Con siete puertas
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Resaca de la Nochebuena de 2016
El PSOE nunca perdonó a Coalición Canaria que lo expulsase del Ejecutivo de las islas aquella Navidad, pero la aritmética tras las elecciones de mayo podría hacer que las dos formaciones volvieran a pactar
En Canarias, la legislatura autonómica que estos meses da sus últimos coletazos echó a andar poco antes de la Nochebuena de 2016. No fue días antes, tampoco después. El regreso del PSOE a la presidencia del Gobierno regional —25 años después de la moción de censura que, promovida por Coalición Canaria, provocó la caída del exministro Jerónimo Saavedra— empezó a coger forma el 23 de diciembre de aquel año, y no, como pudiera pensarse, a raíz de los resultados y acuerdos que se sucedieron en mayo y junio de 2019.
La víspera de la Nochebuena de 2016, el presidente del Ejecutivo autonómico, Fernando Clavijo, de CC, anunció la ruptura del pacto entre socialistas y nacionalistas. No era la primera vez que unos y otros rompían, pero sí fue distinto. En esta ocasión, la onda expansiva que dejaron las heridas de aquel episodio se eternizó. A diferencia de lo que se había vivido en otros desencuentros que ambas fuerzas han protagonizado en los ámbitos regional, insular o municipal, esta vez los puentes saltaron por los aires. Todos. Sin excepción. El PSOE no perdonó aquello. Al contrario, las difíciles relaciones que socialistas y nacionalistas han vivido en algunos momentos de las últimas décadas —especialmente sus organizaciones insulares en Tenerife— alcanzaron una tensión inédita con la expulsión de los cuatro consejeros autonómicos del PSOE.
Los acontecimientos que desembocaron en la ruptura del aquel Gobierno sembraron animadversiones que sobrepasaron el espacio de lo estrictamente político. Socialistas y nacionalistas se retiraron el saludo, el teléfono dejó de sonar. El PSOE no perdonó y, aprovechando que las urnas les pusieron en bandeja la posibilidad de vengar lo vivido los días que precedieron a la Nochebuena de 2016, los socialistas no se lo pensaron dos veces. Negociaron los pactos de la legislatura 2019-2023, marcándose como objetivo primero, segundo y tercero desalojar a Coalición Canaria de las instituciones. Y así fue. Rompiendo con tres décadas de hegemonía de CC, el PSOE lideró pactos multicolores —a veces también multitudinarios, a tres, cuatro o cinco bandas— que hicieron posible iniciar una etapa nueva en la política de las islas.
El tablero de los pactos que sustentan hoy las principales instituciones del archipiélago nació aquella Navidad de 2016. No fue antes, pero tampoco después. Después de haber gobernado de la mano PSOE y CC en las islas en el periodo 2011-2015, ni un solo canal de comunicación sobrevivió a la voladura de aquella Navidad. Aquellos días fueron la casilla de salida de lo que ocurrió después, el kilómetro cero de una etapa que pudiera cerrarse después del inminente mayo electoral si siete años después la aritmética parlamentaria reconcilia a socialistas y nacionalistas.
Es posible, podría ocurrir. Así se explica que los principales interlocutores de ambos partidos hayan pasado estos años —con cada vez menos disimulada intensidad en estos últimos meses— reconstruyendo puentes y reencontrándose en desayunos, almuerzos o cenas informales, de tanteo, conocedores los líderes de PSOE y Coalición de que las encuestas multiplican las probabilidades de lo que para unos y otros no deja de ser el plan B, un mal menor poco deseado, pero puede que necesario si finalmente los partidos del pacto actual —PSOE, Podemos, Nueva Canarias y la Agrupación Socialista Gomera— no alcanzan la mayoría, o si, doblando la esquina girando a la derecha, CC y PP no suman lo suficiente para poder gobernar en Canarias.
Bautizado por sus promotores como el pacto de las flores, si el cuatripartito que sustenta el actual Gobierno suma lo suficiente aparcarán el cansancio, los golpes bajos y las rencillas que han acumulado durante esta legislatura y reeditarán con matices el acuerdo firmado en 2019. Claro que, calculadora en mano, para lograr el plan A —así reconocido públicamente por el presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres—, el PSOE no podrá permitirse el lujo de retroceder un solo escaño y tampoco bastará con igualar sus resultados anteriores, viéndose obligado a incrementar su presencia en la Cámara regional en tantos diputados como perderán Podemos o Nueva Canarias, no así la ASG liderada por Casimiro Curbelo, presidente del Cabildo de La Gomera, parlamentario regional y líder de una fuerza a la que nadie tose en su isla, tampoco fuera.
Este es, y será, el plan A de un PSOE que tiene en Ángel Víctor Torres su principal baza en las islas. Después de una legislatura que se ha movido sobre la delgada línea que separó la crónica política de la crónica de sucesos —con el volcán de La Palma como último episodio, antes y después de la pandemia, las islas han encadenado emergencias de todo tipo—.
Ángel Víctor Torres tira más que la marca, hasta el punto de que no parece contagiarse del desgaste que su partido sufre más allá del archipiélago.
Hasta aquí, el plan A de Torres, repetir. Ahora bien, si con sus socios actuales no suma lo suficiente, se sentará con Coalición Canaria para dar forma a una mayoría parlamentaria a la que no dejarían de incorporar a Casimiro Curbelo, aunque no sea aritméticamente imprescindible. De ahí el acercamiento lento y sutil, pero firme, de Coalición Canaria al PSOE, tanto en las islas como en un Congreso de los Diputados donde CC ha pasado de la confrontación permanente a una relación intermitente de encuentros y desencuentros.
Sin alcanzar la categoría de ritual de apareamiento, PSOE y CC están dejándose querer, con más opciones de reencontrarse ahora que los socialistas buscan en fuerzas regionalistas una rueda de repuesto que les ahorre una excesiva dependencia de Podemos en sus cada vez más numerosas versiones —en el caso de las islas, tienen en el exdiputado Alberto Rodríguez, ahora al frente del proyecto Drago, una boca de agua electoral—.
En el caso de Coalición, el plan A sería sumar y pactar con el PP, y esperar a que ASG completara la mayoría de 36 diputados que permite la gobernabilidad. Tampoco salen las cuentas. Si el PP crece de forma significativa, será restándole a Coalición. Ambas fuerzas conviven con la maldición de ser en buena medida vasos comunicantes que suman de un lado perdiendo del otro.
CC se sabe cerca de un escenario que lo obligaría a buscar un pacto con el PSOE y, en consecuencia, a las puertas de intentar cerrar heridas, ganarse la confianza de los socialistas, recuperarse de la larguísima resaca que dejó a CC la Nochebuena de 2016 y, con las elecciones generales unos meses después, quedar a la espera de si serán o no necesarios en el Congreso para dar estabilidad al próximo Gobierno de España.
En Canarias, la legislatura autonómica que estos meses da sus últimos coletazos echó a andar poco antes de la Nochebuena de 2016. No fue días antes, tampoco después. El regreso del PSOE a la presidencia del Gobierno regional —25 años después de la moción de censura que, promovida por Coalición Canaria, provocó la caída del exministro Jerónimo Saavedra— empezó a coger forma el 23 de diciembre de aquel año, y no, como pudiera pensarse, a raíz de los resultados y acuerdos que se sucedieron en mayo y junio de 2019.
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