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Los once mil días de Coalición Canaria
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Jaime Pérez-Llombet

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Los once mil días de Coalición Canaria

Coalición nació en 1993 y se vio obliga a renacer, superada la ruptura, en 2005, cuando la unidad nacionalista pasó a peor vida coincidiendo con el día que rompieron CC y quien había sido presidente de Canarias bajo sus siglas, Román Rodríguez

Foto: La diputada de Coalición Canaria Ana Oramas. (EFE/JuanJo Martín)
La diputada de Coalición Canaria Ana Oramas. (EFE/JuanJo Martín)
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¿En qué momento se jodió el Perú?, preguntaban retóricamente en Conversación en la Catedral, con Mario Vargas Llosa detrás de la cortina. ¿En qué momento se jodió la unidad del nacionalismo en Canarias?, se preguntan los últimos en llegar. Fue en febrero de 2005, doce años después de que naciera Coalición Canaria cabalgando sobre una moción de censura al presidente del Gobierno autonómico, Jerónimo Saavedra. Estos días los padres e hijos de la formación con más peso dentro y fuera del archipiélago, CC, celebran sus treinta años de existencia, conmemoración que ha obviado una fecha —febrero de 2005– que junto a la del nacimiento, en 1993, completa la foto de las tres décadas de Coalición Canaria.

En qué momento murió la unidad del nacionalismo canario. Cuándo las siglas que han liderado y protagonizado durante veintiséis años la vida política de las Islas (hasta el verano de 2019) recibieron un golpe que, si bien no les impidió continuar encadenando legislaturas en el poder, amputó desde aquel momento la presencia de CC en Gran Canaria y, con esa debilidad, la posibilidad de contar con mayorías más amplias en el Parlamento regional o con una presencia multiplicada en Congreso y Senado.

Coalición nació en 1993 y se vio obliga a renacer, superada la ruptura, en 2005, cuando la unidad nacionalista pasó a peor vida coincidiendo con el día que rompieron Coalición Canaria y quien había sido presidente de Canarias bajo sus siglas, Román Rodríguez. Separaron sus caminos y, como primera y última consecuencia, convirtieron a CC en un partido testimonial en Gran Canaria —con una presencia irrelevante en sus principales instituciones—. El ex presidente Rodríguez, ya al frente de otra formación, Nueva Canarias, se acantonó en Gran Canaria y desde esa Isla ha jugado sus bazas en la escena autonómica, con un grupo parlamentario tan propio como demasiadas veces insuficiente. Nadie quiso cargar con la paternidad de aquella ruptura. No lo hizo quien en aquel momento presidía Coalición Canaria, Paulino Rivero. Tampoco Román Rodríguez quiso asumir la autoría de la fractura.

Foto: Ana Oramas, frente a Sánchez, Carmen Calvo y Dolores Delgado. (EFE/Mariscal)

Tres décadas después están celebrándose los primeros treinta años de CC obviando el momento en que, al atrincherarse Nueva Canarias en Gran Canaria, Coalición se replegó hasta merodear su extinción en una de las dos islas más pobladas. A raíz de ese episodio, se complicó la aspiración de contar CC con mayorías más amplias en el Parlamento autonómico (con lo que política y socialmente habría traigo consigo un nacionalismo bajo un mismo techo) y, sobre todo, la de seguir creciendo sin el handicap que supone a Coalición otra franquicia que les dispute el voto en Gran Canaria con un relato puede que no idéntico pero muy parecido en los renglones más emocionales.

En la legislatura que hoy finaliza, con la disolución de la Cámara regional, Coalición Canaria ha contado con veinte parlamentarios. NC, con Román Rodríguez al frente, obtuvo cinco actas de diputado —si bien un escaño lo perdió por el camino—. Con los veinticinco que suman CC y NC otra habría sido la negociación de los pactos en las últimas legislaturas, otros los gobiernos y también otro el ritmo de penetración del nacionalismo canario de 2005 a esta parte.

Viajar a un pasado que no se deja cambiar no parece un ejercicio excesivamente útil. Ya no se sabrá cómo habrían sido las crónicas conjugadas en pretérito reciente con un nacionalismo unido —con unas siglas, las de CC, con una implantación similar en todas las islas incluyendo a Gran Canaria—. No parece descabellado concluir que sin la escisión de NC, con todos a una, hoy, treinta años después, el nacionalismo canario tendría una respuesta social más sólida, con más peso en algunas corporaciones locales, una mayoría parlamentaria suficiente y un papel más relevante en las Cortes —como así ocurrió con los gobiernos presididos por José María Aznar, cuando el PP necesitó a CC para apuntalar la gobernabilidad—.

Foto: Alberto Núñez Feijóo junto a Miguel Jorge Blanco (izquierda) y Manuel Domínguez (derecha). (EFE/Ángel Medina G.) Opinión
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La reunificación del nacionalismo en las Islas no encaja en la categoría de lo imposible. Es probable que termine ocurriendo en un futuro no demasiado lejano; pero no será ahora, ni inmediatamente después . Si es que llega a lograrse, el reagrupamiento llegará cuando pesen más las razones que las heridas. Sí lo han logrado cuando al doblar las campanas de las últimas elecciones generales CC y NC compartieron mesa, campaña y mantel, repartiéndose el territorio —unidos, pero no revueltos—. La experiencia no duró. Poco tardaron en tomar distintos caminos y tácticas cuando la legislatura echó a andar en el Congreso de los Diputados. Lo que la campaña había unido lo separó la necesidad de tener un perfil propio, bien diferenciado, ante sus parroquianos.

Con todo, estas tres décadas de trayectoria de Coalición Canaria —antes o después de la fractura— han servido para que CC desmienta el carácter fugaz que auguró el ex presidente censurado, y ex ministro, Jerónimo Saavedra. Después de veintiséis años sentados en las principales mesas de negociación y decisión, los nacionalistas han afianzado una línea de flotación en los ámbitos insulares y municipales, dique de contención que, a pesar de haber pasado a la oposición en un buen puñado de instituciones, les permite afrontar los comicios de mayo con opciones de recuperar el poder perdido en tantos frentes. Sus orígenes, del municipio a la isla y de la isla a la Comunidad Autónoma, les ha permitido aguantar la embestida de los pactos multicolores que en 2019 se marcaron como urgencia sacar a CC de concejalías y consejerías.

Foto: Manifestación independentista en Canarias.

Desmintiendo a muchos analistas, el debut de Coalición en la oposición no trajo consigo una estampida de dirigentes de primer, segundo o tercer nivel. Han aguantado en pie al frío, lejos del calor que garantizan los presupuestos públicos. Han desmentido a quienes auguraron que no sobrevivirían en la oposición. Consolidados a ojos de la opinión pública como una tercera vía o voz —como alternativa al bipartidismo— la fuerza que nació a la sombra de una moción de censura suma ya treinta años censurando los errores, olvidos e incomprensiones de los distintos gobiernos estatales, si bien es cierto que históricamente han sido más benévolos con los gabinetes del PP que con los gobiernos socialistas.

La fuerza que nació a la sombra de una moción de censura suma ya 30 años censurando los errores y olvidos de los gobiernos estatales

Después de cuatro años alejados del poder, en las filas de CC celebran su treinta aniversario sin bajar la mirada. Una lectura ya desacomplejada de su trayectoria los tiene reivindicándose ante una sociedad a la que, más allá de empatías o antipatías, filas o fobias, le cuesta imaginar Canarias sin la existencia, influencia y el papel de Coalición Canaria, presente en la práctica totalidad de los hitos que resumen el camino que han hecho las islas desde los años noventa. Son conscientes en CC de que su presente y futuro pasan por las matemáticas parlamentarias —que tantas satisfacciones les han dado antes de procurarles tantos disgustos— y por ganarse la confianza no únicamente de quienes se sienten nacionalistas, sino de aquellos que no siéndolo ven con buenos ojos que las Islas tengan una voz diferenciada, una tercera garganta, un partido con acento propio frente a la narrativa de la alternancia bipartidista.

Saben en CC que treinta años después el perfil del votante ha cambiado, y que, en esa dirección, el comportamiento del electorado se asemeja más al consumidor o cliente que al del simpatizante. Ahora el votante busca, compara, y si encuentra algo mejor lo apoya. Pesa más la utilidad —la política útil— que la fidelidad a unas siglas. Coalición ha enarbolado durante décadas la bandera de un pragmatismo aderezado con discursos emocionales, de pertenencia. Con estos ingredientes, en mayo se la juegan con una campaña inédita, hecha desde la oposición. Durante veintiséis años convivieron con la cara y cruz del poder: ejercerlo y sufrir el desgaste que trae consigo. Tres décadas después de su nacimiento, y dieciocho años después de sufrir una escisión, Coalición aspira a dejar atrás su travesía del desierto y, con algunas lecciones aprendidas, trabajan para regresar al Gobierno autonómico, y a los gobiernos insulares y municipales de los que fueron desalojados.

¿En qué momento se jodió el Perú?, preguntaban retóricamente en Conversación en la Catedral, con Mario Vargas Llosa detrás de la cortina. ¿En qué momento se jodió la unidad del nacionalismo en Canarias?, se preguntan los últimos en llegar. Fue en febrero de 2005, doce años después de que naciera Coalición Canaria cabalgando sobre una moción de censura al presidente del Gobierno autonómico, Jerónimo Saavedra. Estos días los padres e hijos de la formación con más peso dentro y fuera del archipiélago, CC, celebran sus treinta años de existencia, conmemoración que ha obviado una fecha —febrero de 2005– que junto a la del nacimiento, en 1993, completa la foto de las tres décadas de Coalición Canaria.

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