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Jaime Pérez-Llombet

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El regreso de Sánchez (cuarenta y nueve días después)

Este fin de semana el presidente del Gobierno vuelve al archipiélago. Otra vez los mítines. Otra vez la dirigencia local acompañando a Sánchez. Misma escena, y reparto. Pero otros son los ánimos, las sensaciones y la moral

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto previo al 28-M de los socialistas en Las Palmas de Gran Canaria. (EFE/Ángel Medina G.)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto previo al 28-M de los socialistas en Las Palmas de Gran Canaria. (EFE/Ángel Medina G.)
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Han pasado apenas cuarenta y nueve días, pero parece que fue hace un siglo cuando Pedro Sánchez aterrizó en Canarias para dar dos mitines, actos en los que el candidato a la reelección se vio arropado (con más o menos convicción) por los candidatos socialistas a gobierno, cabildos y ayuntamientos. Cincuenta días pueden ser un suspiro o, como es el caso, una eternidad. Este fin de semana el presidente del Gobierno vuelve al archipiélago. Otra vez los mítines. Otra vez la dirigencia local acompañando a Sánchez. Misma escena, y reparto. Idénticas dudas sobre el tirón, o no, del secretario general. Escenografía, banda sonora y convocados serán tremendamente similares. Sin embargo, el contexto es otro. Otros son los ánimos. Otras las sensaciones. Otra la moral.

Parece que fue hace un siglo, pero el varapalo que el PSOE encajó el 28 de mayo (amortiguado en Canarias por el empuje del presidente en funciones, Ángel Víctor Torres, y por la resistencia de algunos alcaldes socialistas, capaces de sobrevivir a las adversidades) marcará y de qué manera el regreso de Sánchez a las Islas. Vuelve el presidente. Regresa el secretario general que ha resucitado una, dos y hasta tres veces, sembrando la duda de si será de corcho o de cualquier otro material capaz de flotar y reflotar, de reconvertir en punto y seguidos los puntos finales, de sobreponerse cuando lo dan por finiquitado, sobreviviendo a episodios en los que nadie, tampoco los propios, daban un euro por él. Solo sus múltiples reencarnaciones se cruzan en el camino del cambio de ciclo, al fondo a la derecha.

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También los socialistas canarios están temiéndose lo peor, un giro a la derecha —y a la derecha de la derecha— con el que termine de consumarse el traspaso de poderes que parecen haber anunciando las urnas de finales de mayo. En las Islas desconcertó el órdago veraniego del presidente. Dudas. Muchas. Demasiadas voces que se preguntan qué gana el PSOE abriendo los colegios electorales con el país situado en la delgada línea temporal que une a las operaciones retorno y salida, con los pies metidos en la arena de la playa, haciendo kilómetros en la carretera o en las filas de embarque de los aeropuertos.

En el archipiélago muchos concluyen que el veintitrés de julio no desmovilizará a las derechas —especialmente a aquellos que, a ese lado del tablero, consideran esta cita electoral como un plebiscito, un referéndum, sí o no, Sánchez sí, Sánchez no, se queda, se va—. Más. Y peor. En voz baja muchos temen que lejos de movilizar a las izquierdas lo que finalmente conseguirá el presidente del Gobierno sea ponérselo más cuesta arriba a quienes, en el espacio del centroizquierda, no estaban especialmente entusiasmados con el devenir de los acontecimientos y ahora, poniéndoselo en plenas vacaciones, podrían decidir no tomarse la molestia de acercarse al colegio electoral.

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Cuarenta y nueve días después. Un mundo o una milésima de segundo, depende. Las Islas que pisará Sánchez este fin de semana se parecen políticamente poco a las que visitó hace menos de dos meses. Los socialistas han perdido en apenas cincuenta días un gobierno, varios cabildos y un buen puñado de ayuntamientos. En algunas plazas han perdido. En otras han ganado perdiendo porque, con los morados precipitándose al vacío en la inmensa mayoría de las instituciones, los socialistas se han quedado sin partner en las ecuaciones de cara a las mayorías de gobierno.

Tampoco ayudó a los candidatos del PSOE que su secretario general precipitara las elecciones generales, cortocircuitando de esa manera la hipótesis de pactos PSOE-PP o PP-PSOE en algunos cabildos y ayuntamientos, escenario que destrozó la convocatoria veraniega porque no casa pactar izquierda-derecha cuando la tele, los digitales o las radios cuentan que socialistas y populares se culpan a diario de los siete males del país y del sistema solar en su conjunto. Con todo, no ha sido Canarias una región particularmente señalada en el mapa del retroceso autonómico y local del PSOE. Los socialistas han perdido dos alcaldías pero tendrán veintiocho alcaldes frente a los veinticinco de Coalición Canaria o los quince del PP.

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Este sábado se constituyeron todas las corporaciones municipales (menos una, pendiente de recursos) y si bien el PSOE ha logrado aguantar el tipo, lo cierto es que han caído en feudos históricos —ora porque las matemáticas les han jugado a la contra, ora por conflictos internos que han terminado pasándoles factura—. Claro que la partida no ha terminado, no del todo. Cabe una anotación al margen. Es probable que en algunas corporaciones municipales haya movimientos cuando pasen las elecciones generales. Mociones de censura en curso. Pactos en diferido. Acuerdos que no podrán salir del armario hasta que, con el final de la campaña, quienes ahora no se dejan ver en público puedan sentarse a hablar a urna ya cerrada.

A la espera de que la legislatura o los mandatos echen a andar en la Cámara regional y en los cabildos, el regreso de Pedro Sánchez reabre percepciones que el veintiocho de mayo dejó en el aire. En primer lugar, el convencimiento de que no fue un acierto el enfoque que Moncloa dio a la cita de mayo, jugándole al pie al PP y a Vox en el interés de la derecha, y de la derecha a la derecha de la derecha, de convertir las autonómicas y municipales en unas primarias que alimentaron el voto de castigo, como así lo confirma que los de Santiago Abascal se hayan colado en el Parlamento de Canarias y en muchas corporaciones —treinta y cuatro concejales, sumó Vox, frente a los escasos diez de Podemos— sin haber hecho campaña en las Islas. Ni mucha ni poca, nada. Nada de nada. No hicieron campaña. Y aun así han entrado de forma más que significativa, señal que anuncia giro a la derecha en Canarias a finales de julio.

placeholder El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una visita a Canarias antes del 28-M para arropar a sus candidatos. (EFE/Ramón de la Rocha)
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en una visita a Canarias antes del 28-M para arropar a sus candidatos. (EFE/Ramón de la Rocha)

Vuelve Pedro Sánchez al archipiélago. Cuando en mayo despegó de regreso a Madrid en tierra dejó un gobierno socialista. Cuando este fin de semana sobrevuele las Islas desde el aire podrá observar que el paisaje se ha teñido de azul, color compartido por Coalición Canaria y PP. Mismas caras en los mítines. Mismas voces en las intervenciones. Sin embargo, por más que todo parezca igual nada será lo mismo porque en apenas cuarenta y nueve días los socialistas canarios han pasado de una euforia más o menos contenida a un golpe que los tiene cabizbajos.

Han pasado apenas cuarenta y nueve días, pero parece que fue hace un siglo cuando Pedro Sánchez aterrizó en Canarias para dar dos mitines, actos en los que el candidato a la reelección se vio arropado (con más o menos convicción) por los candidatos socialistas a gobierno, cabildos y ayuntamientos. Cincuenta días pueden ser un suspiro o, como es el caso, una eternidad. Este fin de semana el presidente del Gobierno vuelve al archipiélago. Otra vez los mítines. Otra vez la dirigencia local acompañando a Sánchez. Misma escena, y reparto. Idénticas dudas sobre el tirón, o no, del secretario general. Escenografía, banda sonora y convocados serán tremendamente similares. Sin embargo, el contexto es otro. Otros son los ánimos. Otras las sensaciones. Otra la moral.

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