que fuera de Andalucía no gusta” (7 de mayo). Ofrecí toda la información de la que disponía, pero, aun teniéndola, no la interpreté correctamente porque todos esos entrecomillados formaron parte de mis escritos, pero no fueron adecuadamente resaltados ni supe extraer la conclusión final: que Sánchez iba a barrer a Susana Díaz.

Finalmente, he descubierto que han quedado obsoletas las cartas de navegación que había acumulado durante 26 años de seguimiento informativo cotidiano del PSOE y otros cinco, de forma mucho menos intensa, a través de este blog.

No tengo fobia personal ni animadversión alguna hacia el ciudadano Pedro Sánchez, con quien como relaté ayer tuve una relación cordial; pero el Sánchez líder del PSOE y potencial aspirante a gobernar España me produce espanto, aunque no tanto como a sus compañeros de partido, que le conocen mucho mejor.

Para reflexionar y actualizar unas cartas de navegación que se han quedado obsoletas, tomaré un periodo sabático durante el que me propongo escribir un libro sobre los años más convulsos del PSOE en el periodo democrático

Si con sus hechos me desmiente, no tendré ningún reparo ni inconveniente en reconocerlo públicamente; pero, para llegar a esto, no bastará con que Sánchez gane las próximas elecciones generales o las siguientes, sino que mi juicio dependerá de la labor que pueda hacer como líder del PSOE y, eventualmente, como presidente del Gobierno de España.

A quienes han tenido la paciencia de leer hasta aquí, les interesará saber que he pedido al director un periodo sabático para reflexionar, actualizar mis cartas de navegación y escribir un libro sobre los años más convulsos de la historia del PSOE durante el periodo democrático.

He releído con detenimiento mis crónicas y artículos semanales publicados en este diario entre el 9 de abril y el 16 de mayo a propósito de las primarias celebradas por el PSOE, que el día 21 ganó con rotundidad Pedro Sánchez, a quien no se le puede negar que ha tenido la capacidad de conectar con las emociones mayoritarias de una militancia que el 1 de octubre se sintió ofendida en su dignidad, azuzándola para después cabalgar a sus lomos (como hicieron otros líderes carismáticos de funesto recuerdo). Mi conclusión es que los textos de los días 16, 23 y 28 de abril, así como el 7 y 14 de mayo, eran manifiestamente mejorables.

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