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Ocho ministerios y una carta (del Papa)
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Jaime Pérez-Llombet

Con siete puertas

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Ocho ministerios y una carta (del Papa)

Conociendo la difícil situación que está atravesando el archipiélago canario debido a la crisis migratoria, quisiera expresarles unas palabras de aliento y cercanía

Foto: El papa Francisco recibe a un migrante de Camerún. (EFE/L'Osservatore Romano)
El papa Francisco recibe a un migrante de Camerún. (EFE/L'Osservatore Romano)
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Bruselas no está, a las comunidades autónomas no se les espera y, con ocho ministerios implicados en la gestión de las distintas aristas del fenómeno migratorio (ni dos ni cuatro, hasta ocho departamentos tendrán responsabilidades en inmigración), del Gobierno entrante solo cabe esperar problemas de coordinación, celos interdepartamentales —como ya ocurrió en el anterior Ejecutivo— y, como consecuencia de los males anteriores, la maldición de que siendo responsabilidad de tantos finalmente no sea de ninguno. La Unión Europea se limita a anunciar que empieza a ponerle atención, y Madrid caracolea o acampa en una realidad paralela que poco o nada se parece a lo que está viviéndose en las Islas, sobre el terreno. El Vaticano sí ha mirado hacia el Atlántico. Ha sido el mismísimo Papa. Sí, el Papa.

Carta del Papa. Conociendo la difícil situación que está atravesando el archipiélago canario debido a la crisis migratoria, quisiera expresarles unas palabras de aliento y cercanía. En primer lugar, agradezco los grandes esfuerzos que se están realizando para intentar dar respuesta a esa situación de emergencia. La sensibilidad y hospitalidad que caracteriza al pueblo canario deja huella en el modo de acoger, proteger, promover e integrar a quienes llegan a sus costas buscando un porvenir. Gracias por abrir las puertas del corazón a los que sufren. Asimismo, al afrontar estos desafíos, que comprendo no son nada fáciles, les pido que no se desanimen. En los rostros de estas personas, surcados por el sufrimiento, podemos reconocer una mirada que anhela un futuro. Fraternalmente, Francisco. Fin de la cita.

Foto: El papa francisco dirige su audiencia general semanal en la plaza de san pedro

El Papa hace alguna consideración más, pero lo sustancial está contado. Llamativo. Radiográfico. El Vaticano se interesa por la ruta canaria de la inmigración africana mientras en Bruselas, en Madrid y en las comunidades autónomas de su extrarradio competencial siguen desmarcados, retratados por esa apatía mal disimulada con la que responden, si se les pregunta, por su corresponsabilidad en la gestión del éxodo africano. En la carta que ha remitido a los obispos canarios sintiéndose concernido por la crisis migratoria, el Papa ha escrito lo que otros no verbalizan.

Apoyo a Canarias

Difícil situación. Esfuerzos. Sensibilidad. Acogida. Protección. Integración. Ánimo. A años luz de la lectura complaciente en la que se refugia el ministro del Interior cuando toca decir algo, el Vaticano mira hacia el archipiélago y dimensiona, se solidariza y reconoce. La Unión Europea sigue a lo suyo; y lo suyo, lo de ellos, es ganar tiempo perdiéndolo. En los despachos de Bruselas, frí afuera, y también adentro, el presidente del Gobierno canario ha encontrado frases de comprensión. Es decir, todo y nada, poco o menos.

Muchos meses después, con Canarias afrontando en inadmisible soledad la peor crisis migratoria, la Comisión Europea le ha contado al jefe del Ejecutivo regional, Fernando Clavijo, que se ha iniciado el trabajo para reforzar la asistencia a las Islas ante el auge de llegadas desde Senegal o Gambia, entre otros países. Parsimonia. Indolencia. Comprensión incomprendida. La actitud de Bruselas, bien lejos de su convencida reacción en la crisis de 2006, desconcierta y frustra. No están. No se les espera.

placeholder Varios migrantes son atendidos por los servicios de emergencias, en el muelle de La Restinga en El Hierro, Islas Canarias. (Europa Press)
Varios migrantes son atendidos por los servicios de emergencias, en el muelle de La Restinga en El Hierro, Islas Canarias. (Europa Press)

Sigue sin saberse cuántas reuniones, presenciales o no, se han mantenido con el Gobierno español para abordar una situación sin precedentes que, ni que decir tiene, irá a más sin fecha de caducidad. Agendas en mano, hay razones para sospechar que España no ha promovido encuentros ni gestiones, planes o cronogramas, para que Bruselas no mire únicamente hacia el Mediterráneo. La comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, anunció a Clavijo que está en ello. Punto final. O seguido.

En casa, con el cambio de Goberno bien pudo aprovecharse para concentrar la gestión del fenómeno migratorio en pocos ministerios, en menos equipos, evitándose así lo que ha pasado en el pasado imperfecto, con siete gabinetes poniendo poco de su parte para coordinarse y moverse desde una imprescindible unidad de acción. Qué decir de los restantes territorios del Estado.

Foto: El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones en funciones, José Luis Escrivá. (Alejandro Martínez Vélez/Europa Press)

Si algo ha quedado manifiestamente claro es que solidaridad y empatía son ingredientes escasos para que Canarias logre reclutar e implicar a las demás comunidades, particularmente para compartir esfuerzos en la atención a los menores que llegan en cayucos a las costas de las Islas para terminar atrapados en el archipiélago, a mitad de camino, sin lograr el objetivo de alcanzar territorio peninsular y, a partir de ahí, quedarse, continuar hacia Francia u otros países europeos o, puede que sorprendentemente o no tanto, camino de Centroamérica. Sí, de Centroamérica.

El Salvador. Nicaragua. Guatemala. La ruta hacia los países centroamericanos no deja de crecer. El Salvador ha anunciado que cobrará mil dólares a los africanos que hacen tránsito —tarifa de mejoras aeroportuarias, la han bautizado—. En los últimos años ha ido a más la llegada de inmigrantes que pasan por Latinoamérica para llegar a Estados Unidos. En este caso no llegan procedentes de España, ojo, no mayoritariamente, pero también desde nuestro país. La venta de billetes de avión desde Europa o Sudamérica hacia Managua va a más. Los migrantes, como el agua, siempre encuentran camino. Vuelan hacia América desde cualquier parte, también desde España, país de quedarse y también de seguir su camino.

Foto: Ilustración: Lyubov Ivanova
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Los cayucos siguen llegando sin que se concreten compromisos que solo se materializarán si pasan de las buenas palabras al negro sobre blanco, a ley. Sin obligación legal de acoger a los menores la situación seguirá tal cual, con Canarias atendiendo en soledad a miles de menores, cada vez más, algo a todas luces inabarcable para los recursos públicos de una sola región. La cancelación de la Comisión Sectorial de Migraciones ha sido la siempre penúltima prueba de que sin imposición legal no hay solidaridad que cristalice en corresponsabilidad efectiva. Ha bastado que los consejeros autonómicos dejaran de confirmar su asistencia para suspender una comisión tan necesaria como inaplazable.

¿Y ahora qué? Un Gobierno de veintidós ministerios, ocho de los cuales tienen algo que hacer y decir en la gestión migratoria —Justicia, Interior, Derechos Sociales, Exteriores, Seguridad Social, Juventud e Infancia, Defensa y Transportes— anuncia que la respuesta a la crisis y a las incidencias que trae consigo será lenta, confusa y previsiblemente huidiza, ineficaz. Bruselas reacciona tarde, Madrid mal y las comunidades de perfil. A Canarias le queda, a fecha de hoy, el aliento del Papa. Fraternalmente, Francisco.

Bruselas no está, a las comunidades autónomas no se les espera y, con ocho ministerios implicados en la gestión de las distintas aristas del fenómeno migratorio (ni dos ni cuatro, hasta ocho departamentos tendrán responsabilidades en inmigración), del Gobierno entrante solo cabe esperar problemas de coordinación, celos interdepartamentales —como ya ocurrió en el anterior Ejecutivo— y, como consecuencia de los males anteriores, la maldición de que siendo responsabilidad de tantos finalmente no sea de ninguno. La Unión Europea se limita a anunciar que empieza a ponerle atención, y Madrid caracolea o acampa en una realidad paralela que poco o nada se parece a lo que está viviéndose en las Islas, sobre el terreno. El Vaticano sí ha mirado hacia el Atlántico. Ha sido el mismísimo Papa. Sí, el Papa.

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