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¿Por qué PSOE y PP no hablan de la inmigración africana? (la ley del silencio)
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Jaime Pérez-Llombet

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¿Por qué PSOE y PP no hablan de la inmigración africana? (la ley del silencio)

Estos días se acumulan las malas noticias, jamás se sabrá qué fue de las embarcaciones que ni siquiera llegaron a la categoría de tragedia. Nada se dice, ni lamenta. No toca. No interesa

Foto: Efectivos de Emergencias con un grupo de inmigrantes que llegaron a Canarias. (EFE/Javier Fuentes)
Efectivos de Emergencias con un grupo de inmigrantes que llegaron a Canarias. (EFE/Javier Fuentes)
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Hay preguntas que no se dejan responder —en campaña, como es el caso—. ¿Cuántas personas tienen que morir en la ruta canaria de la inmigración irregular para que se den por aludidos quienes aspiran a presidir el Gobierno en la siguiente legislatura? En dos semanas, poco más, el mar se ha tragado al menos a ochenta y nueve hijos, madres, hermanos, vecinos o amigos de alguien. Son los datos conocidos, solo las tragedias que constan. Hay más. Otras muertes jamás serán contabilizadas porque el océano se las llevó mar adentro sin que llegáramos a saber.

Las campañas electorales generan un ecosistema que se rige por pautas compartidas por unos y otros, patrones de comportamiento participados por asesores, guionistas, partidos y candidatos, particularmente por un bipartidismo más o menos reinante. Socialistas y populares tiran de manual para colar en el debate electoral la munición más inflamable, los asuntos que más desgasten a la otra parte contratante. Sin embargo, hay capítulos que mejor dejarlos estar, abandonarlos en el área de servicio y sacarlos de la carretera electoral porque sabe el bipartidismo que el fracaso de la política con las tragedias en las autopistas de agua de los inmigrantes africanos es una vergüenza protagonizada en distintas legislaturas por ambas formaciones. Qué necesidad de adentrarse en un pecado compartido —pensarán los equipos de campaña—. Empatados a errores o inhibición en la gestión del seguimiento, coordinación, recursos técnicos y humanos, salvamento o relación con países terceros, PSOE y PP no hablan estas semanas de los náufragos de la inmigración irregular porque se saben responsables por omisión o incapacidad. Patrones de campaña. Pautas electorales. Pactos tácitos que el bipartidismo cumple por la cuenta que le trae. Tampoco la recién estrenada presidencia europea cambiará las cosas, entre otras razones porque la UE ni está ni lo hará, no se le espera. La política de Bruselas es la ausencia de política.

Foto: Migrantes llegados a Fuerteventura. (EFE/Carlos de Sáa)
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Fátima M. Del Toro. Las Palmas de Gran Canaria

Estos días se acumulan las malas noticias (jamás se sabrá qué fue de las embarcaciones que ni siquiera llegaron a la categoría de tragedia conocida). Nada se dice, ni lamenta. No toca. No interesa. El naufragio de la política en la respuesta al drama del mar que nos rodea alimenta el pacto de silencio no escrito de socialistas y populares. Ni unos ni otros pueden presumir de su tiempo en los ministerios competentes, así que mejor bajar la voz o callar.

El delegado del Gobierno en Canarias, Anselmo Pestana, reduce al mínimo común lo que está ocurriendo de semanas a esta parte, limitándose a decir que el mar está especialmente calmado —situación que históricamente multiplica la presencia de cayucos, pateras o neumáticos en la ruta canaria—. También ha dicho, con tanta solemnidad como automatismo, que los datos son equiparables a los de años precedentes. Punto final. Fin de la cita. Habla el delegado del Gobierno de mar en calma, pero nada dice del daño y consecuencias que trae consigo la calma del Gobierno de España o de las autoridades europeas. Esa la foto oficial, siempre fría. Escasa. Incompleta. La radiografía de las organizaciones que sí están volcadas con el drama de los irregulares es bien distinta. Quienes están en primera línea denuncian que trabajan sin medios. Los colectivos que recopilan información —demasiadas veces más fiable que la gubernamental— muestran la fotografía completa.

El naufragio de la política en la respuesta al drama del mar que nos rodea alimenta el pacto de silencio no escrito de socialistas y populares

Naufragios. Neumáticas que zarpan de Marruecos y están a la deriva ocho días. Decenas de personas borradas por el mar, según la ONG Caminando Fronteras. Helena Maleno, portavoz de la organización, ha contado que la embarcación partió de la localidad de Tan Tan, a tiro de piedra de Canarias. Cincuenta y cinco personas a bordo, once mujeres y tres niños. Salieron de Senegal, Gambia, Etiopía, Sudán e incluso de Sri Lanka. Otras cinco embarcaciones han salido de Marruecos hacia Canarias, con doscientas sesenta y seis personas a bordo. Yolanda Díaz, vicepresidenta y candidata, sí se ha pronunciado para reclamar que se articule una política europea que ponga los derechos humanos en el centro —así lo despachó—. Coalición Canaria carga una y otra vez contra el mutismo del Gobierno. Tampoco se pronuncia el PP, hoy oposición pero también gobierno en el pasado y quién sabe si otra vez en el futuro inminente.

Noventa vidas en diez días. Noventa hijos, madres, hermanos, sobrinos, íntimos amigos, compañeras del colegio o vecinos de toda la vida. Personas como cualquiera de nosotros. Gente que también sueña con cosas. Con un buen trabajo, con buenos ratos, con reírse o hacer reír. Noventa personas en diez días. Tan amigos, hijos, madres o sobrinas como nuestros amigos, hijos, madres o sobrinas. Tan personas como aquellos a los que echamos de menos o con los que quedamos. Noventa. Noventa historias. Noventa urgencias. Noventa vecinos que pagan lo que no tienen a quienes trafican con su desesperación. Noventa familiares que saben que el mar puede tragárselos, pero embarcan en cajas de cartón o goma para intentar llegar a las Islas (a las Islas como un alto inevitable camino de la Península o de cualquier país europeo).

Foto: Llegada de una embarcación a Tenerife. (EFE/Ramón de la Rocha)

Noventa personas que hace apenas once días celebraban que por fin había llegado la hora de embarcar hacia Canarias, España y Europa, para pisar tierra en un país (el nuestro) que está sumergido en una campaña electoral en la que los presidenciables parecen no tener tiempo para referirse a lo que está ocurriendo, ni para aludir —siquiera antes de empezar un mitin o entrevista— a que noventa personas como las que tienen delante en cualquier acto de campaña han fallecido bajo el peso del agua y del silencio que acompaña la muerte de toda esta gente, poniéndose de relieve que lo que haya pasado a estos vecinos, familiares, compañeros o amigos no va con los candidatos, no va porque ellos están a otra cosa, y, a juzgar por su actitud, no se sienten comprometidos, no les concierne que noventa personas como nosotros hayan muerto en poco más de una semana. Noventa que son los siempre penúltimos, qué decir de aquellos de los que ni siquiera llegamos a saber porque el océano se lleva sus huesos hacia América o al fondo de la nada. ¿Qué más?.¿Qué más tiene que pasar para que la inmigración y el fracaso en la respuesta al drama del mar entre de una vez en la campaña electoral?

Hay preguntas que no se dejan responder —en campaña, como es el caso—. ¿Cuántas personas tienen que morir en la ruta canaria de la inmigración irregular para que se den por aludidos quienes aspiran a presidir el Gobierno en la siguiente legislatura? En dos semanas, poco más, el mar se ha tragado al menos a ochenta y nueve hijos, madres, hermanos, vecinos o amigos de alguien. Son los datos conocidos, solo las tragedias que constan. Hay más. Otras muertes jamás serán contabilizadas porque el océano se las llevó mar adentro sin que llegáramos a saber.

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