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Cuando pasar desapercibido adquiere la categoría de condición para el sí (de CC)
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Jaime Pérez-Llombet

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Cuando pasar desapercibido adquiere la categoría de condición para el sí (de CC)

Corren malos tiempos para la equidistancia y la versatilidad discursiva o parlamentaria. La tensión, a peor, cortocircuita cualquier intento de situarse entre dos aguas con relatos

Foto: Cristina Valido, portavoz de CC en el Congreso. (EP/Eduardo Parra)
Cristina Valido, portavoz de CC en el Congreso. (EP/Eduardo Parra)
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Corren malos tiempos para la equidistancia y la versatilidad discursiva o parlamentaria. La tensión, a peor, cortocircuita cualquier intento de situarse entre dos aguas con relatos ambidiestros o narrativas que sitúen el pragmatismo en lo alto del cartel. Un contexto cada vez más tóxico, y envenenado, arrincona a quienes quieran anteponer la utilidad a cualquier otra consideración. Estos días de truenos y relámpagos ganan peso las razones intestinales —las emociones, jugando a la contra—, quedando las otras (las razones, a secas) cada vez más difuminadas, silenciadas. Puigdemont ha situado el listón tan alto, ha ido tan lejos con el precio que ha puesto a sus siete escaños, que el recorrido que queda hasta el día y hora de la votación simulará el ruido ensordecedor de un bar en horas de madrugada, minutos en los que todos elevan la voz pero ninguno escucha.

Puigdemont sube el precio del bacalao y aleja a Coalición Canaria del sí. CC calla. Coalición prefiere esperar. Será en la tanda de penaltis cuando decidan qué demonios hacer, qué votar y, en su caso, cómo moverse para evitar que un sí les provoqué una zanja en las siguientes elecciones. Capaz de mimetizarse en el paisaje negociador con demostrada solvencia, Coalición ha preferido coger aire antes de retratarse —sí, no o abstención— de cara a una investidura que tiene al país sobrevolando una crispación únicamente comparable a la que se sufrió a raíz de los atentados del 11-M. Saben en CC que los términos del acuerdo de Sánchez con Puigdemont van a incendiar, no ya las calles, que también, sino los análisis, a favor o en contra, cada vez más extremos, que se hagan en ambientes domésticos o familiares, en círculos personales o profesionales, en oficinas y bautizos, en cualquier rincón donde se hable de política. Con esa inercia, ya imparable, son conscientes en Coalición de que cualquier pronunciamiento, ahora, en caliente, puede generarles un desgaste mayúsculo ante su electorado e incluso entre sus dirigentes más destacados.

Asusta. Preocupa. Corta la respiración. Las cláusulas del contrato con los independentistas catalanes, que el PSOE digiere a golpe de argumentario con sus portavoces evangelizando acá o allá, ponen a CC en una posición muy difícil (si no imposible) para explicar un hipotético sí a Sánchez. Inquieta, cada vez más, el enfado que un apoyo al actual presidente pueda incrustar en el tuétano de su masa electoral, qué decir de los daños colaterales que el sí de Coalición (si es que llega) podría generar en el día a día y en la convivencia de los nacionalistas canario con sus socios del PP, compañeros de viaje a los que maldita gracia les haría que CC esté en la foto del sí con el país ardiendo en sujetos, verbos y predicados cada vez más gruesos.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, junto al presidentes de Canarias, Fernando Clavijo. (EFE/Ramón De La Rocha) Opinión
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Si la amnistía únicamente rumoreada ya causaba migrañas a los estrategas de Coalición, ahora, ya negro sobre blanco, la cosa ha empeorado de forma más que notable. No hay pedagogía ni habilidades divulgativas capaces de amortiguar lo suficiente el trago que para los votantes de CC, mayoritariamente del centro a la derecha, les supondría que Cristina Valido, diputada de Coalición, se sume a una investidura que ha alcanzado la categoría de posible cuando el PSOE, yendo más allá del más allá esperado, ha aceptado a los de Carles Puigdemont la apertura de una negociación para la celebración de un referéndum, la cesión del 100% de los tributos que recauda Cataluña y, de postre (o aperitivo, según se vea) una ley de amnistía tremendamente generosa con sus beneficiarios.

Se abre un escenario endemoniado. Puigdemont garantiza estabilidad con la fiabilidad con la que el escorpión prometió a la rana que no acabaría con ella si lo ayudaba a cruzar el río. Huelen en Coalición que un sí a Sánchez, en este contexto, les acompañaría con la perseverancia de las sombras antes y después de una legislatura incierta, bronca, con una esperanza de vida presumiblemente limitada. CC sabe que se la juega. La agenda canaria (ambiciosa, sin duda) y lograr que el Estado pague lo que debe —lo acordado en la votación de los Presupuestos Generales aún vigentes— bien vale un sí con la nariz tapada a ojos de un partido que jamás ha disimulado su animadversión hacia Pedro Sánchez. O no. O no compensa. O se queda corto a oídos de un electorado, el suyo, claramente hostil a la figura del aspirante a la reelección.

A Coalición, en esta coyuntura, con la legislatura hablando catalán y el país territorialmente en llamas, solo le queda una carta: colar el sí cuando el pescado esté vendido y apenas se note que los nacionalistas canarios dijeron efectiva y sufridamente que sí. Solo barajarán el sí cuando adquieran la condición de perfectamente prescindibles, ni un minuto antes. Poco ayudará a allanarles el terreno que los socialistas hayan decretado a los suyos que expliquen el acuerdo con los independentistas catalanes, y que lo hagan intentando, con dificultades más que evidentes, hacer ver a la gente de a pie que el acuerdo es sinónimo de estabilidad (¿o inestabilidad?) y políticas de progreso (¿con esos compañeros de viaje?).

"A Coalición se le da bien nadar guardando la ropa, pero esta vez el agua baja con una fuerza inédita. De ahí las dudas y el silencio"

A Coalición se le da bien nadar guardando la ropa, pero esta vez el agua baja con una fuerza probablemente inédita, de ahí las dudas, y el silencio. En CC solo barajarán el sí cuando Sánchez tenga amarrada su reelección con o sin los nacionalistas canarios. Coalición aspira a que le firmen la agenda y les transfieran las partidas pendientes, pero sobre todo quieren pasar desapercibidos en la sesión de investidura del quince y dieciséis de noviembre —faltan pocos días, también demasiados—. Si finalmente se refugian en la abstención jugarán su partido durante la legislatura, ahí sí se ven haciendo valer su escaño. Claro que eso será después. Ahora el objetivo es ser el voto desapercibido de la sesión de investidura

Corren malos tiempos para la equidistancia y la versatilidad discursiva o parlamentaria. La tensión, a peor, cortocircuita cualquier intento de situarse entre dos aguas con relatos ambidiestros o narrativas que sitúen el pragmatismo en lo alto del cartel. Un contexto cada vez más tóxico, y envenenado, arrincona a quienes quieran anteponer la utilidad a cualquier otra consideración. Estos días de truenos y relámpagos ganan peso las razones intestinales —las emociones, jugando a la contra—, quedando las otras (las razones, a secas) cada vez más difuminadas, silenciadas. Puigdemont ha situado el listón tan alto, ha ido tan lejos con el precio que ha puesto a sus siete escaños, que el recorrido que queda hasta el día y hora de la votación simulará el ruido ensordecedor de un bar en horas de madrugada, minutos en los que todos elevan la voz pero ninguno escucha.

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