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Jaime Pérez-Llombet

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¡Que no, que no nos representa!

En Podemos han recuperado aquel eslogan para confesar, sin bajar la voz, que no se sienten representados por el acuerdo que han cerrado PSOE y quienes, en Sumar, son los suyos pero no lo son

Foto: Díaz y Belarra participan en un acto electoral de la campaña del 23-J en Pamplona. (EFE/Villar López)
Díaz y Belarra participan en un acto electoral de la campaña del 23-J en Pamplona. (EFE/Villar López)
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Del 15 de mayo de 2011 a octubre de 2023 ha llovido, cada vez con más fuerza, sobre la presentación, nudo y desenlace del partido que fagocitó aquel movimiento social que, como suele ocurrir, fue espontáneo para dejar de serlo poco después de ver la luz. Tanto ha llovido, que ahora, más de doce años después de la idea-fuerza que dinamizó a los de Pablo Iglesias —que no, que no, que no nos representan, dirigido a la política calificándola de casta— es recuperada desde los cinco escaños de Podemos, esta vez para resumir su sentir respecto al acuerdo que han firmado Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, un documento que, a juicio de Noemí Santana, ora Podemos, ora Sumar, no les representa. No, no me representa, no me siento representada, ha dicho la diputada, ex secretaria general de Podemos en Canarias y consejera en el anterior Ejecutivo regional, presidido por el socialista Ángel Víctor Torres.

Foto: Yolanda Díaz, Ione Belarra, Nacho Álvarez y Pablo Iglesias, en 2018. (EFE/ FERNANDO ALVARADO)

El caso de Noemí Santana es perfectamente exportable. La más que probable crisis de identidad (política y parlamentaria) de la diputada es extensible a quienes con ella forman el grupúsculo de los morados que, integrados en el grupo de Sumar, despiertan cada mañana preguntándose en qué proyecto militan, cuáles son sus siglas, qué son, a qué o quién se deben, dónde, cómo, cuándo y, sobre todo, por qué. Son Sumar, pero no. Son morados, pero tampoco. Son ambas cosas, y ninguna. También los cinco parlamentarios de Podemos han firmado implícitamente o por delegación malquerida el acuerdo con el PSOE, pero ni han negociado, ni se les preguntó, ni han podido proponer, pronunciarse, aportar o enmendar. Nada. Se han enterado por la prensa u horas antes, tanto da. El equipo de Yolanda Díaz no contó con ellos, con los socios, vecinos, parientes lejanos o conocidos de lejos que, a fecha de hoy, simbolizan los cinco diputados de Podemos a ojos de los otros veintiséis que según los papeles del Congreso son su grupo, los suyos sin serlo, a ratos, depende.

El caso de Noemí Santana resume el sentir de quienes ya no saben bien si suman o restan —por más que la vicepresidenta en funciones los tiene en el trastero, en ningún caso en la mesa de decisión—. Sumar no ha escuchado a los parlamentarios o cargos orgánicos de Podemos. No han perdido el tiempo preguntándoles si echaban algo en falta o si consideraban que el documento del acuerdo con Sánchez podía reforzarse en algunos términos. No les consultaron, palabra de Noemí Santana. No es suyo, de los moderados, uno solo de los párrafos o epígrafes incluidos en el acuerdo que presidente y vicepresidenta han firmado a bombo, pirotecnia, versos y platillo. De ahí que les cueste poco —a la parlamentaria canaria, por ejemplo— decir en público que el texto que han firmado PSOE y Sumar es muy mejorable. Le faltan propuestas, se echan en falta desafíos. No, no me representa —ha reconocido la ex número uno de Podemos en el archipiélago; por lo demás, afín, y mucho, a la todavía ministra Irene Montero—.

placeholder Sánchez y Díaz, en la presentación del acuerdo entre el PSOE y Sumar. (Europa Press/Eduardo Parra)
Sánchez y Díaz, en la presentación del acuerdo entre el PSOE y Sumar. (Europa Press/Eduardo Parra)

El documento que ha reeditado el idilio parlamentario y gubernamental de Sánchez con Díaz no se ha caracterizado por breve, precisamente. Mucho han presumido ambas partes contratantes de haber formulado doscientas treinta medidas para que los ciudadanos de este país vivan más, mejor y felices como un niño soplando las velas de cumpleaños. Doscientas treinta medidas son muchas, demasiadas cuando no te dejan meter lápiz en ninguna, nada. En buena medida, en el documento nupcial han tenido tanta influencia y participación los parlamentarios o cargos de Podemos como los de Vox —es decir, cero—.

Mala señal. Qué más hace falta para confirmar que los cinco diputados morados han quedado en tierra de nadie o, siendo precisos, en una tierra que solo atiende a un nombre y apellido, el de Yolanda Díaz. Doscientas treinta medidas, pero nada que reseñar sobre la crisis migratoria que tiene a Canarias con la lengua fuera —en las islas no ha entusiasmado ese silencio, dejando en una situación más que incómoda a los socialistas locales—. Fin de la cita.

Foto: Ada Colau y Pablo Iglesias, en 2019. (EFE/Emilio Naranjo)

Duele no haber participado en la elaboración de un documento que les resulta ajeno, hecho por terceros —compañeros de escaño, sí, pero igualmente terceros—. Y, ya lanzados con el libro de reclamaciones, se quejan los morados por lo que consideran una pérdida de dinámica democrática en un grupo donde, con estos antecedentes, votan treinta y uno pero deciden únicamente veintiséis. El acuerdo me sabe a poco, ha dicho Santana. A menos, cabría decir. Se sienten identificados con algunas propuestas o compromisos, solo faltaría, pero no se sienten representados quienes progresan adecuadamente como convidados de piedra, meros espectadores de las estrategias, eslóganes, exigencias y puestas en escena de Díaz y los suyos.

En las actuales circunstancias, y especialmente a raíz de lo ocurrido con el documento del acuerdo con el PSOE, no debe resultar sencillo bajar de la cama por las mañanas siendo diputado (o diputada) de Podemos. Demasiadas preguntas sin respuesta clara. O sí. Quién me representa. Quiénes son los míos. Qué papel juego en este grupo parlamentario. Somos cinco o veintiséis con cinco satélites cada vez más fuera de órbita. En qué medida me siento representada cuando Sánchez y Díaz firman un acuerdo del que me he enterado en el transcurso de la comparecencia ante la prensa. En política, como en otros ámbitos, las crisis de identidad se abren camino cuando crece la sensación de estar perdido, de vacío o, en su caso, la de sentirse incapaz de gestionar adecuadamente los cambios de ciclo. A veces, como posiblemente esté ocurriendo en las filas moradas, crisis de identidad y existencial acaban cruzándose en el ascensor.

Foto: Ione Belarra, Irene Montero e Isa Serra. (EFE/ Fernando Alvarado)

Los cinco diputados de Podemos (tantos como tiene el PNV, como bien ha recordado Ignacio Varela) ya no saben si suman o restan. Están sin estar o sin que quienes los han acogido se tomen siquiera la molestia de pasarles el documento que han firmado con el PSOE, texto que en teoría marcará parte del guión del próximo gobierno, de la pretendida legislatura. Porque, como recuerdan en las filas moradas, una cosa es la investidura y otra bien diferente es lo que viene después. Nuestra voluntad es apoyar en la investidura, pero nos moveremos con autonomía una vez eche a andar la legislatura, ha dicho Noemí Santana.

Crisis de identidad y pertenencia. Diputados (y diputadas) de Podemos sintiéndose únicamente parte del mobiliario en la casa de Yolanda Díaz. Sumar solo los quiere para que sumen cuando llegue el momento de la votación, de resto, de la presentación, nudo y desenlace ya se encargan los otros veintiséis. Cuánto ha llovido desde el 15 de mayo de 2011. En Podemos han recuperado aquel eslogan para confesar, sin bajar la voz, que no se sienten representados por el acuerdo que han cerrado PSOE y quienes, en Sumar, son los suyos pero no lo son. El movimiento del 15-M también fue bautizado como el de los indignados. Trece años después, Podemos acepta las condiciones de Díaz y, en consecuencia, su condición no ya de indignados sino de resignados.

Del 15 de mayo de 2011 a octubre de 2023 ha llovido, cada vez con más fuerza, sobre la presentación, nudo y desenlace del partido que fagocitó aquel movimiento social que, como suele ocurrir, fue espontáneo para dejar de serlo poco después de ver la luz. Tanto ha llovido, que ahora, más de doce años después de la idea-fuerza que dinamizó a los de Pablo Iglesias —que no, que no, que no nos representan, dirigido a la política calificándola de casta— es recuperada desde los cinco escaños de Podemos, esta vez para resumir su sentir respecto al acuerdo que han firmado Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, un documento que, a juicio de Noemí Santana, ora Podemos, ora Sumar, no les representa. No, no me representa, no me siento representada, ha dicho la diputada, ex secretaria general de Podemos en Canarias y consejera en el anterior Ejecutivo regional, presidido por el socialista Ángel Víctor Torres.

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