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Pedro (Sánchez) dijo que llamaría a Ángel Víctor (Torres)
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Jaime Pérez-Llombet

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Pedro (Sánchez) dijo que llamaría a Ángel Víctor (Torres)

Nadie reconoce nada ni conoce a nadie. Ningún portavoz cualificado admitirá en público u oficialmente que en apenas unas semanas el mapa del partido puede ser otro en las Islas

Foto: Ángel Victor Torres, secretario general del PSOE de Canarias. (EFE/Quique Curbelo)
Ángel Victor Torres, secretario general del PSOE de Canarias. (EFE/Quique Curbelo)
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Algo está moviéndose en las filas de los socialistas canarios —algo, y algunos—. Conscientes de que no toca (se decreta discreción, a la espera de conocer el desenlace de la investidura), nadie reconoce nada ni conoce a nadie. Ningún portavoz cualificado admitirá en público u oficialmente que en apenas unas semanas el mapa del partido puede ser otro en las Islas. Pero, no solo el cuadro clínico del PSOE. Tratándose del principal grupo de la oposición, el aleteo de los socialistas traería consigo una onda expansiva en el contexto parlamentario o en las relaciones entre los actores principales de la política local.

El futuro más o menos inmediato del secretario general y expresidente del Gobierno regional, Ángel Víctor Torres, marcará otros futuros. Si Torres continúa en el ámbito autonómico durante cuatro años —como anunció poco después de ganar las elecciones, sin opciones de seguir siendo presidente— todas las piezas volverán a su sitio, al punto de partida, a lo conocido. Si, por el contrario, abandona la escena regional para ocupar algún puesto de responsabilidad en el ámbito del Estado, entonces sí, los socialistas canarios se verían obligados a hacer reformas en casa.

Foto: Llegada de inmigrantes el pasado sábado a El Hierro. (EFE/Gelmert Finol) Opinión

Torres no se pronuncia. Sabe que cualquier afirmación poco amarrada (susceptible de interpretaciones más o menos libres) podría abrir el melón de cambios en el PSOE de las Islas, y no toca. Todavía no. En diciembre ya se verá. Pedro Sánchez dijo a Ángel Víctor Torres (hace ya algunas semanas, antes del intento fallido de Alberto Núñez Feijóo) que lo llamaría después de la investidura. Eso dicen que le dijo. Eso relatan quienes cuentan con la confianza del expresidente. Pedro le adelantó que lo llamará —comentan en su círculo de confianza—.

Como quien deja alguna señal en el camino, un hilo del que tirar, una pista a seguir, al contar que Sánchez le dijo a Torres que lo llamará dejan la puerta entreabierta, crean realidad, dicen sin decir, anuncian sin concretar, auguran un ministerio, una secretaría de Estado, algún cargo de altos vuelos en alguna empresa o institución de las grandes ligas o, entre otros destinos posibles, ascender al Estado Mayor del ejército orgánico del PSOE.

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Pedro le dijo que lo llamará. Que cada cual interprete lo que considere. Habrá quien concluya que el anuncio de Pedro Sánchez quedó escrito en una barra de hielo. Otros estarán convencidos de que es sólido, y que, efectivamente, el móvil de Ángel Víctor Torres sonará cuando el presidente, ya reelegido, haga la llamada prometida; pero, tanto si lo llama como si no, hay indicios más que suficientes para concluir que el expresidente canario sueña en voz baja con jugar un papel relevante en el siguiente Gobierno de España. Esa posibilidad está en las ecuaciones (y oraciones) de los más próximos. Lo ven en Madrid. Lo ven. A falta de que se reconozca explícitamente que no solo Ángel Víctor Torres se ve en Madrid, hay elementos que apuntalan ese objetivo.

Entre otros, el cambio de perfil —cada vez más evidente— del propio Torres, cada vez menos Torres y bastante más Sánchez, dejando atrás al expresidente conciliador, al hombre bueno que le permitió el milagro de la transversalidad, para adoptar un tono más agrio, peleón, duro (en definitiva, más Sánchez). Pistas. Indicios. Señales. Ángel Víctor Torres parece querer jubilar a Ángel Víctor para renacer como Torres, con un registro más parecido al del presidente que, según cuentan en su cinturón industrial, le dijo que lo llamaría. Más pistas. El esfuerzo de Torres por dejarse ver en Madrid, priorizando en su agenda compartir foco con quienes se mueven en primera línea, no deja de ser una señal. Otra más.

Foto: Unos 200 migrantes que llegaron en la tarde noche del viernes a Tenerife en dos cayucos y durmieron en el muelle de Los Cristianos, ante la falta de espacio en los centros de acogida. (EFE/Miguel Barreto) Opinión

Si finalmente suena el teléfono y abandona la política regional, al PSOE canario se le abrirían unas cuantas incógnitas, algunas difíciles de responder (o no tanto). Si el secretario general de los socialistas canarios hace las maletas, el PSOE se verá obligado a encontrar quien lo sustituya como líder de la oposición en el ámbito parlamentario autonómico, también puertas afuera; y, de paso, en sus filas, ya metidos en mudanzas se multiplicarían las dudas sobre la oportunidad de empezar a dar forma a otro candidato a la presidencia del Gobierno canario en 2027. O candidata. Carolina Darias, por ejemplo. Siendo más o menos compatible ocupar una responsabilidad destacada de ámbito nacional sin perder la condición de secretario general o cartel electoral, no es fácil ser lo primero sobreviviendo a lo segundo y tercero.

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Menos, si cabe, si en las Islas queda, con la proyección que da la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, una exministra con tablas, pegada y recorrido orgánico —qué decir de su relación con el propio Sánchez—. Si Torres abandona las Islas lo inmediato es que se le abra, lenta pero imparablemente, el melón de la candidatura y, quién sabe, también el de la secretaría general (aunque, en este caso, sus buenos resultados en las últimas convocatorias electorales lo mantienen fuerte entre los suyos). Hay más. Si Sánchez llama a Torres, y el expresidente acepta (aceptaría, eso está fuera de toda duda), cabría preguntarse si tendría opciones ministeriales. Difícil.

Nada se dice la Constitución sobre la obligatoriedad de que en los Consejos de Ministros siempre se siente un canario —así, para empezar—. Y, caso de que se repita esa circunstancia, las opciones de Torres se cruzarían en el camino con Héctor Gómez, actual ministro de Industria, Comercio y Turismo. Se puede aspirar a un ministerio sin contar con experiencia, pero es complicado es hacer oposición siendo ministro. Son, entre otros, los interrogantes que se abrirían si Pedro Sánchez cuenta con Torres y, convocado, deja en Canarias un hueco que previsiblemente acabaría cubriendo Carolina Darias.

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Tampoco las relaciones con los vecinos quedarían al margen. Si Torres deja de estar en las Islas, el cambio de reparto puede abrir las ventanas a posibles acuerdos, hasta ahora impensables, entre Coalición Canaria y PSOE —en algún municipio destacado, por qué no—. Como la imaginación es gratis, algunas voces se dejan llevar por la ciencia ficción y auguran que si Torres es ministro (o lo que sea, en Madrid) resucitaría la idea de un acuerdo entre CC y PSOE en el Gobierno regional. No ocurrirá. Sin embargo, está en el relato de cómo sería la vida con Ángel Víctor fuera, quizá porque quienes lo dicen se lo creen, tal vez porque se ha alimentado esa consecuencia —volver al Gobierno, los ex altos cargos socialistas— para animar a la tropa ante la hipótesis de que el jefe de la tribu haga las maletas.

Aunque parezca que nada se mueve, en las filas del PSOE aguantan la respiración y caminan de puntillas, pero cualquier apariencia de quietud no se corresponde con la realidad. Pedro le dijo que lo llamaría —dicen—. No concretan más. Tampoco menos. Suficiente. Con eso basta para confirmar que hay ganas de que el teléfono suene.

Algo está moviéndose en las filas de los socialistas canarios —algo, y algunos—. Conscientes de que no toca (se decreta discreción, a la espera de conocer el desenlace de la investidura), nadie reconoce nada ni conoce a nadie. Ningún portavoz cualificado admitirá en público u oficialmente que en apenas unas semanas el mapa del partido puede ser otro en las Islas. Pero, no solo el cuadro clínico del PSOE. Tratándose del principal grupo de la oposición, el aleteo de los socialistas traería consigo una onda expansiva en el contexto parlamentario o en las relaciones entre los actores principales de la política local.

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