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Unidas sí pudieron, ¿desunidas podrán?
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Jaime Pérez-Llombet

Con siete puertas

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Unidas sí pudieron, ¿desunidas podrán?

Quienes acompañan a Alberto Rodríguez consideran que el desembarco de Pablo Iglesias en el archipiélago, apenas ha arrancado la campaña electoral, huele a emergencia, inquietud e intervencionismo

Foto: Pablo Iglesias, durante su intervención este domingo en un mitin en apoyo de los candidatos de la coalición Unidas Sí Se Puede al Gobierno de Canarias. (EFE/Ángel Medina G.)
Pablo Iglesias, durante su intervención este domingo en un mitin en apoyo de los candidatos de la coalición Unidas Sí Se Puede al Gobierno de Canarias. (EFE/Ángel Medina G.)

Ha bajado a Canarias a salvar los muebles, a evangelizar (y pontificar) en un territorio donde Podemos se sabe ante un escenario singularmente preocupante. Fin de la cita. Así lo resumen. Quienes acompañan a Alberto Rodríguez —exsecretario general de los morados, ahora al frente del proyecto Drago Verdes Canarias— consideran que el desembarco de Pablo Iglesias en el archipiélago, apenas ha arrancado la campaña electoral, huele a emergencia, inquietud e intervencionismo. Sí, intervencionismo. Pablo al rescate de Unidas Sí Podemos. Iglesias resucitando en mítines, medios de comunicación y contextos regionales, regresando al escaparate, a los focos, a la luz, a la narrativa de héroes y villanos, buenos y malos, conmigo o contra mí, gobiernos colaboracionistas y banqueros inhumanos, al relato del Gobierno que hace oposición al Gobierno.

Foto: Alberto Rodríguez y Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Zipi)

Iglesias ha empezado la campaña en Canarias, con Alberto Rodríguez sobrevolando las encuestas. Y lo ha hecho desmarcándose del giro del Gobierno, su Gobierno, en las relaciones con Marruecos, en general, y con la causa saharaui, en particular. Iglesias caricaturizó la emergencia habitacional que el Gobierno, su Gobierno, ha situado estas semanas en lo alto de la estantería electoral. Relator en comisión de servicio —ora da paso a otras, ora sube al escenario a recuperar su estrellato— regresó a los ruedos en las islas haciéndole la oposición al Gobierno, a su Gobierno. Porque este Gobierno también es su Gobierno; el del PSOE, sí, pero también el de Podemos. Iglesias esconde la bola debajo de los cubiletes, juega al engaño con el objetivo de mostrarse en público como oposición al Gobierno del que, aunque lo silencie, se forma parte.

Si Podemos es gobierno, Iglesias también. Aunque durante la campaña unos y otros se comporten como si no se conocieran de nada o de oídas, cuando Iglesias sube el interruptor del Iglesias combativo, atrincherado y callejero continúa siendo gobierno. Siquiera representado por ministras y ministros de su formación, él sigue sentándose cada martes en el Consejo que propone o lleva al Boletín Oficial del Estado, da giros diplomáticos o aprueba leyes en el Parlamento. Intenta Iglesias —y procuran los morados— generar el efecto óptico de haber pasado estos últimos cuatro años en la oposición, y no. Son Gobierno. Es Gobierno.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez. (EFE/Ángel Medina G.)

Se sienta en el Ejecutivo que envía armas a Ucrania, reforma la ley del sí es sí o tira del ICO para facilitar el acceso a una vivienda. Es Gobierno. Son Gobierno de España, y en Canarias lo han sido y quieren seguir siéndolo a remolque del tirón de Ángel Víctor Torres, presidente autonómico y secretario general del PSOE al que Pablo Iglesias afea sus conductas —su entreguismo a las fuerzas del mal, al lado oscuro— mientras mira de reojo a Alberto Rodríguez, a quien los sondeos parecen consolidar como principal quebradero de cabeza de Podemos y al que los debates electorales, con el ex lugarteniente de Iglesias jugando al ataque, han descubierto como un palo (imprevisto, sin duda) en la rueda de Torres.

La batalla de las izquierdas va a más en las Islas. Con los socialistas volcados en apuntalar espacios propios sin renunciar a expandirse a la izquierda de su izquierda, la presencia de Pablo Iglesias durante el primer fin de semana de campaña certifica que Podemos teme retroceder porque las encuestas lo anuncian y porque su ex secretario de Organización no quiso entrar en la casa común que le propusieron sus antiguos compañeros de filas. Alberto Rodríguez se abre a sumar, pero no con Podemos. Yolanda Díaz no hará campaña en el archipiélago, pero el abrazo que Díaz y Rodríguez se dieron cuando la vicepresidenta estuvo semanas atrás en las Islas probó que la química que entre ambos sí funciona, no así con los morados. Pudo Rodríguez convencer a muchos dirigentes de Podemos para que se incorporaran al proyecto Drago Verdes Canarias. No lo hizo. Ha preferido cerrar una etapa y abrir otras con otros nombres y apellidos.

Foto: Íñigo Errejón y Alberto Rodríguez, en el Congreso. (EFE/Sergio Barrenechea )

El empuje del PSOE canario y la atomización del voto en el jardín de las izquierdas (al caso de Alberto Rodríguez hay que añadir el de Meri Pita, también ex diputada de Podemos que concurre por libre) incrementa el riesgo de que los morados pierdan la condición de flor del pacto de las flores, del cuatripartito que ha dado cuatro años de estabilidad al Ejecutivo autonómico. Ahora que la ecotasa que abanderaba Podemos ha sido neutralizada por los socialistas incluyéndola en su programa electoral, los morados se ven condenados a subir el tono varios decibelios, cargando contra empresarios locales o culpando a los turistas de buena parte de los peores males que acatarran el bienestar de los canarios.

Foto: El exsecretario de Organización de Podemos Alberto Rodríguez, junto a varios aliados presentando proyecto Drago. Entre ellos, Héctor Morán, muy cercano a la ministra de Trabajo. (EFE/Ángel Medina G.)

El empuje de Alberto Rodríguez, extraoficialmente asociado a la órbita de Yolanda Díaz de cara a las elecciones generales, está atragantándole los días a Podemos en las Islas. Iglesias se enorgullece del ruido y el conflicto que, a su juicio, representan los suyos frente a la izquierda más comedida de Sumar. Hay que estar dentro de los gobiernos asumiendo el ruido permanentemente —llegó a decir el exvicepresidente del Gobierno de España en el transcurso de su intervención, en Gran Canaria—. Dijo más. Soy un soldado al que han pedido que venga a ayudar a Noemí Santana, consejera de Derechos Sociales en el gabinete del socialista Ángel Víctor Torres y candidata de Unidas Sí Podemos a la Presidencia del Gobierno. Ione y Noemí me dijeron tienes que venir y yo he venido como un soldado, confesó Iglesias.

El líder en la sombra que constantemente sale a la luz sin mirar atrás cargó contra el PSOE en materia de vivienda y otros episodios, sin despeinarse porque toca marcar distancias —a menos, claro, que sea martes y se reúna el Consejo de Ministros—. Vuelve Iglesias a la oposición si abandonar el Gobierno. Elige el expresidente las Islas para abrir la campaña electoral porque se lo han pedido. Si Ángel Víctor Torres no incrementa su presencia en la Cámara regional en tantos escaños como los morados pierdan, difícilmente podrá reeditarse el pacto de las flores. Si Torres sorprende situándose en treinta diputados o más no necesitará tantas flores para gobernar los próximos cuatro años. No lo tiene fácil la gente de Pablo Iglesias en las Islas. Tantas izquierdas restan a la izquierda del centro izquierda que en el archipiélago ocupa el PSOE. Si unidas pudieron es más que probable que desunidas no puedan, ni siquiera con el soldado Iglesias en labores de salvamento y socorrismo.

Ha bajado a Canarias a salvar los muebles, a evangelizar (y pontificar) en un territorio donde Podemos se sabe ante un escenario singularmente preocupante. Fin de la cita. Así lo resumen. Quienes acompañan a Alberto Rodríguez —exsecretario general de los morados, ahora al frente del proyecto Drago Verdes Canarias— consideran que el desembarco de Pablo Iglesias en el archipiélago, apenas ha arrancado la campaña electoral, huele a emergencia, inquietud e intervencionismo. Sí, intervencionismo. Pablo al rescate de Unidas Sí Podemos. Iglesias resucitando en mítines, medios de comunicación y contextos regionales, regresando al escaparate, a los focos, a la luz, a la narrativa de héroes y villanos, buenos y malos, conmigo o contra mí, gobiernos colaboracionistas y banqueros inhumanos, al relato del Gobierno que hace oposición al Gobierno.

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